A las puertas de celebrarse-como todos los 31 de mayo-el Día Mundial Sin Tabaco, sale a la palestra un tema que ha sido objeto de polémica en los últimos años: el uso del cigarrillo electrónico.
¿Es en verdad lascivo? ¿Está comprobado que ayuda a dejar el hábito de fumar? ¿Se debe regular su venta, al igual que los tabacos tradicionales?
Ante esta incertidumbre, Soledad Pérez, una reconocida doctora española y master en Tabaquismo, el pasado 29 de mayo del 2014 fue enfática en decir que el cigarrillo electrónico crea adicción, es tóxico, produce enfermedades, no es sano, no es innocuo y no está demostrado que sirva para dejar de fumar.
Además, la experta indicó en una conferencia en el Club Prensa Asturiana que también afecta a los que no lo utilizan, al igual que sucede con los fumadores pasivos.
Desde las asociaciones de distribuidores y consumidores aseguran que se trata de un dispositivo mucho menos nocivo que el tabaco tradicional, mientras que los médicos defienden el postulado de que es un producto tóxico, ya que en una amplia mayoría de casos contiene nicotina, una sustancia que genera dependencia.
Sin embargo, la sociedad científica se muestra dividida sobre el tema. Hay especialistas que insisten en que no hay garantías de que sea un producto sano, aunque en otros puntos, en especial en el ‘viejo continente’ no todos piensan del mismo modo.
De hecho, un grupo de 53 investigadores ha enviado una carta a la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtiendo de que equiparar la regulación de los cigarrillos electrónicos con los convencionales tendría repercusiones negativas.
Científicos de Europa, de América del Norte, Asia y Australia argumentan en su misiva que estos dispositivos tienen un bajo riesgo para la salud y, por tanto, pueden ser “parte de la solución en la lucha contra el tabaquismo y no del problema”. Van más allá y aseguran que podrían “estar entre las innovaciones más importantes del siglo XXI”.
Gerry Stimson, profesor y científico del Imperial College de Londres es uno de los expertos que firmó la misiva y considera “extraña la postura de la OMS”.
Los defensores del cigarrilo electrónico sostienen que el producto no ocasiona los daños que se le acusas. Lo hacen basándose en un estudio efectuado por un grupo de investigadores del Instituto de medicina social y preventiva de la Universidad de Ginebra,que analizó 20 modelos de las 10 marcas más populares de e-liquids.
Es decir, la esencia que se introduce en los cigarrilos electrónicos. En todos los casos la calidad de estos líquidos, a decir de los consumidores, se define como “sorprendentemente buena” y además no produce adicción.
Lo cierto es que mientras no se tengan estudios exactos y confiables sobre los posibles daños o efectos que estos cigarrillos pueden hacer en la salud humana, es aventurado emitir un criterio al respecto.
A continuación les ofrecemos algunos mitos y otras realidades de los E-Cigars:
1.- Mito: Ayuda a dejar de fumar
No existen estudios que comprueben este postulado. Incluso hay quienes sostienen que el vapor y las sustancias que hay en su interior, son igual de adictivas que la nicotina.
2.- Realidad: Cada usuario puede regular el contenido de nicotina
La ventaja del dispositivo es que cada usuario puede regular la cantidad de nicotina que desea introducir en el cigarrillo. La discusión se centra en los otros elementos potencialmente dañinos que contienen los E-Liquids.
3.- Mito: El ahorro monetario de los usuarios es mayor
En el mercado existe una amplia gama de ofertas y variedades de cigarrillos electrónicos. Los precios varían, al igual que el costo de repuestos y otros insumos necesarios.
4.- Realidad: No deja un olor desagradable en las prendas
A diferencia de los cigarrillos tradicionales, el vapor emitido por los tabacos electrónicos, generalmente y dependiendo de la cantidad de nicotina, no se impregna en las prendas de los usuarios.