La nutrición no se toma un descanso en verano

Andrea Hernández comparte con su hijo, Ignacio Ortiz, su fruta preferida: las mandarinas. Foto: María Isabel Valarezo / EL Comercio

Andrea Hernández comparte con su hijo, Ignacio Ortiz, su fruta preferida: las mandarinas. Foto: María Isabel Valarezo / EL Comercio

Andrea Hernández comparte con su hijo, Ignacio Ortiz, su fruta preferida: las mandarinas. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO.

La incidencia del sobrepeso y obesidad en los niños ha crecido en los últimos años en el Ecuador. Según cifras de la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), la prevalencia del sobrepeso y obesidad en menores de 5 años está en el 86%.

En niños entre 5 y 11 años, esta cifra sube al 21% hasta llegar al 26% entre los 12 y 19 años. 
Para la nutricionista Michelle Alvear Stoyell, estas cifras son preocupantes, y a puertas del inicio del verano, recomienda no descuidarse.

“Es bastante común que los niños, cuando no tienen qué hacer, se dediquen a comer lo que hay en casa”, indica. Esta comida no siempre es la más adecuada y sana para los niños, por lo que puede convertirse en un problema a largo plazo. 
Los padres pueden ayudar a controlar la alimentación de los niños que se quedan en casa.

Alvear indica que hay tres claves que se deben seguir. Primero, se debe reducir el tiempo de exposición a pantallas a menos de dos horas al día. Un estudio del Departamento de Educación de Estados Unidos logró vincular este tiempo con un mayor riesgo de tener obesidad y sobrepeso.

Según los expertos, estar en contacto con computadoras y televisiones genera una sensación de ansiedad en los niños que, sumada a la falta de actividad, se traduce en ganas de comer. “No es hambre, es que están aburridos y no saben qué hacer, entonces comen cualquier cosa”, asegura el pediatra Alfredo Espinosa.


Otra recomendación es asegurarse de que los niños coman por lo menos cinco porciones de frutas y verduras al día. Así, el organismo recibe la cantidad de vitaminas y minerales que necesita para estar sano.

“A veces, los padres se rinden porque su hijo rechazó un alimento una vez”, dice Alvear. Pero según su experiencia, se debe introducir el alimento por lo menos 15 veces en distintas formas para saber si realmente no le gusta.

Los niños reciben la comida de forma visual y mientras mejor se vea un plato, más posibilidades hay de que se lo termine. Por esto, los padres pueden optar por presentar los vegetales en formas divertidas, siguiendo recetas que pueden encontrar en Internet.


Sumado a la alimentación, es indispensable que los niños tengan -por lo menos- una hora de actividad física al día donde puedan jugar, correr y divertirse con otros niños.

Esto les ayuda no solo a evitar que se acumulen grasas sino a mejorar su metabolismo. 
Finalmente, es indispensable que los padres den el ejemplo.

“Si los papás no comen sanamente, no pueden esperar que sus hijos lo hagan”, indica Alvear. Es una cuestión de adoptar prácticas saludables que apliquen todos los miembros de la familia.

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