Kurt Cobain cae sobre la batería de Dave Grohl, en un show de 1991. Foto: hablatumusica.com
Si Kurt Cobain no se habría matado con un tiro en la cabeza, hoy tendría 52 años y, a lo mejor, no sería tan mitificado como lo es ahora. La muerte, cuando es temprana y trágica, distorsiona los balances. El 5 de abril se cumplieron 25 años de su suicidio y todavía se discute si Cobain fue un genio o solamente un buen músico, si fue un renovador del rock o si más bien fue el causante de su decadencia.
Quizás no estaríamos recordando su aporte más obvio a la cultura de masas, como el de popularizar el grunge, un coctel de punk, hard rock y guitarras distorsionadas con una actitud anticomercial y unas letras que oscilaban entre la depresión, la soledad y el desencanto. Es difícil asegurarlo, pero si estuviera vivo, lo más probable es que estaría musicalmente lejos del grunge, aburrido de la fórmula de combinar partes lentas con otras más rápidas. No estaría copiándose a sí mismo.
No estaría en festivales oportunistas del pasado, aunque sí le habría dicho unas cuantas cosas a Donald Trump.
Como también es probable que estuviera fuera de circulación a causa del impacto que habrían causado en su cuerpo las generosas dosis de drogas, en especial heroína, que consumía y que, unidas a la depresión, lo llevaron al suicidio.
Todo en Cobain fue una contradicción y eso le generaba mucho dolor. Era seguidor de los grupos alternativos de rock del circuito universitario de Estados Unidos de los años 80, R.E.M., Sonic Youth, Pixies y otros, los cuales estaban unidos por una aversión deliberada hacia los sellos discográficos y la industria. Pero, muy a su pesar, fue el causante principal de que la corriente alternativa se comercializara a escalas globales.
No deseaba ser una estrella pero la industria, ante la autodestrucción de Guns N’Roses, el bajón creativo de los excesivamente solemnes U2 y el hartazgo general del glam metal (Poison, Bon Jovi, Mötley Crüe y otros), hizo de Kurt Cobain su nuevo héroe. Ya en el segundo álbum, el famosísimo ‘Nevermind’, el sello DGC Records impuso al productor, Butch Vig, quien satinó la música para volverla adecuada para MTV.
La canción estelar fue Smells Like Teen Spirit, que desbancó del número uno del escalafón de la Billboard al Dangerous de Michael Jackson. El impacto fue más que simbólico: el grunge le daba una patada al ‘Rey del Pop’ y comenzó el reinado de los grupos alternativos. Hoy, ‘Nevermind’ es considerado uno de los álbumes claves de la historia del rock y jamás falta en las valoraciones y listas que cada cierto tiempo hace la Rolling Stone.
La fama y el dinero, no obstante, no eran lo importante para Kurt Cobain, quien acusó a un grupo rival, Pearl Jam, de venderse, cuando él mismo había cedido ante la presión de la industria. Cobain, aunque proyectaba una imagen desgreñada y andrajosa, poseía un intelecto refinado que lo llevó a darse cuenta de que no estaba construyendo la carrera que deseaba seguir.
El grunge fue, en realidad, la versión comercial de los grupos que en los años 80 mezclaron el punk con el heavy metal, un concepto inconcebible en ese tiempo. Discharge fue el grupo pionero, pero Replacements y sobre todo Hüsker Dü y Dinosaur Jr. impulsaron esa idea musical, en que solo bastaban tres ejecutantes: el guitarrista, el bajista y el baterista. Cualquiera podía cantar. Los Pixies le dieron prestigio al subgénero. Nirvana, también un trío, fue el paso natural que la industria pudo convertir en muchísimo dinero: de ‘Nevermind’ se vendieron 35 millones de copias.
Sin proponérselo, y quizás hubiera sido interesante conocer su opinión, la música de Nirvana dio paso no solo a una legión de imitadores de cabello maltratado y voces desgarradas, sino que también alentó artística pero también comercialmente proyectos híbridos. Uno fue el rap metal, fusión del hip-hop con el heavy metal, que existió desde los años 80 (Beastie Boys), pero que con el triunfo de Nirvana se expandió ampliamente. Son sus deudores P.O.D., Slipknot, Limp Bizkit y Linkin Park, por ejemplo.
El otro híbrido fue el nü-metal, fusión del heavy metal con el grunge, el funk y otros géneros cercanos al hip-hop. Korn, Deftones y System of a Down pertenecen a esta corriente que daba prioridad a la atmósfera y al ritmo antes que a la melodía. No obstante, ni el rap metal ni el nü-metal lograron permanecer vigentes, aplastados por el auge de las versiones urbanas del hip-hop y el R&B.
Nirvana también dio un impulso para que grupos que preferían un punk más clásico pero inofensivo pudieran tener espacio, como Green Day y Blink 182. Billy Joe Armstrong, líder de Green Day, calificó a Cobain como su principal influencia y dijo esto de Nirvana: “Recuerdo haber oído ‘Nevermind’ y pensar que finalmente tenemos a nuestros Beatles”.
El ejemplo suicida y adicto, sin embargo, fue lo que más ha perdurado como legado de Cobain entre los alternativos. Desde su fallecimiento, se han matado por sobredosis u otras causas Shannon Hoon (Blind Melon), Jonathan Melvoin (The Smashing Pumpkins), Lane Staley (Alice In Chains), Mark Sandman (Morphine), Scott Weiland (Stone Temple Pilots) y Chris Cornell (Soundgarden). Son los mártires de una generación que jamás supo encontrarse a sí misma.