‘Signos y colores de mis tierra’, de Xavier Portilla, es el título del mural que está en construcción en el kilómetro 14.5 de la vía a Daule, norte de Guayaquil. Foto: Mario Fausto / EL COMERCIO
Son coloridos fragmentos de la historia, las costumbres y la cotidianidad guayaquileña. Aluden a la arquitectura de la ciudad, la flora y fauna de la región litoral o al lenguaje gráfico de los pueblos precolombinos.
Un poco de todo eso tiene ‘Signos y colores de mi tierra’, un nuevo mosaico de cerámica que cubrirá dos muros y cinco pilares bajo uno de los puentes a desnivel del kilómetro 14.5 de la vía a Daule, al norte de Guayaquil.
La propuesta del artista Xavier Portilla constituye el proyecto número 32 de una serie de murales financiados por el Municipio de Guayaquil para enaltecer los pilares de los pasos elevados de la ciudad, que celebra este 25 de julio sus fiestas fundacionales.
La cerámica ya cubre un muro y parte de los tres primeros pilares, en el puente oeste de la intersección de la vía a Daule y la avenida Isidro Ayora. Motivos marinos cubren el primer muro mientras los soportes contienen signos ancestrales, flora y fauna de los maglares e incluirán hasta inicios de agosto caballos y arquitectura urbana de la Costa.
“Estamos vinculado las vivencias cotidianas de nuestra gente, nuestro entorno y nuestra cultura”, indicó Xavier Portilla, quien dibuja sus motivos en los pilares y codifica el color de cada segmento para que un equipo de obreros corten las baldosas con los colores correspondientes y peguen las piezas.
“Es una forma de darle vida a estas moles de cemento, de alivianarlas. Hacerlas más acogedoras para la gente que circula a diario por aquí”, señaló el arquitecto Víctor Peña, a cargo de un equipo que ha instalado cuatro de estas obras en la urbe.
El inicio de la serie de murales en los pasos a desnivel se remonta a mayo de 2001 cuando comenzó a tomar forma el primero, frente al Cementerio Patrimonial.
Según Melvin Hoyos, director de cultura del Cabildo, la idea era dotar a Guayaquil de un elemento identitario que la distinguiera de otras ciudades. Al tiempo que se mejoraba el ornato, se dotaba de belleza y alma a grandes estructuras viales que descongestionan el tráfico, pero que suelen deprimir las zonas donde se levantan.
El resultado es un “gigantesco museo urbano” que cubre prácticamente todos los puntos cardinales de la urbe y que según Hoyos constituyen una de las más grandes exposiciones de murales que existen en América.
El valor de las obras, adjudicadas mediante concurso, ha fluctuado los últimos años entre USD 45 000 y USD 99 000. Maestros de la pintura guayaquileña como Villa, Aráuz, Constante o Miranda firman como autores de algunos de los diseños.
La cerámica ya cubre un muro y parte de los tres primeros pilares, en el puente oeste de la intersección de la vía a Daule y la avenida Isidro Ayora. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
Los artistas utilizan principalmente la cerámica alicatada (trizada), que tiene limitaciones de color, o envían a fundir el material en talleres de ciudades como Cuenca o Riobamba. En el primero de los trabajos, titulado ‘Madre naturaleza’, el arquitecto y muralista guayaquileño Carlos Sweet Salas trabajó una técnica distinta a la que luego se haría habitual.
Sweet Salas, heredero artístico del maestro Jorge Swett, trabajó bajos relieves con un toque de realismo mágico. En las escenas y personajes típicos del Litoral usó la técnica de la piedra reconstituida sobre alma de armazón metálica. El gris del cemento crudo, sobre los tonos celestes de la cerámica, hace parte de un conjunto que guardó la solemnidad y descartó los colores fuertes debido a la proximidad del Cementerio.
Carlos Sweet es el único artista que ha trabajado en dos pasos elevados. Al año siguiente (2002), el Municipio le adjudicó el puente aledaño, en el intercambiador de tráfico de la avenida Quito y calle Julián Coronel.
Al pintor Iván Paredes, la participación en el proyecto le permitió incorporar un nuevo recurso artístico pues ante las limitaciones de color de la cerámica que se comercializa en el mercado él comenzó a hornear su propia materia prima. El resultado son unos vivos y lustrosos murales que remiten a las lúdicas infantiles, con juegos de trompos y elevación de cometas, patinaje y paseos en bicicleta, en los bajos del puente sobre la avenida Carlos Julio Arosemena, cerca del puente 5 de Junio.
Mientras que las diferentes alturas de los pilares y las sinuosidades de los intercambiadores que confluyen en la avenida 25 de Julio y Perimetral, al sur, dotan de un matiz especial a los cálidos colores, las garzas y los motivos navales, de ‘La vida del manglar’, de
Mosaicos en los pasos a desnivel de la avenida Juan Tanca Marengo. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO