Howard vuelve la mirada sobre Herman Melville, hombre de mar y un novel escritor del siglo XIX, cuya curiosidad lo enfrenta a la reticencia de un viejo ermitaño que prefiere esconder su pasado y ahogar sus pecados en silencio. Foto Referencial: Archivo/EL COMERCIO.
Con su último filme, ‘En el corazón del mar, el director Ron Howard ha vuelto a reapropiarse de hechos y personajes reales para traducirlos al lenguaje cinematográfico con un estilo personal, esta vez, en forma de una épica aventura marina.
Ya lo hizo antes con el genio matemático John Nash (‘Beautiful Mind’), el pugilista James Braddock (‘Cinderella Man’), el piloto de fórmula uno Niki Lauda (‘Rush’) o el periodista David Frost (‘Frost contra Nixon’).
Ahora Howard vuelve la mirada sobre Herman Melville, hombre de mar y un novel escritor del siglo XIX, cuya curiosidad lo enfrenta a la reticencia de un viejo ermitaño que prefiere esconder su pasado y ahogar sus pecados en silencio, pero de cuyo encuentro surgirá el clásico de la literatura, ‘Moby Dick’.
Basado en la historia sobre la tragedia del barco Essex, el director pone a Ben Whishaw a interpretar a un obstinado escritor que empeña todos sus recursos para acceder al testimonio del último sobreviviente de un naufragio rodeado de grandes hazañas y fantásticas historias.
Entonces, la memoria del viejo marinero lo devuelve a 1820, en los años de su adolescencia, cuando se enlistó como grumete de un barco ballenero en Nantucket, EE.UU., cuando la pesca de cetáceos era un rentable pero arriesgado negocio.
Cuidando cada detalle de la ambientación, la historia va revelando la tensa relación entre el novato capitán George Pollard (Benjamin Walker) y el primer oficial Owen Chase (Chris Hemsworth) que guían a la tripulación del Essex en busca del ansiado tesoro marino.
Aunque circunstancial, la escala del Essex en las costas ecuatorianas de Atacames será el punto de referencia que desemboca en el encuentro de los marineros con una descomunal ballena blanca, que impulsada por una cólera casi humana termina hundiendo el barco.
A la deriva y con pocos recursos, la soledad, el hambre, y la desesperanza son elementos que van descubriendo al hombre que no dudará en atentar contra sí mismo en su lucha por sobrevivir.
Hemsworth aprovecha la oportunidad para intentar escaparse de la rutina de superhéroe y dejar que su personalidad y técnica actoral se adapten a los desafíos impuestos por esta travesía.
En busca de un sobrio realismo, Howard ha orquestado un espectáculo visual apabullante, entre fastuosos paisajes e imágenes creadas por ordenador.
Y sobre ese mismo telón deja que se revelen el valor y la esperanza, pero también la codicia y la arrogancia de pensar que la naturaleza se dejará someter a los caprichos del hombre.