El atractivo francés ha cambiado desde su nacimiento. En el siglo XIX medía 35 m, ahora alcanza los 107 m. Foto: Verónica Hirtz
El viento y la arena infinitos son la base conceptual de esta serie de fotografías realizadas en la Gran Duna de Pilat, ubicada en el suroeste de Francia. Su geomorfología se encuentra en constante evolución y desplazamiento desde su génesis.
La formación de la Gran Duna se debe al colapso de un banco muy grande de arena oceánica, situado frente a su costa, el cual ha proporcionado el material sedimentario que ha sido transportado progresivamente por el viento.
Los ciclos de la naturaleza se manifiestan en las geometrías grabadas en una vasta extensión de arena, como un testimonio de los movimientos de la naturaleza y el pasar del tiempo. La fluidez del agua y la ligereza del viento generan composiciones orgánicas, cuyos contrastes se transforman en función de la intensidad de la luz del sol.
A pesar de la flexibilidad y de la espontaneidad de las formas naturales, existe un equilibrio que fluctúa entre ortogonalidad y sensualidad. Cielo, mar y tierra se amalgaman en esta serie y crean composiciones y ritmos cuyos balances se asemejan al rigor de las formas arquitectónicas.
Estas imágenes son el resultado de varias visitas a la Gran Duna de Pilat en el 2013. Y el propósito de esta serie es retratar el tiempo y el movimiento en este territorio, en el que el océano, el bosque y el desierto se juntan en un solo punto.