Murphy Cooper. La relación padre-hija define el nexo entre ciencia y amor. Foto: Captura.
Un impulso triunfante pone en marcha a ‘Interestelar’, filme de Christopher Nolan. Es triunfante porque carga la esencia de las grandes épicas del pasado, porque tiene personajes insuflados de un espíritu romántico, porque ellos no entran dócilmente en la buena noche y se enfurecen ante la muerte de la luz, como dicta el poema de Dylan Thomas, repetido en varias escenas.
La Tierra está en decadencia, el polvo lo cubre todo y una plaga acaba con los sembríos. Mas Cooper (Matthew McConaughey) no se doblega ante la crisis. Este expiloto de la NASA que devino granjero, este granjero que se convierte en héroe, emprenderá -junto con un reducido equipo de ‘valientes’- una misión más allá de la galaxia, sacrificando tiempo y familia, con la intención de hallar un nuevo hogar para la humanidad.
Esa humanidad está representada por EE.UU. -el punto de enunciación de Nolan- y la misión salvadora es una tarea monocultural: Occidente figura como redentor de la especie, algo contrario a las misiones internacionales que la ficción ha enviado al espacio en cintas recientes.
La decadencia de la especie y de su casa -el contexto que dispara los acontecimientos– está en la fijación por satisfacer sus necesidades básicas, relegando sus anhelos de conocimiento.
El hambre de alimento es también un hambre de esperanzas; la ruindad del entorno atenta contra la libertad del intelecto.
Al igual que un agujero de gusano, el relato sabe dónde empieza pero no dónde terminará y, secuencia tras secuencia, aumentan las intrincaciones.
El filme se vuelve cómplice de sus propias aspiraciones, una alegoría de su trama. Mientras el universo, la relatividad y el saber sobre las dimensiones espacio-temporales se amplían, más empata el relato con los espacios íntimos del ser humano, sus emociones, el amor.
Similar a la gravedad, como una instancia permanente en las dimensiones del universo, el amor asoma como solución. “Aunque los amantes se pierdan quedará el amor; / y la muerte no tendrá señorío”, dice otro poema de Thomas no incluido en el filme, pero acorde a su propuesta.
‘Interestelar’ es ciencia ficción con un fuerte hilo emocional. Se trabaja sobre el pasado y la psicología de los personajes, mientras que lo estrictamente científico queda como un colchón, pues predominan los nudos de la historia; entre ellos, las relaciones padre-hija que motivan el desarrollo del filme.
La narrativa de Nolan es recursiva en la palabra y el ritmo. Lo es también con la limpia fotografía de Hoyte Van Hoytema y la música orgánica de Hans Zimmer. Esa suma combate a efectismos innecesarios.
Las referencias filmográficas pueden sumar una decena de títulos, el más recurrente sería ‘2001. Odisea en el espacio’ y otros serían ‘Solaris’ y ‘Gravedad’. Con esta última, ‘Interestelar’ comparte el motivo del ‘nostos’, del viaje de regreso al hogar, sea este el ya habitado, la Tierra, o algún otro planeta con un biotipo similar y por explorar. Y para cumplir con ello, Nolan discurre, con visión triunfante, sobre el espíritu humano, románticamente inquebrantable.