Hugo Arias, docente, recurre a su familia cuando hay problemas de accesibilidad. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
El teletrabajo tiene desafíos para las personas con discapacidades visuales, auditivas o motrices. La falta de accesibilidad es una de las mayores barreras para seguir laborando.
Diana Suasnavas, no vidente, cuenta que el primer reto al que se enfrentó fue invertir en el arreglo y actualización de su computadora. Suasnavas es máster en educación infantil y trabaja en el área de Educación de Yaku Museo del Agua.
El dispositivo debe permitir la instalación de un lector de pantalla sin el que Suasnavas no podría trabajar. Si bien existen programas gratuitos, los más amigables con el usuario son pagados. Uno de ellos es Jaws, que tiene un costo de USD 90 anuales.
Hugo Arias también es no vidente y es docente investigador de la Universidad Tecnológica de Indoamérica. Asegura que los programas que se usan en el teletrabajo no son 100% accesibles.
Suasnavas concuerda. “Si a una persona sin discapacidad le toma 20 minutos explorar una herramienta, a nosotros nos toma el triple”, asegura.
Sandra Sánchez, doctora en informática y docente de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), dirige estudios sobre accesibilidad y usabilidad. Para ello se observa a los grupos objetivo, se usa herramientas automatizadas y se estudia manualmente el diseño de las distintas plataformas.
Se han estudiado servicios como Facebook, YouTube y Teams. En todos se encontraron errores. “Falta que las nuevas generaciones de desarrolladores tengan conciencia con respecto a las discapacidades”, opina Sánchez.
Al inicio de la pandemia, en la institución en la que labora Arias se usaba la ‘app’ de reuniones en línea GoToMeeting. Explica que este programa no permite que el lector de pantalla haga su trabajo.
Las más usadas son Teams y Zoom. Aunque son mucho más accesibles, tienen varios errores para estos usuarios.
El lector de pantalla no funciona correctamente con Teams. Acciones como compartir pantalla tampoco son accesibles. “En una reunión es complejo decir ‘denme un segundo, no encuentro el botón’”, señala el docente.
Teams tampoco permite el uso de comandos para activar o desactivar el audio o el video, compartir pantalla, cerrar chats y ver participantes.
Uno de los problemas de Zoom se presenta la primera vez que se lo usa. Se debe ingresar el nombre del usuario, pero esta opción no es accesible para el lector de pantalla. “En estos casos, tengo que pedirle ayuda a mi esposa o a mi hija para hacer el clic”, dice Arias.
Compartir pantalla o permitir que otra persona grabe la conversación también son acciones de difícil acceso.
El análisis de Zoom realizado por Sánchez reveló, entre otros, errores relacionados al texto alternativo de imágenes o enlaces, útil para las personas no videntes. También identificó problemas de contraste que perjudican a usuarios con baja visión o daltónicos.
Suasnavas dice que hay que tomar en cuenta el sinsentido que para las personas sordas representa el exceso de teleconferencias, principalmente si es que no se activan las cámaras, lo que permitiría la lectura facial de los participantes.
Sánchez agrega que es necesario poner un límite al tiempo en pantalla exigido a las personas con discapacidad motriz.
En Ecuador, en 2014 se aprobó la Norma INEN ISO 40500, un reglamento internacional que procura la accesibilidad al contenido web. Los portales públicos y de servicio público deben cumplir con esta norma. El plazo para adaptar los sitios venció en agosto de 2020.