Teodoro Wolf y las islas Galápagos

El estudio fue impreso en Quito en 1879, a cuatro años del trabajo de campo.

El estudio fue impreso en Quito en 1879, a cuatro años del trabajo de campo.

El estudio fue impreso en Quito en 1879, a cuatro años del trabajo de campo.

En el archivo histórico-documental de la biblioteca de la Universidad Central del Ecuador existe un pequeño folleto publicado por Teodoro Wolf en 1879, el cual, por su propia naturaleza, es una ra­reza bibliográfica y se relaciona con un estudio sobre el clima de las Islas Encantadas efectuadas por este ilustre científico en 1875.

Mucho se ha escrito sobre el Archipiélago de Colón en los campos turístico, ecológico y medioambiental. Basta revisar la bibliografía, sobre todo en inglés. Sin embargo, desde la perspectiva histórica, las noticias son muy relativas, razón por la que muchos ecuatorianos no conocen lo suficiente sobre el pasado de estas islas y menos sobre aspectos científicos, como su origen volcánico, que explica el actual proceso eruptivo del volcán La Cumbre, de la isla Fernandina.

“Nueve grados al Oeste de las costas ecuatorianas se halla el Archipiélago de los (sic) Galápagos, del que se posesionó la República del Ecuador el 12 de febrero de 1832, mediante una expedición al mando del coronel Ignacio Hernández, a quien envió el Gobierno, a consecuencia de una denuncia hecha por el general Villamil.

“La masa principal de las islas y las cinco mayores, es decir, Albemarle (Isabela, 4 588,12 km²), Indefatigable (Santa Cruz, 985,55 km²), Narborough) Fernandina, 642,48 km²), James (San Salvador, 584,65 km²) y Chatam (San Cristóbal, 558,08 km²), se encuentran entre la Línea Equinoccial y el primer grado de latitud austral. Solamente las tres pequeñas de Abington (Santa Fe, 59,40 km²), Bindloe (Marchena, 129,96 km²) y Tower (Genovesa, 14,10 km²), caen al otro lado de la línea y, dos, no mucho más grandes, Hood (Española, 60,48 km²) y Charles (Floreana, 172,53 km²).

Regularmente se cuentan 13 islas, añadiendo a las que acabamos de nombrar, las de Barrington (Santa Fe, 24,13 km²), Duncan (Pinzón, 18,15 km²) y Jervis (Rábida, 4,99 km²), y desatendiendo las numerosas isletas menores que rodean las islas principales, y los pequeños y desiertos islotes de Wenman (Wolf, 134 km²) y Culpepper, que se hallan 27 leguas al Noroeste de Abigton.- El diámetro longitudinal del Archipiélago desde Chatam hasta Narborough mide 53 leguas, y el latitudinal, desde Abington hasta Floreana, 41 leguas; de manera que las islas se hallan esparcidas sobre un área del océano Pacífico de más de 2 000 leguas cuadradas, sin embargo, reunidas ellas, formarían apenas 240 leguas cuadradas de tierra firme.
(Cada legua cuadrada mide 23,30 km²)

“El naturalista, que en ocho días navega desde las hermosas orillas del Guayas a ese Archipiélago, al contemplar la muy escasa y singular vegetación de las islas, con la cual están en perfecta armonía los animales, no menos singulares que las habitan, se cree uno trasladado a uno de los países extratropicales…

“Indagando las causas físicas del carácter tan singular y anormal de los organismos de las Islas Galápagos, las encontramos a nuestro parecer en la formación geológica particular de ese Archipiélago y especialmente en su clima…

“Si nos fijamos en un mapa hidrográfico, en que se hallen indicadas las corrientes de los mares, veremos que la gran corriente llamada del Perú o Humboldt, que viniendo del mar Antártico baña las costas de Chile y del Perú, desde el Cabo Blanco (….) abandona las costas y se dirige hacia el Noroeste, pasando por el Archipiélago de las Galápagos. Las aguas de esta corriente son considerablemente más frías que las del océano intertropical libre de corriente (…. )

“Todas las islas, sin excepción, son volcánicas en todas sus partes. Se puede distinguir una formación volcánica antigua y otra más moderna. La primera, que consta de tobas y areniscas volcánicas (palagonitas), se halla muy reducida y en pedazos aislados en las regiones bajas de las islas (…). Es verdad que el terreno de la zona inferior presenta un aspecto muy diferente del de la zona superior; pero la exacta observación y algunas reflexiones sencillas, nos convencen de que geológicamente no hay ninguna diferencia esencial entre los terrenos de las dos regiones y de que ambas pertenecen a una misma formación volcánica, tanto por los materiales constitutivos, cuanto por su edad relativa.” (Teo­doro Wolf, ‘Apuntes sobre el clima de las Islas Galápagos’, según las observaciones hechas durante un viaje en los meses de agosto a noviembre de 1875, Quito, Imprenta Nacional 1879, pp. 1-9)
Sobre el mismo tema, otra de las reliquias documentales que se hallan en la misma biblioteca de la Universidad Central corresponde a la revista establecida en 1883, con el nombre de ‘Anales de la Universidad de Quito’. En el número 38 existen varios artículos sobre las Galápagos, los cuales -en su mayoría- hacen referencia a los trabajos de Wolf, Darwin, Dampier, Davis y otros viajeros y científicos del siglo XIX.

“Todas las islas están formadas por rocas de origen volcánico.(…) Las islas más elevadas tienen generalmente un cráter en la cumbre y otros pequeños en los flancos de las montañas y aun en su parte inferior; según Darwin, algunos de estos cráteres que dominan en las islas mayores, tienen una grande extensión, y se hallan situados a 900 y 1 200 m de altura. En cuanto a los orificios volcánicos más pequeños que existen en sus flancos, se puede asegurar que hay cerca de 2 000 en todo el archipiélago. Estos cráteres están formados por lavas, escorias o por tobas perfectamente estratificadas a modo de areniscas”, se señala en los ‘Anales...’.

“Los cráteres superiores que han sido visitados tienen su parte meridional como desmoronada, lo que se explica por la acción combinada del viento y de las aguas del mar, en la época de su formación, la cual ha tenido lugar en el seno de aquellas. Muchas de estas bocas han dado señal de actividad en épocas recientes.

Lord Byron, que estuvo en las Galápagos, con el buque inglés Blonde, en 1735, presenció una erupción en la isla Albemarle (Isabela) cuando su buque se hallaba en la bahía Bank; el Tagus, también de la Marina británica, vio en 1814 dos cráteres con ignición, y en los viajes del capitán Morrel se describe una terrible explosión volcánica ocurrida en 1825”.

Finalmente, comentaremos que en la citada revista existe un dato por demás curioso relacionado con el decreto por medio del cual se cambiaba de nombre a todas las islas, y oficializando el nombre de Archipiélago de Colón, el cual fue emitido con oportunidad del cuarto centenario del descubrimiento de América.

“Art. 2º Para perpetuo recuerdo de aquel gran descubrimiento y gloria del héroe que lo llevó a cabo, así como de los personajes y circunstancias principales que en aquel intervinieron, desde la promulgación de esta ley, se denominará Archipiélago de Colón al de las Galápagos, y las islas principales que lo componen cambiarán respectivamente sus nombres (…)”.

“Dado en Quito, capital de la República, a 8 de agosto de 1890 (…) Palacio de Gobierno, Antonio Flores, Presidente…”

*Doctor en Historia. Investigador especializado en temas nacionales. Autor de varios libros.

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