La productividad decae cuando se superan las 50 horas de trabajo a la semana. Empresas y países buscan un equilibrio entre trabajo, familia y ocio. Foto: EL COMERCIO
La cuarta revolución industrial cambiará el mercado del trabajo a escala global y eso obliga a plantearse, al menos, dos preguntas: ¿es necesario cambiar las leyes actuales cuando no se sabe cómo serán los empleos de aquí a diez años? Y si es necesario hacerlo, ¿qué deben contener esas reformas para afrontar los nuevos retos en materia laboral?
Las respuestas a esas preguntas son variadas y dependen del país o de la empresa consultada. En Ecuador, las reformas laborales aún se desconocen, pero las propuestas presentadas desde hace varios meses apuntan a flexibilizar las leyes para bajar los costos de contratación y despido. El argumento es incentivar la contratación de trabajadores.
Aunque no se prevé modificar la jornada de 40 horas semanales, sí se ha planteado distribuir ese número de horas a lo largo de seis días, en función de las necesidades de la empresa. Esto puede implicar que un día de trabajo puede tener hasta 12 horas, pero deberá ser compensado con una menor carga laboral en otro día.
El Gobierno chileno acaba de lanzar una propuesta parecida, aunque es para frenar una iniciativa de la oposición que está ganando adeptos, incluso, en las filas del oficialismo.
En este país, que es un referente de libertad económica en Latinoamérica, ha tomado fuerza el proyecto impulsado por la diputada Camila Vallejo, del Partido Comunista, quien propuso reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales, sin que eso implique una reducción de sueldos a los trabajadores.
Esta iniciativa, que ofrece a los trabajadores más tiempo para la familia y el ocio, fue aprobada la semana pasada por la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados y se espera que llegue al Congreso en octubre próximo.
Como era de esperarse, la propuesta desató críticas de los sectores empresariales y también del gobierno de Sebastián Piñera. Sin embargo, cuenta con el apoyo del 70% de la población, según medios de comunicación de ese país.
Para contrarrestar la iniciativa de Vallejo, Piñera propuso reducir la jornada laboral a 41 horas semanales, en promedio, lo cual implica que haya días con mayor carga laboral, como se plantea en Ecuador.
No es la primera vez que en Chile se debate una rebaja de la jornada laboral. En el gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006) se aprobó la reducción de 48 a 45 horas semanales, de forma gradual. La Ley se sancionó en el 2001 y comenzó a aplicarse en el 2005, para que los empresarios se adapten a la norma.
El expresidente Lagos recordó el mes pasado que en el 2001 enfrentó a las mismas críticas que se escuchan hoy; es decir, que aumentarían los despidos o se reduciría la productividad. “Nada de eso sucedió”.
La relación entre horas de trabajo y productividad ha sido motivo de estudio en varios países y empresas.
La revista The Economist publicó en el 2013 la investigación realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en la que se concluyó que cuanto más trabajaban las personas, más disminuía la productividad.
Otro estudio de la Universidad Stanford encontró que los empleados que trabajan más de 40 horas a la semana son incluso menos productivos que los que trabajan un promedio de 40 horas a la semana. Parte de la explicación es que la fatiga y el estrés que genera trabajar horas extra propicia que el empleado cometa errores que se deberán corregir aún con más horas de trabajo.
Según la misma universidad, la productividad decae después de 50 horas de trabajo, y cae en picada tras las 55.
Los españoles pueden dar cuenta de esa realidad. Según la Agencia Europea de Estadísticas (Eurostat), los españoles trabajan más horas que alemanes, franceses o ingleses, y son los europeos que sufren más estrés. Afecta a casi el 60% de los trabajadores, 10 puntos más que la media continental.
Como consecuencia, España también es el país con mayor porcentaje de accidentes laborales relacionados con el estrés físico y psicológico.
Eso ha llevado a más compañías españolas a limitar los horarios de salida y dar cierta libertad a los empleados para elegir sus momentos de llegada y abandono del puesto, según un artículo del diario El País, de febrero pasado.
Para la empresa Iberdrola, los horarios flexibles elevan la productividad.
Desde el 2007 modificó la jornada laboral y su plantilla trabaja de 07:15 a 16:36 de lunes a jueves (con un margen voluntario de una hora y tres cuartos). Los viernes puede acabar a las 14:00. El resultado ha sido un aumento del 6% en la productividad, una reducción del 25% de los accidentes durante el trayecto de ida o vuelta del trabajo y una disminución de las bajas por enfermedad y absentismo.
Álvaro Murga, director de Recursos Humanos de Iberdrola España, sostiene que es esencial desprenderse de miedos y cambiar la cultura, para medir el trabajo por resultados, no por horas en la oficina.
Las empresas grandes, sobre todo europeas, se animaron a aplicar jornadas de trabajo más reducidas luego de ver los resultados de un experimento en Gotemburgo, Suecia, en el 2014. Este se llevó a cabo en un hogar de ancianos, donde un grupo de enfermeras tenía jornadas laborales de 6 horas, en lugar de 8.
Las trabajadoras no vieron afectados sus ingresos pese a la reducción de la jornada, pero sí incrementaron su sensación de bienestar. Hubo menos licencias por enfermedades, mayor productividad y un incremento notorio en la creatividad a la hora de planear actividades para los pacientes.
En un mundo cada vez más robotizado, donde la inteligencia artificial promete sacudir la forma de trabajar, las jornadas laborales de 40 horas semanales pueden tener los años contados.
Jack Ma, el segundo hombre más rico de China, predice que gracias a la inteligencia artificial las personas trabajarán jornadas de 12 horas semanales en el futuro. Si eso sucede, las futuras reformas laborales pudieran regular las relaciones de trabajo entre humanos y robots.