El mundo sigue criminalizando la migración

José, de 27 años, con su hijo José Daniel, de 6 años, son detenidos por un agente de EE.UU. en El Paso, Texas. Foto: Paul Ratje / AFP

José, de 27 años, con su hijo José Daniel, de 6 años, son detenidos por un agente de EE.UU. en El Paso, Texas. Foto: Paul Ratje / AFP

José, de 27 años, con su hijo José Daniel, de 6 años, son detenidos por un agente de EE.UU. en El Paso, Texas. Foto: Paul Ratje / AFP

La ONU dice que hay 272 millones de personas que se trasladaron, y la cifra sigue en aumento. Escapan de guerras, dictaduras y pobreza. Pero la globalización y la tecnología también influyen. 

Domingo 23 de junio del 2019. La imagen de los cuerpos inertes de Óscar Martínez y su pequeña hija Valeria, ahogados en el río Bravo al tratar de cruzarlo a nado desde México para entrar a Estados Unidos, estremeció al mundo. La muerte de esta familia salvadoreña reflejó con devastadora elocuencia el drama de la migración ilegal de Centro y Latinoamérica a EE.UU.

Datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) revelan que 514 personas perecieron hasta agosto de este año en su intento por llegar a un destino mejor que el que dejaban en sus países de origen. Casi la mitad de las fatalidades ocurrió en la frontera entre EE.UU. y México.

Pero esas escenas no son exclusivas de América. Episodios trágicos se repiten casi a diario en otros continentes. Desde enero del 2014 hasta ahora unas 30 000 personas han muerto tratando de llegar a Europa por razones económicas y políticas. En 2019, al menos 1 246 migrantes fallecieron intentando atravesar el Mediterráneo.

Son ejemplos desoladores de un fenómeno que se ha agravado en la última década. Este año, el número de migrantes internacionales alcanzó la cifra de 272 millones, 51 millones más que en 2010, la mayoría alojados en Europa (82 millones) y América del Norte (59 millones).

Los expatriados comprenden un 3,5% de la población mundial, cifra que continúa en tendencia ascendente comparándola con el 2,8% del 2000 y el 2,3% de 1980.

El problema de la migración ha tenido una evolución extraordinaria en la última década, en la que ha pasado de tener un interés muy limitado a ser una prioridad en la agenda internacional, asegura el exdirector general de la OIM, William Lacy Swing. Una decena de conflictos armados, la división demográfica entre norte-sur, el cambio climático y la revolución digital son los principales elementos que han configurado el movimiento de personas en el mundo.

Entre las grandes tendencias que muestran los datos de la ONU destaca el hecho de que la mayor parte de quienes emigran lo hacen a países de su propia región y no necesariamente de economías pobres a otras más potentes.
Así, por ejemplo, casi dos de cada tres migrantes procedentes de países del África subsahariana viven en otro estado de esa misma zona del mundo.

Desde 2005, la llamada migración sur-sur (entre países en vías de desarrollo) ha crecido de hecho más rápido que la sur-norte, pasando de una cifra de unos 60 millones entonces a más de 105 millones en la actualidad. En los últimos tiempos, además, se ha producido un fuerte aumento de la migración forzada, con 13 millones de nuevos refugiados y demandantes de asilo entre 2010 y 2017. Más de 35 000 personas al día se vieron obligadas a huir de sus hogares en 2018. Una cada dos segundos.

Un total de 26 millones de personas han huido a través de las fronteras, 41 millones están desplazadas dentro de su mismo país de origen y al menos 3,5 millones han solicitado asilo en un país diferente del suyo.

Los conflictos armados y la violencia, la persecución y las violaciones de los derechos humanos están expulsando cada vez a más hombres, mujeres y niños de sus hogares. Las devastadoras guerras en Iraq y Siria han provocado que miles de familias abandonen sus comunidades. En el segundo país, más de 235 000 personas se han visto forzadas a desplazarse en las últimas dos semanas por la intensificación de la ofensiva del régimen y de su aliado ruso en el noroeste.

El conflicto en la República Democrática del Congo, Yemen y Sudán del Sur, así como el flujo de refugiados rohingya de Myanmar a Bangladesh, también han tenido un impacto significativo.

En Latinoamérica, el caso de Venezuela es el más extremo. A causa de la crisis económica en el país, hasta 5,7 millones de personas han huido de esa nación en los últimos años.

Invisibles, inaudibles, incomprendidos, maltratados... gente en busca de paz. Estos son solo algunos adjetivos para definir a las personas que dejan toda una vida atrás, y a menudo solos, en un peligroso éxodo. Los inmigrantes escapan de guerras, de dictaduras, de la desertización, pero también de sistemas económicos de explotación que Occidente -que precisamente les cierra sus puertas- ha provocado, subraya el experto en Historia del África subsahariana Alessandro Triulzi.

Esto, sumado a la red de contactos y a la reunificación familiar, son los factores centrales en la migración del último siglo en todo el planeta, coincide la doctora en Ciencias Sociales Leticia Calderón.

Todos ellos comparten a menudo otro factor. No suelen ser los más pobres de sus países, sino que tienen formación y cuentan con amigos o familia que les pueden ayudar y pagar, por ejemplo, los peajes que los traficantes les imponen para llegar desde Libia a Europa, sostiene Lorenzo Prencipe, presidente del Centro de Estudios Migratorios de Roma.

De hecho, muchos de los inmigrantes que llegan a las costas europeas en pateras precarias hablan idiomas y eran profesores, médicos o profesionales de otros sectores en sus países de origen. En este contexto, se añaden otros elementos como la globalización y la tecnología.

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