Imagen referencial. Un estudio de la Universidad de Illinois, publicado en la revista científica The American Journal Psychology, afirma que las personas que tienen una mala caligrafía tienden a registrar un coeficiente intelectual más destacado. Foto: Pixabay.
Tener ‘mala letra’ era una ‘pesadilla’ para Andrea. No porque le molestara, sino porque, aunque era buena en matemáticas, caligrafía bajaba su promedio en la escuela. Le decían que la medicina marcaría su destino, no por vocación, sino porque su letra era ilegible. Sí, eran bromas, pero se sentía mal. A su mamá le preocupaba que su falta de habilidad pudiese influir en su desarrollo cognitivo pero ahora, que la joven quiteña tiene 25 años, la ciencia comprobó que era todo lo contrario.
Un estudio de la Universidad de Illinois, publicado en la revista científica The American Journal Psychology, afirma que el coeficiente intelectual destaca más en las personas que tienen una mala caligrafía que aquellas que sí tiene una letra ‘bonita’ y estilizada.
Según la investigación, liderada por el cerebro de quienes tienen una letra poco atractiva trabaja a una velocidad mayor que la de sus manos. Sucede porque se prioriza lo que se asimila o procesa, en lugar de la destreza para plasmarlo en el papel.
La escritura a mano tiene una particularidad: revela más información sobre la conexión que existe entre los procesos físicos y psicológicos que cualquier otro movimiento voluntario. Por eso, el grado de coordinación y práctica para escribir es alto y complejo.
Una de las revelaciones del análisis fue que los niños con una mala caligrafía y con uso constante de abreviaturas, tenían altas habilidades intelectuales y mayor agilidad mental. No les importa el cómo, sino lo que escribían.
El estudio se afianza en la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, docente e investigador de la Universidad de Harvard, quien puntualiza que el cerebro trabaja más rápido que el cuerpo. En consecuencia, explica el especialista, existen diferentes tipos de inteligencias que se miden en diferentes áreas y habilidades como la matemáticas, la lingüística, lo corporal o las relaciones intrapersonales e interpersonales. Eso quiere decir que cada niño tiene una forma diferente para aprender y que ninguna es equívoca.