Sibon bevridgelyi está en Azuay, El Oro, Guayas, Los Ríos y Manabí. Foto: Cortesía Alejandro Arteaga.
Descubrir una nueva especie también implica darle un nombre que, por lo general, hace referencia a su descubridor, a la zona en la que se lo halló o a algún experto en el tema. Pero si existiera la posibilidad, ¿estaría dispuesto a pagar para que una planta o animal lleve su nombre?
Las subastas para comprar el derecho a nombrar a una nueva especie ya son una realidad y no es necesario ser un biólogo o una figura relevante en el tema para aplicar a este mecanismo. En el país, tres especies de serpientes ya fueron nombradas este año a través de esta modalidad y el dinero recolectado aportará para la conservación de poblaciones silvestres.
Alejandro Arteaga, director científico de Tropical Herping y estudiante de doctorado del Museo Americano de Historia Natural, explica que la idea surgió tras el descubrimiento de cinco nuevas especies que, junto con un grupo de investigadores, hallaron en los bosques de Ecuador y Perú.
Los grandes ojos azules y la coloración de estos ejemplares llamaron la atención de Michael Moens, director de conservación de la Fundación Jocotoco. Junto con el equipo decidieron subastar los nombres de las serpientes durante la celebración de los 20 años de la fundación en Nueva York.
Arteaga cuenta que en un inicio dudó del éxito de la iniciativa, ya que las personas que asisten a esos eventos por lo general están más interesadas en especies de aves. Hizo fotos y videos y se presentó con todo esto en la gala. Para su sorpresa, a los asistentes les gustó la idea de poder comprar el derecho a nombrar una especie, mientras se aporta a conservar el lugar donde vive.
La organización Rainforest Trust y Bob Ridgely, ornitólogo y uno de los fundadores de la fundación Jocotoco, fueron los ganadores de la subasta para nombrar a tres de las cinco especies descubiertas.
Dipsas georgejetti fue el nombre elegido por Rainforest Trust en homenaje a George Jett, quien apoyó a la creación de las reservas de Jocotoco en Ecuador. La organización también eligió el nombre Dipsas bobridgelyi en honor a Ridgely y este último, a su vez, nombró a una tercera especie como Sibon bevridgelyi, en homenaje a su padre.
Con el dinero recaudado se logró la compra de 72 hectáreas que se suman a la reserva Buenaventura de la fundación Jocotoco, ubicada en la provincia de El Oro. Otra parte del dinero servirá para encontrar nuevas especies.
Para Artega, esta es una forma de darle un valor agregado a la investigación científica en el país. “Cualquier idea creativa puede dar un giro y acelerar el proceso no solo de generar información, sino de preservar la biodiversidad”, dice. La intención es que se convierta en un proceso cíclico. Ahora, se analiza subastar el nombre de una rana cristal y una lagartija.
Esta es la primera vez que se realiza este proceso en el país. Uno de los casos más conocidos en el mundo fue el del mono Callicebus aureipalatii, que recibió su nombre en el 2005 por el casino Golden Palace. El dinero recaudado (USD 650 000) se entregó a la Fundación para el Desarrollo del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Fundesnap) de Bolivia.
Para Moens, la importancia del descubrimiento de una especie puede traducirse en la creación de una reserva para su protección. Esto involucra más a la sociedad en el cuidado de los animales y demuestra que hay personas dispuestas a pagar por mantener los hábitats a salvo.
En la reserva Buenaventura, donde viven las serpientes, se ubica un equipo de guardaparques que todos los días patrulla el área y promueve el ecoturismo.