Juan Ortiz: A veces, la traición está justificada

Juan Ortiz, en la sala de su departamento con vista al valle de Tumbaco. En ese entorno, lleno de libros, se dedica a tiempo completo a escribir; va por su cuarto libro publicado. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

Juan Ortiz, en la sala de su departamento con vista al valle de Tumbaco. En ese entorno, lleno de libros, se dedica a tiempo completo a escribir; va por su cuarto libro publicado. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

Juan Ortiz, en la sala de su departamento con vista al valle de Tumbaco. En ese entorno, lleno de libros, se dedica a tiempo completo a escribir; va por su cuarto libro publicado. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

Desde el comedor de su departamento, donde además de comer sobre todo escribe libros, Juan Ortiz goza de una vista privilegiada: la cordillera, el valle de Tumbaco y el reservorio de Cumbayá, donde algunos días descansan bandadas de pájaros migratorios en su ruta de sur a norte o viceversa. Él los observa, seguramente lo hace con su actitud pausada, la misma que marca sus palabras en esta charla sobre la traición.

¿Qué sería del mundo sin los traidores?

La verdad pienso, y puede sonar un poco raro, que los traidores han cumplido un papel importante en la historia y en el desarrollo del mundo.

¿En qué sentido?

En el sentido de que yo creo que es lícito traicionar al traidor. Es decir, yo creo que las traiciones se dan en el momento en que aquella persona que mostraba adhesión a otro, por alguna razón, siente o piensa que debe renunciar a esa adhesión, porque sin duda el otro de alguna manera ya ha cometido alguna traición, ya sea hacia los ideales que compartían, los planes que los unieron o algo mucho más grave cometido hacia la patria, el Estado, la seguridad o lo que fuera.

Bajo esta lógica, ¿el traidor debe esperar ser traicionado?

Pues sí, porque ya está declarada la guerra. Ahora, digamos que hay circunstancias en que se justifica.

¿Cuál sería una buena razón para traicionar?

¿Qué tal si yo traiciono a mis amigos que están planificando un acto terrorista? Si yo al traicionar al otro defiendo una causa justa, pues esa traición es absolutamente justificable.

Pero en ese caso el traicionado cree también que su causa es buena.

Eso ya es problema de él si piensa que el secuestro o una bomba son buenos; pero si yo no estoy de acuerdo lo abandono.

En un mundo como el actual que no ve mal el individualismo, ¿la traición ha cambiado también de significado?

La fidelidad, la lealtad que uno exige a su pareja o a sus amigos no creo que haya cambiado con los tiempos, creo que eso es algo propio de la esencia humana.

Aunque no es lo mismo la idea de traición a la patria que tenemos hoy que la que se tenía en 1809, por ejemplo.

De hecho, la idea de patria en algunas culturas no existe.

Entonces ahí no hay traidores a la patria, ¿no?

Puede haber traidores al país, pero no a la patria. Pero sin duda los valores de los estados contemporáneos los veo diferentes de los anteriores. Por ejemplo, yo creo que quien en su momento traicionó, entre comillas, a la monarquía, en pro de un gobierno democrático y popular, no cometía una traición sino que más bien estaba protagonizando un acto de adhesión a nuevos principios y a un conglomerado humano mucho más amplio y que estaba siendo perjudicado por los que podían haber sido los excesos del absolutismo.

Muchos de ellos pagaron con la vida esa traición.

Por supuesto, y eso me remite a la primera pregunta. Es decir, en un determinado momento cometer ese tipo de acciones está justificado porque el bien que se defiende es mayor.

Aunque en ese momento quizá no se comprenda.

Por supuesto, es muy probable. Pero hoy, por ejemplo, defender a un régimen opresor, que irrespeta los derechos humanos, es un acto de traición al pueblo y sobre todo, que es lo más importante, a uno mismo. Porque yo creo que la peor traición que uno puede cometer es esa, como persona que puede manejar uno o varios códigos de ideas, de valores, de preceptos que, si no defiende, se está traicionando a sí mismo.

¿Por qué en la ficción el personaje del traidor es tan fascinante?

