El taller, que ser realizará en la Casa de la Música, contará con la dirección del músico ecuatoriano Samir El Ghoul. Foto: archivo / EL COMERCIO
La tarde del viernes 13 de noviembre del 2020, entre las 14:30 y 18:30, la Casa de la Música se convertirá en un laboratorio sonoro. En este espacio se realizará una nueva edición del Encuentro Pedagógico de Jóvenes Pianistas. El taller contará con la dirección del músico ecuatoriano Samir El Ghoul.
El encuentro está dirigido a estudiantes de piano, ejecutantes u oyentes, de cualquier conservatorio o facultad de música del país. El Ghoul cuenta que este taller tiene varios objetivos, uno de ellos es compartir sus conocimientos con los pianistas jóvenes y ayudarlos con consejos prácticos.
“También es una oportunidad -dice- para que los pianistas jóvenes que hay en la ciudad se conozcan, expongan su trabajo en público, lo compartan con sus colegas y sean críticos”.
¿Qué recuerdos tiene de sus primeros encuentros o talleres, en sus años de aprendiz de painista?
Mi primer recuerdo es tan lejano como vívido. Fue en el Conservatorio Nacional, que en aquel tiempo funcionaba sobre la calle Madrid. Me parece que el piano era un Ibach, alemán. Recuerdo la textura de la mecánica del instrumento. Al final del ciclo de clases maestras tuve la oportunidad de presentarme en el Teatro Sucre. Esa noche sentí cómo se consolidó mi relación con Quito, algo que hasta hoy tengo el privilegio de preservar.
¿En qué aportan estos encuentros no formales en la carrera de un pianista joven?
La música es un arte de exhibición. Suena a blasfemia, pero no veo razón para intentar tapar el sol con un dedo. El desarrollo pianístico de una persona joven forzosamente va de la mano con la necesidad de verse expuesto a un público. Ya sea en el contexto de la clase semanal, en la que usualmente los compañeros están presentes, observando el proceso del otro, o bien frente a un auditorio de ciertas dimensiones. Para un músico joven, saberse expuesto resulta siempre una motivación. El ego entra en juego. Entonces, la explotación del talento puede resultar ilimitada. Bajo esa dinámica se puede gestar un intercambio de ideas, que nutre a quienes se encuentran dentro de la burbuja creativa, es decir, el taller, encuentro pedagógico, o como queramos llamarlo. Bajo esa misma dinámica, asumida y administrada inteligentemente, un pianista joven puede traspasar con creces sus propios límites evitando cualquier cuestionamiento inútil y destructivo, sobre la factibilidad o imposibilidad de aquella hazaña que se propone lograr. Al decir esto, pienso en el Conservatorio Tchaikovski de Moscú, que siempre he comparado con un volcán en permanente erupción. Basta caminar por sus pasillos para sentir cuánta música y fervor produce.
La vida de un pianista joven está llena de directrices, ¿cuál fue el consejo o la idea que marcó sus años de pianista emergente, y quién se lo dio?
He estado expuesto, en varios países y escuelas, a muchas tendencias pianísticas contrapuestas. Escuchar a cada maestro defender su verdad a capa y espada resulta en ocasiones perturbador. Más bien hablaría de mis conjeturas, producto de los consejos que recibí, siempre muy valiosos y generosos. Pero la hoja de ruta la establece cada pianista, independientemente de su edad o nivel de experiencia. Hablo de intuición, musicalidad, talento, cepa, deseo, fiebre de lograr el cometido a cualquier costo. Estos elementos son los pilares de la carrera musical.
¿Cuál es el nivel en los pianistas jóvenes del país, en relación al que escuchó en Europa?
Europa lleva siglos de tradición musical docta. Existen ciudades europeas que giran en torno a su agenda cultural. La oferta es infinita, y en la mayoría de casos, de muy alto nivel. Los referentes no faltan y la capacidad autocrítica forzosamente se instaura muy tempranamente en los músicos en formación. Me atrevo a decir que en el Ecuador, los músicos tienden a no compararse lo suficiente con quienes llevan la delantera en lo musical. Hay que observar puertas afuera, y no puertas adentro. Hacerlo, con humildad y sensatez, indudablemente impulsa a cualquiera hacia adelante. El perfeccionamiento pianístico es imposible si la honestidad no prima.
Este año, la escena musical ha cambiado a causa de la pandemia, ¿cuáles son los retos que tiene un pianista joven en el actual contexto?
La pandemia ha sido la ruina de los jóvenes artistas, sean estudiantes, o músicos emergentes. No lo veo de la misma manera para aquellos músicos consagrados que ejercían exitosamente su carrera sobre el escenario. Para dar una clase de piano, un maestro debe tener la posibilidad de observar de cerca los gestos, postura y desenvolvimiento general del alumno. El sonido que se produce, jamás podrá ser transferido debidamente por los dispositivos modernos. El micrófono de un teléfono inteligente, o incluso de un excelente computador, jamás sonará como la caja de resonancia de un piano. Aquel sonido real, en vivo y en directo, nos habla de cómo el alumno organiza su musculatura para la ejecución de la obra. Es revelador. Además, en una clase de piano, la misión de un profesor llega hasta la activación de la sensorialidad general del alumno, lo cual implica un mínimo de contacto, rectificación de posturas, reubicación de miembros. Entonces, el reto de un pianista joven que aspira a subirse a los escenarios del mundo sería estar preparado no para llegar a la cima, sino para caer abruptamente, sobrevivir, y levantarse con la frente en alto.