El sonido de la flauta, el pingullo, el bombo, la guitarra y la batería suenan en una de las aulas de Inkarte. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Kusig Masaquiza viene de una familia de músicos. La niña, de 10 años, es integrante del Centro de Formación, Capacitación de Arte y Cultura Inkarte que fusiona los instrumentos andinos con los electrónicos. El grupo trabaja en la parroquia Salasaka del cantón Pelileo, en Tungurahua.
Kusig, que en español significa Felicidad, inició su proceso de formación hace tres años y ahora conoce los ritmos ancestrales como el Danzante, San Juanito, Fandango, El Yumbo, y otras melodías.
La joven entona el violín, la guitarra y el bombo. También canta en kichwa. “Nuestra música es muy interesante. Entendí por qué se interpretan estas melodías en las fiestas y su significado”, cuenta Kusig.
El sonido de la flauta, el pingullo, el bombo, la guitarra y la batería suenan en una de las aulas de este sitio de enseñanza de los niños y jóvenes.
Los seis músicos que integran e Inkarte cantan en kichwa las melodías que Rafael Chiliquinga, director, recopiló hace seis años a los taitas del pueblo Salasaka. Es más realizan composiciones en la legua ancestral. Eso motiva a los chicos de entre 5 y 15 años.
Explica que el mundo de la música está enfocado en la filosofía andina. Por eso trabajan para fortalecer y rescatar los saberes ancestrales. Fusionan los instrumentos andinos como la flauta, el pingüino, el bombo, el redoblante con la guitarra eléctrica, sintetizadores, batería… “Nuestra enseñanza se basa en utilizar melodías en lengua kichwa. La idea es que los chicos tengan una idea de la importancia de la lengua ancestral”.
Chiliquinga dice que el grupo Inkarte se formó para recuperar la música que interpretaban los taitas en las fiestas ancestrales. Ellos consultaron a los ancianos para conocer sobre el Danzante, San Juanito, el Fandango, Changamarca y los ritmos de las fiestas de los caporales y capitanes.
El Fandanga es una melodía que se danzaba en los funerales de los niños recién nacidos. Consiste en que seis personas bailan en círculo y lo acompañaban con un zapateado, y es interpretado con flauta, quena, charango, tambor y violín.
Mientras que el Changamarca es similar al albazo donde los más adultos bailan alzando el talón del pie y dando vueltas en el mismo eje. “Nadie se dedicaba a investigar y recopilar los conocimientos ancestrales, solo se escuchaba estos ritmos en los matrimonios o en las fiestas de los capitales, el caporal pero ahora se lo puede oír en toda ocasión”.
Es más grabaron estos ritmos en seis videos que se promocionan en Youtube. “Buscamos que las nuevas generaciones hagan propias como un símbolo de su identidad”, explica Achic Sisa, maestro del Centro de Cultura Inkarte.