El origen del terror oculto en un sanatorio mental

El actor Tim Oliver Schultz interpreta a Theo en la película ‘El manicomio’. Foto: IMdB.

El actor Tim Oliver Schultz interpreta a Theo en la película ‘El manicomio’. Foto: IMdB.

Inspirada en un lugar real, ‘El manicomio’ trabaja la fórmula del cine paranormal, con cámaras en intenso movimiento. Foto: ImDB.

En los últimos cinco años, Michael David Pate se ha dedicado a explorar el género del terror en distintas variantes. En 2014 estrenó ‘Me gusta’, un thriller psicológico y un año después intentó con ‘Kartoffelsalat’, una comedia zombie.

La más reciente película del director alemán llega este año a la cartelera nacional con el título de ‘El manicomio: la cuna del terror’, en la que ensaya otra variante del género: el terror paranormal.

Pate, quien también firma el guion junto con Ecki Ziedrich, recurre a la soledad, oscuridad y decrepitud de una vieja edificación, en una zona rural de la capital alemana, a la que asigna la función de un antiguo sanatorio mental llamado Beelitz-Heilstätten.

Por las salas del verdadero hospital militar, que operó en los tiempos de la Primera y Segunda Guerra Mundiales, se dice que pasaron personajes como Adolf Hitler, el asesino serial Wolfgang Schmidt o el exdictador de la Alemania comunista Erick Bonecker.

Ese es el escenario escogido para poner en escena un relato al estilo de la clásica mansión embrujada, que se intenta actualizar con la presencia de dispositivos y personajes que pertenecen a la cultura digital del nuevo milenio.

Partiendo de esos elementos, el filme es incapaz de llevar al espectador hacia otro territorio y cultura. La referencia histórica también se desvanece en un par de líneas de diálogo, cuando bien podía haber sido aprovechada para estremecer, con la simple idea sobre los horrores del nazismo.

El actor Tim Oliver Schultz interpreta a Theo en la película ‘El manicomio’. Foto: IMdB.

Por otro lado, en plena efervescencia de los denominados ‘challenge’ o retos, que se viralizan con una velocidad inusitada en las redes sociales, un grupo de YouTubers asume el protagonismo de la película.

Entre ellos se plantean el desafío de pasar una noche en el abandonado manicomio y averiguar si las historias que rodean al lugar son verdaderas o parte de los mitos locales.

Entre los protagonistas aparecen una chica que ayuda a la gente a enfrentar sus miedos, otra videobloguera enfocada en la belleza y la moda y hasta un par de amigos dedicados a filmar y publicar toda clase de bromas. Todos acuden, más que por el desafío, buscando incrementar el número de vistas, ‘likes’ y seguidores en sus respectivos canales.

La presencia de estos modernos ‘cazafantasmas’ amplía las posibilidades técnicas, con el uso de pequeñas pero potentes cámaras digitales, de visión nocturna y hasta aquellas que detectan rastros de calor.

Este equipamiento es utilizado para diseñar una cinta al estilo del ‘found footage’ (metraje encontrado), que le da un aspecto de video amateur, que aporta en el realismo. Pero en lugar de elevar la línea dramática, se estanca como un recurso que superó la etapa de la novedad hace 20 años con el estreno ‘La bruja de Blair’.

En ese caso, ni la mejor tecnología puede mejorar la narrativa visual que se derrumba entre movimientos de cámara desordenados y algo improvisados.
El filme apela al golpe de efecto, la reacción histérica y el sonido intempestivo para lograr su objetivo.

En la sucesión de sustos prefabricados, la cinta se guarda para el final una sorpresa narrativa, que le devuelve al lugar cierto aire macabro vinculado a su histórico pasado.

En el giro final hay una intención por cambiar las connotaciones acerca de la maldad, pero la película simplemente se suma a la larga lista de títulos creados bajo idéntica fórmula.

Video: YouTube, cuenta: TERRORLAND -Tierra de Terror-

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