Cientos de civiles armados con rifles, pistolas y machetes brindan seguridad a las comunidades de Guerrero.
¿México es una nación fallida en materia de seguridad? Los hechos demuestran que sí, que la violencia en el país azteca está fuera de control y ha alcanzado cifras que superan incluso la originada en la guerra contra las drogas que encaró el expresidente Felipe Calderón.
Con récord de asesinatos, y en medio de una impunidad generalizada, el 2017 fue para México el más violento en dos décadas, con más de 24 000 crímenes. El 72% de estos homicidios son ejecuciones del crimen organizado. A la sociedad le inquieta también el paradero de 32 000 personas registradas como desaparecidas desde el 2006.
La violencia se ha expandido a estados que hasta ahora habían escapado de los choques entre grupos de narcotraficantes, incluida Baja California Sur, en el noroeste, muy popular entre los turistas y donde la tasa de asesinatos se duplicó con relación al 2016.
Esta es una de las razones por las que el gobierno de Estados Unidos recomendó a sus ciudadanos tomar mayores precauciones al viajar a México, debido a que los delitos violentos -como los homicidios, secuestros y el robo de automóviles- en general están muy extendidos e implican mayores riesgos para su seguridad. Los estados de Tamaulipas, Sinaloa, Colima, Michoacán y Guerrero fueron ubicados en la categoría “no viajar”.
A todas luces, la creciente violencia es un indicativo de que la estrategia que aplica el presidente Enrique Peña Nieto -en el cargo desde el 2012- para combatir el crimen organizado no ha dado resultados.
Antes de llegar al cargo, él aseguró que cambiaría la imagen del país en el mundo al transformarla de una nación agobiada a una reconocida a escala global como líder en materia energética, educativa, comercial y en telecomunicaciones. El mandatario del PRI propuso también abandonar la táctica frontal de la “guerra contra las drogas” de Calderón. Funcionó, por un tiempo. Sus reformas económicas avanzaron en el Congreso, aumentó el turismo y cayeron las tasas de homicidio. Era algo que Peña Nieto mencionaba siempre en sus discursos.
Pero las cifras ya no encajan con esa narrativa. De las 10 propuestas de seguridad nacional que el Presidente expuso dos meses después de la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, en Guerrero, en septiembre del 2014, ninguna ha sido aprobada por la Cámara de Diputados. Solo prosperó la creación del número de emergencia 911, algo que no necesitaba la aprobación parlamentaria.
Las historias de homicidios y ejecuciones que a diario narra la prensa siembran pánico entre la población. La última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana revela que el 76% de la gente considera que vivir en su ciudad es inseguro.
Sin embargo, lo grave no son tanto los números. A Santiago Roel, director de la organización civil Semáforo Delictivo, le preocupa mucho más que México se encuentra inmóvil ante el gran fracaso de la estrategia de seguridad. Critica que la guerra contra las drogas se impuso desde Estados Unidos y que no ha resuelto nada. “Solo hemos atomizado a los carteles de la droga, son tantos que ya no sabemos quiénes compiten la plaza”.
El gobierno de Peña Nieto subestimó muy seriamente, o malentendió, la naturaleza del problema que vivía México, asegura David Shirk, profesor de la Universidad de San Diego que ha estudiado la guerra contra el narco. “Pensaron que con usar mercadotecnia cambiarían la conversación y enfocarían la atención de la gente en todas las cosas buenas que estaban pasando para alejarla del problema de violencia que pensaron era exagerado”.
Javier Oliva, investigador experto en seguridad nacional, cree que el principal fallo que han cometido los últimos tres presidentes -Vicente Fox, Calderón y Peña Nieto- es que no han tenido ninguna estrategia ni visión de conjunto.
Ninguno de los mandatarios ha logrado llegar al origen del problema, cuyos dos ejes fundamentales son, de acuerdo con Oliva, la corrupción e impunidad y la tolerancia de la sociedad mexicana a las prácticas de ilegalidad.
Esta serie de fracasos de los gobiernos lo único que ha logrado es aumentar la desconfianza en el Estado. Agraviados por las excesivas extorsiones de las mafias del narcotráfico, asesinatos, secuestros y atropellos sobre la población, así como por la indefensión en que el gobierno estatal y federal los dejaba, en varias comunidades rurales y agrícolas del país se ha creado una especie de ciudades-Estado independientes. Uno de esos casos es Tancítaro, un poblado de campesinos ubicado en Michoacán, uno de los cinco estados más violentos de México.
Los dueños de enormes extensiones de aguacates, que exportan diariamente más de un millón de dólares de este fruto, principalmente a Estados Unidos, crearon y financiaron un sistema de autovigilancia y autogobierno, donde los carteles de la droga están ausentes, al igual que el Estado mexicano.
El control está bajo el mando de grupos de autodefensas o policías comunitarios que solo rinden cuentas a sus patrones.
Ejemplos de pueblos y ciudades que se están separando de facto, en todo o en parte, del Estado se registran en Monterrey, Guadalajara, Ciudad Nezahualcóyotl, y en los estados de Guerrero y Veracruz. ¿Cuál es la estrategia? Las milicias expulsan a los alcaldes y a las personas sospechosas de formar parte del cartel, desarman a los policías locales que generalmente son cómplices de los narcos, patrullan las calles en camionetas e incluso realizan juicios populares. Analistas observan en estas autodefensas una expresión auténtica de un reclamo social al que no puede responder el Estado: la seguridad. Otros creen que este fenómeno solo aceleró las rupturas dentro de México, debido a la proliferación de hombres armados sin capacitación que muchas veces actúan con impunidad.
Datos
Los sexenios de los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto suman 234 996 homicidios dolosos hasta octubre del 2017.
México está entre los 10 países más violentos del mundo por conflictos armados en la última década, según datos de la Universidad de Uppsala, en Suecia.
Fue declarado en 2016 como el segundo país más letal del mundo, solo detrás de Siria.