Imagen referencial. Según el estudio, el virus -conocido como moquillo Phocine- se propaga debido al derretimiento de los hielos. Foto: EFE
Los efectos del cambio climático encienden las alarmas de la comunidad científica. Además del derretimiento del hielo y la pérdida progresiva de hábitat naturales, un grupo de investigadores explora una consecuencia colateral desoladora. Se trata de un virus conocido como moquillo Phocine que está matando a decenas de especies marinas clave para la sobrevivencia de los océanos. Así se informa en un estudio publicado 7 de noviembre del 2019 en la revista Nature.
Para entender el alcance del virus, los científicos explican que el derretimiento del hielo marino del Ártico abrió nuevas vías para que las especies animales árticas y subárticas interactúen. Ese es el canal a través del cual se introduce el virus que se propaga en el océano Pacífico Norte.
Durante el desarrollo de la investigación -que sumó más de 15 años- los científicos determinaron que el vínculo directo entre las especies consolidaron una suerte de reservorio mortal: el moquillo Phocine (PDV, por sus siglas en inglés).
Pero el virus no es nuevo. Investigadores lo identificaron por primera vez en 1988 en Europa, pues causó la muerte masiva de miles de focas comunes. Lo mismo sucedió en el 2002. En el 2004, en cambio, se detectó la presencia del virus que mató a nutrias marinas en el norte de Alaska.
Focas marinas fueron objeto de estudio para determinar el alcance del virus conocido como moquillo Phocine. Foto: Pixabay
Para Tracey Goldstein, coautora del estudio- su presencia en naciones diferentes evidenció la versatilidad del virus. Pero también entendió que sucedió en un contexto común: océanos donde el derretimiento del hielo avanzaba.
“La salud animal, la salud humana y la salud ambiental están vinculadas. Si una se deteriora, el resto también”, explicó la especialista citada por la cadena informativa CNN.
Después, para establecer el alcance del moquillo Phocine, el equipo investigador tomó muestras nasales y de sangre a más de 2 500 focas, leones marinos y nutrias marinas desde Alaska hasta Rusia. Allí determinaron que el virus llegó a su clímax dos veces: en 2003 y 2009, años de alto derretimiento.
Para las especies marinas, el hielo es esencial, el lugar en el que se reproducen y alumbran. Por eso, cuando la temperatura del agua se incrementa, su alimento se sumerge a más profundidad. Al buscarlo, los animales deben esforzarse más para atraparlo. Durante este proceso, liberan el patógeno a través del mar.
Aunque lo intentan, los animales no pueden adaptarse de una forma tan rápido a cómo avanza el cambio climático en su hábitat natural. Están desprotegidos y más vulnerables a adquirir una enfermedad y morir.