Paul Hermann en un pasillo del Instituto Superior Tecnológico para el Desarrollo Ispade, en Quito, donde es docente de las materias humanísticas. Foto:Diego Pallero / EL COMERCIO
Paul Hermann nació en Quito pero la cultura chilena se coló en su vida desde muy pequeño por influencia de su padre -un emigrante chileno que llegó al país a inicios de la década de los setenta-. Sentado en la oficina que tiene en el Instituto Superior Tecnológico para el Desarrollo (Ispade), donde es profesor de las materias humanísticas, rememora aquellos años en los que su padre le hablaba de los huasos (campesinos de Chile) y reflexiona sobre el terror provocado por acontecimientos como el 11S de Chile y de EE.UU.
¿Si tuvieras que poner un rostro al terror cuál sería?
Sería el de la cara de varios políticos. Con el pretexto del Socialismo del Siglo XXI, en los últimos años, muchos políticos abusaron de las personas por ese afán de perpetuarse en el poder, de manipular las cosas a su antojo, y de quitarle la voz a las personas y a los medios. Hasta ahora vemos cómo dictadores como Maduro manipulan el poder para hacer las cosas a su antojo, en desmedro de millones de personas abandonadas. La cara del terror está en políticos como él.
¿El expresidente Augusto Pinochet también no es uno de esos rostros?
Sin duda Pinochet es una de las caras más terribles del terror porque en su momento tuvo el poder absoluto. Eso le permitió tener una licencia para hacer todo lo que él creía que era correcto. Las consecuencias de ese poder desmedido fueron miles de personas asesinadas, desaparecidas y la presencia de campos de concentración como el que hubo en el desierto de Atacama. Hace algún tiempo pude visitar, cerca del Palacio de la Moneda, una casona vieja donde se metía a todos los partidarios de Allende que eran torturados y asesinados sin más.
¿En qué momento el terror saltó del mundo de lo privado y se hizo visible en la esfera pública?
Creo que los medios y las redes sociales tienen mucho que ver en la posibilidad de transparentar el terror. Recordemos que Pinochet tenía un vínculo directo con el dueño de El Mercurio, un diario que muchas veces manipuló la verdad y que en otras no decía nada. Ahora ya no se puede mantener los abusos de los dictadores en la esfera de lo privado porque son transparentados por las redes sociales.
¿Por qué es tan efectivo el terror político?
Porque el ciudadano es frágil ante el poder. Imagínate lo que es enfrentarte a una maquinaria estatal donde los individuos quedamos totalmente desprotegidos.
En ese contexto el terror es permanente.
Claro, eso se puede ver en los comentarios que la gente publica en las redes sociales y que luego por miedo los borra. Antes se vivía con miedo de decir algo porque podías ser perseguido. En la actualidad el panorama ha cambiado un poco pero sí hubo un momento, en estos últimos 10 años, que había cierta persecución y si decías algo enseguida te caía un ejército de personas que te amenazaba o amedrentaba. Muchos de los ecuatorianos vivieron ese terror y eso los convirtió en personas más frágiles y vulnerables.
En el ámbito internacional, ¿cuáles son los rostros que más terror provocan?
Creo que estamos en un momento en el que la política está muy vinculada al narcotráfico. Ecuador no había vivido experiencias como las que sufrimos con tus compañeros (Javier Ortega, Efraín Segarra y Paúl Rivas) hace unos meses. Más allá del poder político que puede vulnerar cualquier libertad y cualquier derecho está toda una organización empecinada en hacerse rica por medios ilícitos, como el narcotráfico. Esa es la verdadera cara del terror. Lo terrible de todo esto es que llegamos a un punto en el que no se puede diferenciar entre los rostros y saber cuándo la máscara de la comedia se vuelve la máscara de la tragedia.
A este terror político le podríamos sumar el terror religioso.
Creo que las cruzadas de la Edad Media no han terminado. Lo que me preocupa en casos como el del 11S de Estados Unidos son los comentarios de personas que están contentos de que se haya derribado uno de los símbolos del mundo capitalista. Me parece terriblemente canalla porque finalmente los ciudadanos más vulnerables fueron los que terminaron pagando las consecuencias de este rostro del terror. Lo que pasó ese día se convirtió en un trauma colectivo que no ha sido superado. Tengo amigos que viven en Nueva York y me han contado que cuando pasan por el puente de Queens camino a Manhattan y miran el espacio vacío de las torres y solo se sientan a llorar.
¿Crees que todavía no tenemos clara la diferencia entre el terror y el terrorismo?
Creo que el terror es un recurso que utiliza el terrorismo para poder llevar a cabo sus propósitos. Un terrorista es una persona que actúa de una forma extremadamente violenta para lograr sus objetivos. Pensemos en Pablo Escobar, un personaje que se ha puesto de moda en los últimos años gracias a ciertas producciones de televisión donde termina convertido en una especie de héroe. La gente se engancha tanto con esas historias que termina queriendo que le vaya bien en lo que hace. Cuando pasó la tragedia de tus compañeros nos dimos cuenta que el narcotráfico no es algo que solo pasa en el mundo de la ficción sino que es real.
¿No estamos convirtiendo a estos rostros del terror en una especie de estrellas de la cultura pop?
Por supuesto. Ahora Popeye (el lugarteniente de Pablo Escobar) se vende como una estrella pop. Hace un tour en Medellín donde te cuenta dónde mató a una persona o dónde secuestró a otra. Muchas veces la falta de conocimiento de los latinoamericanos sobre sus referentes culturales ha hecho que tomemos como referentes a estos terroristas pop. Imagínate la gente no sigue la ruta Pablo Neruda de poesía en Chile sino la ruta de la muerte de Popeye en Colombia.
¿Cuáles son las secuelas que perduran del terror provocado por la dictadura de Pinochet?
Son muchas, pensemos que muchos chilenos, que migraron sobre todo a países como Ecuador y Venezuela, nunca volvieron, ese fue el caso de mi padre. Y ahí se abre un hueco porque el migrante siempre quiere volver a su país. Muchas veces esos ciclos no se cierran con el migrante sino con sus hijos, como en mi caso.
¿La memoria es una herramienta efectiva para luchar contra el terror?
La memoria es uno de los conceptos más importantes que se manejan actualmente en el mundo de la cultura. Es un antídoto para no volver a los errores del pasado. Sirve para castigar a aquellos que salieron inmunes en su momento. Se tiene que recuperar no solo la memoria de los ganadores, llena de momentos victoriosos, sino la vida de aquellos que no han tenido espacio en la historia oficial de los países.
¿Se puede pensar al terror despojado del miedo?
Para mí los conceptos son similares. El terror trae una escala mayor de miedo. Puedes vivir con miedo y controlarlo, incluso puedes pensar que el miedo es una herramienta que te permite no estancarte en la vida pero el terror te paraliza, te deja frente a la cara de lo que tú consideras lo peor. Es lo que utilizan algunos políticos para inmovilizarnos, para que dejemos de decir las cosas.
Hay el terror material del que hemos hablado pero también está el terror sobrenatural y que está más conectado a la literatura.
Hay varios tipos de terror en la literatura. El que tienes frente al fantasma o al aparecido; está el terror que aparece en las historias de Asimov o Lovecraft que surge con el extraterrestre; pero también tienes el terror gore que quizás lo vivimos de forma más cotidiana y que está protagonizado por el terrorista o narcotraficante que te secuestra o te viola.
¿A qué le tienes terror?
A la muerte. A veces pienso que los años van pasando y que no he hecho lo suficiente. Más que miedo a morir tengo terror a la muerte de las personas que quiero. Eso es algo que te vuelve vulnerable.