Los investigadores se encontraron con que los adultos que usaron monitores de actividad durante 18 meses perdieron un número significativamente menor de libras en comparación con aquellos que no lo hicieron. Foto referencial: Wikicommons
Contrario a lo que se pensaba, los aparatos electrónicos o wearables para hacer ejercicio podrían estar jugando en contra a la hora de reducir medidas. Así lo dio a conocer el diario estadounidense The New York Times, tras hacer eco de un estudio publicado en la revista JAMA.
En dicho análisis se dice que los monitores de actividad portátiles, diseñados para contar los pasos y ‘vigilar’ ciertos comportamientos del ser humano, no tendrían como objetivo ayudar a perder peso. “De hecho, es posible que pierda más peso sin ellos”, según uno de los investigadores.
Aquella afirmación ha sorprendido, pues hasta antes de la publicación se creía que los ‘wearables’ ayudaban, de manera significativa, a cumplir con ese objetivo. Entre otras funciones llevan la cuenta de las calorías que una persona gasta durante todo el día.
Los investigadores se encontraron con que los adultos que usaron monitores de actividad durante 18 meses perdieron un número significativamente menor de libras en comparación con aquellos que no lo hicieron.
Eso sucedió, según explicaron, porque con esas herramientas se pueden controlar ciertas actividades, pero no el comportamiento del ser humano, pues la pérdida de peso y otras situaciones más está relacionada con la voluntad. Además, afirmaron que muchas de las personas que utilizan ese tipo de herramientas se frustran por no seguir al pie de la letra lo acordado y abandonar el objetivo.
Para llegar a esa conclusión, científicos de la Universidad de Pittsburgh reunieron a casi 500 jóvenes, hombres y mujeres con sobrepeso que querían bajar de peso. Los participantes, cuyas edades oscilaron entre los 18 y 35 años, se pesaron y realizaron un sin número de exámenes.
Después, durante los primeros seis meses del estudio, los voluntarios siguieron una dieta sencilla y de bajo contenido calórico, diseñada exclusivamente para generar la pérdida de peso. También recibieron motivación: tenían que realizar 100 minutos de actividad moderada cada fin de semana, como mínimo. También realizaron ejercicio durante la semana y asistieron a sesiones de terapia semanales.
Hacia el final de los seis meses, todos perdieron peso. Fue ahí cuando comenzó el experimento real. Los científicos dividieron a los voluntarios en dos grupos. El primero acudió a un centro de entrenamiento y se motivó por cuenta propia, mientras que el resto de participantes recibió un monitor diseñado para colocárselo en la parte superior del brazo: medía los pasos y el consumo de calorías. Además, recibieron llamadas de los investigadores.
“Estábamos bastante seguros de que los voluntarios que llevaban el monitor harían más ejercicio y controlarían su ingesta de calorías y perderían más peso”, dijo John Jakicic, un distinguido profesor de la Universidad de Pittsburgh y autor principal del estudio.
Pero se equivocaron. Después de 18 meses – y dos años después del inicio del estudio – todos los participantes regresaron al laboratorio para repetir sus mediciones desde el principio. La mayoría eran más delgada, aunque muchos habían recuperado algo del peso que perdieron durante los primeros seis meses.
Los que no llevaron monitores de actividad perdieron, en promedio, alrededor de 13 libras. Los que llevaron los monitores, en cambio, se deshicieron de apenas ocho libras.
“Es posible que cuando se dieron cuenta de que no alcanzarían su meta diaria de ejercicio, simplemente se dieron por vencidos, lo que llevó a una reducción del gasto calórico en esos días”, explicó el doctor Jakicic.