Es fascinante porque sin duda a la gente le gustan mucho los relatos de intriga, de no saber el alcance del malo, y al no saberlo tampoco conoce el alcance del alma humana, de lo que puede llegar el ser humano a cometer. Por lo que hemos visto, el ser humano es capaz de cualquier cosa.

Es decir, es un ser humano más completo, de alguna manera, con tantos matices, ¿no?

Yo no sé si completo, yo diría complejo y contradictorio. Y muchas veces dominado por las pasiones. Porque detrás de un acto de traición o deslealtad existe una pasión. Es decir, un sentimiento muy profundo que hace que pese a lo que sea yo prefiera cometer esa deslealtad que ya no sería una traición.

¿Desde el punto de vista del traidor porque piensa que está haciendo lo correcto?

Sí, lo correcto.

Si usted pudiera ser un personaje de ficción ¿preferiría ser traidor o traicionado?

Creo que preferiría ser el traidor, el malo, entre comillas, para luego justificar el porqué de la traición.

Pero hay traiciones sin justificación, por pura mala onda.

Por supuesto. Claro, están la maldad humana, los odios, las pasiones. Pero sí, yo creo que me gustaría ser el traidor, incluso uno feroz (se ríe), con espada y guillotina, que llegue a matar al monstruo.

Describa al traidor.

Hay básicamente tres elementos, que son conocidos, que mueven a un traidor, que lo motivan: el poder, el dinero y el sexo. El traidor debe tener una motivación muy fuerte, apasionada, una motivación feroz para efectivamente cometer ese acto. Ahora, sin duda, el traidor no quiere ser descubierto, el traidor quiere cometer su acción en tinieblas, de manera que el traicionado no se dé cuenta de que lo va a traicionar. Pero ocurre otra cosa que también es importante y es que para que alguien sea traicionado ese alguien primero debió haber depositado su confianza en el traidor, porque si no no habría traición. Y eso nos remite a otro problema del identikit.

¿Cuál?

Quizá decirlo suena feo, pero un poco es así, en el sentido de que primero hay que confiar en el otro para sentirme traicionado, o dicho de otra manera: mejor no confiar en nadie.

Sería un mundo horrible.

Terrible. De manera que yo creo que vivimos proclives a la traición como a una gripe.

¿Por qué cree que los cristianos siguen viendo con malos ojos a Judas si en realidad sin él y su traición no estarían aquí?

Eso me remite al ‘Evangelio según Jesucristo’ escrito por (José) Saramago, esa obra tan lúcida, tan extraordinaria y tan cuestionadora justamente del papel no solo de Judas sino del diablo, etcétera, en la religión católica. Digamos que Judas debió haber tenido sus motivos más allá de los denarios, ¿33?, que le fueron entregados y que él recibió. En algún momento se le prendió la chispa de la traición, capaz que antes de ser tentado por el dinero algo vio en este personaje.

¿Tendría envidia?

Envidia, celos, qué tal si es que a Judas le gustaba la Magdalena.

¿O pensaba que era peligroso lo que estaba proponiendo Jesús?

Claro, porque era un tipo revolucionario.

¿Qué hace que en ciertos sectores un valor como la lealtad pese tanto que incluso vaya en contra de lo que es correcto? En nombre de lealtad se apoyan o callan cosas que están mal.

Eso ya se puede llamar fanatismo. El fanatismo impide que una persona pueda discernir entre el bien y el mal, porque está tan obsesionado que puede justificarlo todo.

¿Por qué para algunas personas ser leal es un valor superior?

Pienso lo contrario, porque ser honesto es ser honesto también con uno mismo y si eso implica ser desleal, pues toca. La honestidad es un valor superior a la lealtad.

¿Cuál es la traición imperdonable?

Aquella que se comete no por defensa de convicciones sino por intereses vergonzosos, condenables. Cuando se traiciona para obtener un beneficio económico, de poder o de alguna otra naturaleza.

Juan Ortiz
Nació en Quito en 1954. Tiene una licenciatura en Ciencias Políticas por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y cursó un doctorado en Letras en la misma universidad. Ha trabajado en áreas como seguros, banca, derechos humanos y docencia. A inicios de marzo presentará su cuarto libro: ‘Esos diez años. 2007-2017’. Actualmente se dedica a tiempo completo a escribir.

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