Las tejedoras de Zuleta acumulan sus tejidos y bordados tradicionales debido a la falta de pedidos por la pandemia. Foto: Archivo / El Comercio
Teresa Casa es una artesana ibarreña. Forma parte de la tercera generación de una de las decenas de familias de Zuleta, que, por décadas, se ha dedicado al bordado a mano.
Antes de la pandemia provocada por el covid-19, en su taller trabajaba un promedio de 30 mujeres. Todas estaban dedicadas al bordado de blusas, accesorios y bisutería, que eran adquiridos por turistas locales pero, sobre todo, por turistas internacionales.
Durante los primeros meses de la emergencia sanitaria, Casa cuenta que la producción bajó a cero por la falta de turistas y por el cierre de las galerías a las que vendían sus artesanías. “En las últimas semanas -dice- hemos reactivado un 10% de la producción, pero nuestra situación sigue siendo crítica. Las galerías nos han devuelto cerca del 90% de nuestras artesanías y los turistas aún no han regresado”.
La situación durante estos meses también ha sido crítica para la familia de Domingo Carranza. Él es un artesano de la comunidad manabita de Pile y se ha dedicado a la confección de sombreros finos de paja toquilla por más de 40 años.
En 2017, uno de los sombreros que tejió Carranza se exhibió en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa). En estos tres meses, él y los miembros de su familia han tejido 35 sombreros finos de paja toquilla, pero no han podido vender ninguno.
“Los más de 200 artesanos que hay en Pile seguimos tejiendo, pero los sombreros están embodegados porque no hay compradores. Hasta ahora no hemos recibido ningún apoyo por parte del Estado. Estamos sobreviviendo gracias a los pocos ahorros que teníamos”, explica Carranza.
La situación de los artesanos que son parte de la Escuela Quiteña de la Ronda es similar a la de los que viven en Pile y Zuleta. José Luis Jiménez, un artesano dedicado a la talla en madera, explica que el 90% de sus artesanías, antes de la pandemia, eran compradas por turistas internacionales y que ha podido subsistir, estos tres meses, gracias a sus ahorros.
Los ingresos de Jiménez provenían de la venta de réplicas, hechas a mano, con la técnica de la Escuela Quiteña, de bargueños, esculturas y marcos en pan de oro. Por la crisis, ha tenido que prescindir de los servicios de los ayudantes con los que trabajaba y buscar otras formas de obtener ingresos.
En el Plan Integral de Contingencia para las Artes y la Cultura, presentado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio, se anunció que el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) abrirá una línea de fomento de USD 250 000, enfocada en artesanos portadores de saberes ancestrales y en procesos de gestión cultural comunitaria. Según el documento, esta línea sería publicada la última semana de mayo, sin embargo, hasta el mediodía de ayer no fue activada de manera oficial.
Pese a la situación crítica que están viviendo las artesanas de la comuna de Zuleta, Casa no pierde la esperanza de que la venta de sus artesanías bordadas a mano se reactive en las próximas semanas.
“Es duro lo que estamos viviendo, pero pese a todo seguiremos, porque nosotros no bordamos un hebra de hilo o un retazo de tela, sino los sueños y esperanzas de decenas de mujeres”, finaliza Casa.