‘Fantasmas’, un juego de terror psicológico, se estrena en Ecuador

Emily, interpretada por Sophie Stevens, y Arthur, protagonizado por Nick Bayly, en una de las escenas del filme.

Emily, interpretada por Sophie Stevens, y Arthur, protagonizado por Nick Bayly, en una de las escenas del filme.

Emily, interpretada por Sophie Stevens, y Arthur, protagonizado por Nick Bayly, en una de las escenas del filme.

El suspenso será el hilo conductor de la película Fantasmas’, que se estrena este viernes 15 de enero del 2021 en salas de cine del Ecuador. El título anticipa la temática de un thriller sobrenatural que apuesta por una trama sencilla, en la cual hay pocos personajes.

David Holroyd escribe y dirige un filme que reúne los elementos más comunes del género del terror. Para su segundo largometraje de ficción, el director británico propone una historia que busca la atención del espectador a partir de la creación de atmósferas.

La historia se centra en Emily, interpretada por Sophie Stevens, una joven que acepta su primer trabajo como cuidadora nocturna, atendiendo al anciano y delirante Arthur, encarnado por Nick Bayly, en una sombría casa rural.

De camino a su nuevo empleo, la cinta presenta a la protagonista como una joven de personalidad introvertida, de quien se conoce muy poco de su pasado. Más que la vocación de servicio es la necesidad de dinero lo que la impulsa a aceptar el turno de la noche como enfermera.

Al llegar, el asistente de Arthur le da instrucciones durante un breve recorrido por la casa de clase media, ambiente familiar y numerosas habitaciones, que han ido quedando en desuso tras la muerte o abandono de sus ocupantes.

El único que queda es Arthur, postrado en una cama por el alzhéimer, que ha ido carcomiendo su lucidez y conciencia. Antes de marcharse, el albacea familiar advierte a Emily que debe vigilar el sueño de Arthur, quien de vez en cuando se despierta confundido, viendo y escuchando cosas que nadie más percibe.

El clima invernal, el color de las habitaciones, los largos y oscuros pasillos evocan sin problema la típica casa embrujada de cintas como ‘Amitiville’ o ‘El conjuro’.

Una vez instalada, Emily supone que es la única persona que hace compañía a su inconsciente paciente, pero el silencio de la noche es interrumpido por el vaivén de puertas y ventanas que chirrían o se azotan por casualidad.

La curiosidad lleva a Emily a explorar la casa en busca de los molestos ruidos; de ese modo, va hallando pistas de una vida familiar pasada. También se encuentra con una maleta llena de herramientas espirituales para invocar o protegerse de entidades extraterrenales.

Más que personaje, la casa se queda como escenario de los extraños sucesos que irán alterando los nervios de lo que parecía una aburrida noche en vela, al ritmo de una sutil banda sonora de fondo.

En la soledad de su personaje, Stevens carga con todo el peso dramático, dejándose llevar de la ansiedad a un estado de paranoia intensa.

El director remata la historia cinematográfica con una epifanía que altera el hilo narrativo y con la que busca dar al espectador una última sorpresa, para lograr una película que los amantes del género disfrutarán mejor con la luz apagada.

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