Las novelas ‘cuarentonas’ de Egüez y Dávila Vásquez, homenajeadas en la Feria del Libro de Guayaquil

Iván Egüez (izq.), Cecilia Ansaldo y Jorge Dávila Vásquez, en la charla sobre dos novelas 'cuarentonas' de la literatura ecuatoriana, en la II FIL-G. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Iván Egüez (izq.), Cecilia Ansaldo y Jorge Dávila Vásquez, en la charla sobre dos novelas 'cuarentonas' de la literatura ecuatoriana, en la II FIL-G. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Iván Egüez (izq.), Cecilia Ansaldo y Jorge Dávila Vásquez, en la charla sobre dos novelas 'cuarentonas' de la literatura ecuatoriana, en la II FIL-G. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Las novelas ecuatorianas ‘La linares’ de Iván Égüez y ‘María Joaquina en la vida y en la muerte’ de Jorge Dávila Vásquez, que han cumplido 40 años de publicación, fueron homenajeadas la tarde del miércoles 7 de septiembre tras un conversatorio con los autores en la segunda Feria Internacional del Libro de Guayaquil (FIL-G).

Ambas están escritas en un lenguaje neobarroco, con elementos del realismo mágico y se inscriben en la ficción histórica pues terminan por retratar una época o centran su atención en un capítulo de la historia. Los dos autores ganaron a año seguido con las obras, 1975 y 1976, el premio Aurelio Espinosa Pólit.

El Municipio de Guayaquil y los organizadores de la feria, cuya cabeza es la crítica y académica Cecilia Ansaldo, quien dirigió la charla, entregaron una placa de celebración exaltando los méritos y trascendencia de las dos obras en la literatura ecuatoriana.

“Mencionar los títulos de estas novelas es mencionar la verdadera transformación de la narrativa ecuatoriana del siglo XX”, indicó Ansaldo.

También recordó a otra cuarentona, ‘Entre Marx y una mujer desnuda’, de Jorge Enrique Adoum. Cuarenta años también han pasado desde la publicación de ‘Historia de un intruso’, de Marco Antonio Rodríguez.

Iván Egüez dijo que esa generación estuvo marcada por una parte por la revolución cubana, pero también heredó y renegó de un realismo social que surgió con la generación del 30, pero que llegó a ser “demasiado maniqueo con el indigenismo, con un discurso extremado que ya no era literario sino planfetario”.

También estuvo marcada por “esa forma especial” de hacer novela histórica que propuso el escritor cubano Alejo Carpentier, dijo, que entraba en esa categoría solo con referirse a un periodo anterior a la vida del autor.

“Sí, se dio un corte, un giro, pasamos a usar más herramientas literarias, a despreocuparnos un tanto de ese mensaje político, en una ruptura con la generación del 30”, indicó Egüez.

Dávila Vásquez reivindicó como ficción histórica aquella que se refiere a sucesos y personajes históricos contados con la mayor libertad que es capaz de imaginarse. Y reconoció en las dos obras analizadas los ecos del boom latinoamericano.

“Aunque Iván dice que ‘La Linares’ no se inscribe en el realismo mágico, para mi sí lo hace (…) Mi generación es hija del realismo mágico, es parte de nuestra identidad y manera de ser, todos hemos tenido abuelitas, tías que nos contaban cosas terribles”, dijo.

Antes de 'La Linares', que recrea un personaje simbólico de Quito para terminar por retratar a toda una época, Egüez solo había escrito poesía y se saltó el ‘noviciado’ del cuento para saltar directamente a la novela. Escribió la primera parte en un mes de vacaciones y la retomó un año después.

Mientras que Dávila Vásquez, reciente premio Nacional Eugenio Espejo, escribió el primer borrador de ‘María Joaquina...’ como una contribución a la novela de los dictadores durante 15 días hospitalizado en espera de un diagnóstico médico en 1975. Entre los personajes está el despótico Ignacio de Veintimilla, presidente del Ecuador entre 1876 y 1883, y una relación incestuosa como tema central de la novela.

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