En las islas no habitadas de Galápagos también se hallaron residuos plásticos

Un lobo marino rodeado de desechos en Cabo Hammand, Isla Fernandina. Foto: Cortesía Galápagos Science Center

Un lobo marino rodeado de desechos en Cabo Hammand, Isla Fernandina. Foto: Cortesía Galápagos Science Center

Un lobo marino rodeado de desechos en Cabo Hammand, Isla Fernandina. Foto: Cortesía Galápagos Science Center

Un descubrimiento ha puesto en alerta a científicos y ambientalistas en Galápagos. Se han encontrado desechos plásticos en sitios donde se creía que no representaban un problema serio, porque se trata de islas sin presencia humana.

¿De dónde llegan los plásticos entonces? Son arrastrados por las corrientes oceanográficas, según Juan Pablo Muñoz, docente e investigador del Galapagos Science Center de la Universidad San Francisco de Quito. El experto llegó a esa conclusión luego de cumplir un crucero de investigación que recorrió 13 islas de Galápagos durante 15 días. Fue en octubre de 2014.

En la travesía, Muñoz y una docena de científicos ecuatorianos recorrieron zonas habitadas y también sitios en los que no hay presencia humana. En el viaje se analizaron cerca de 10 kilómetros de costa.

Se recolectaron las muestras con redes de arrastre en el mar y, en tierra, se elaboró un censo de desechos arrastrados por las corrientes. De los 17 arrastres realizados, que cubrió una superficie marina de 59 kilómetros, en el 76% se halló microplástico. Estas diminutas partículas se originan luego de la interacción del plástico regular con el agua y el sol. “Los plásticos pierden su estructura en el mar, convirtiéndose
en pequeñas partículas altamente dañinas”, dijo Muñoz.

Lo grave, aseguró el experto, es que muchas especies son afectadas por la ingesta de este material. De hecho, se calcula que para el 2050, el 95% de las aves marinas del mundo tendrá residuos plásticos en sus estómagos.

Otro dato que se conoció luego de analizar la superficie costera fue la cantidad de piezas plásticas encontradas. En promedio, los científicos contabilizaron 1 500 piezas plásticas grandes por cada kilómetro recorrido, una cifra considerable dada la fragilidad del ecosistema de Galápagos.

A pesar de la gravedad, Muñoz asegura que esto es solo una parte del problema. Las toxinas liberadas por el plástico en el océano podrían producir efectos irreversibles en especies como delfines, ballenas, tortugas y en varias clases de peces. “Desde el plancton, a las ballenas, y finalmente el ser humano, podrían verse afectados por el efecto de las toxinas en el interior del organismo”.

¿Qué hacer al respecto?

A criterio de Muñoz, las medidas implementadas por la Dirección del Parque Nacional Galápagos y la autoridad ambiental son positivas. Pero la problemática, dijo, va más allá de la realidad nacional.

Datos del instituto francés

5 Gyres dan cuenta que 8,4 millones de toneladas de basura ingresan al océano anualmente. De esta cifra, entre el 60% y 80% corresponde a plásticos.

Viviana de la Rosa, directora de Educación Ambiental y Participación Social de la Dirección del Parque Nacional Galápagos, dijo a la Agencia EFE que el proyecto para eliminar el consumo de fundas plásticas tipo camiseta en Galápagos comenzó en el 2011 y que la prohibición de ingreso entrará en vigencia a partir del 10 de agosto próximo.

La reducción del uso de fundas se suma a otras campañas ambientales, por ejemplo, la de retirar del archipiélago más de 35 000 neumáticos usados. También está el programa Cero combustibles fósiles para Galápagos, que se enfoca en el uso de energías alternativas en las islas.

El control del ingreso de las fundas se añadirá al régimen especial que actualmente se maneja en la región Insular. Todo visitante debe llenar un formulario donde asegure que no ingresa semillas, comida o productos que puedan alterar el ecosistema natural.

“El problema del plástico lo generamos todos. Y todos debemos colaborar para remediar la situación”, dijo Muñoz.

De ahí que considera indispensable la generación de más investigación para la acción, promover una cultura que rechace el exceso de envolturas innecesarias, además de buscar alternativas de materiales que se degraden con mayor facilidad.

“El problema no es el plástico en sí. El conflicto está en el mal uso que se le da y en su disposición final”.

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