El cultivo de leguminosas requiere de una mínima cantidad de agua para su producción. También aportan nitrógeno al suelo. Foto: archivo
Lentejas, fréjoles, garbanzos y otras legumbres tienen, a veces, “efectos sociales colaterales” en el entorno, después de ingeridos. Pero aunque resulte difícil de creer, también contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Se estima que unos 190 millones de hectáreas de leguminosas vierten entre 5 y 7 millones de toneladas de nitrógeno al suelo. Como son capaces de fijar su propio nitrógeno en la tierra, no necesitan tantos fertilizantes, ya sean orgánicos o sintéticos, y pueden desempeñar un papel importante en la reducción de emisiones contaminantes. Durante la fabricación y la aplicación de esos fertilizantes se liberan gases contaminantes y su excesivo uso puede ser perjudicial para el ambiente.
Además, las legumbres son muy populares. La producción mundial aumentó de 64 millones de hectáreas en 1961 a casi 86 millones en el 2014.
Los datos reunidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) también indican que cuando se alimenta al ganado con legumbres “su alto contenido en proteínas hace que contribuyan a aumentar la tasa de conversión de alimentos”. Al mismo tiempo, disminuyen las emisiones de metano de los rumiantes, por lo tanto, las emisiones de gases invernadero.
Eso revela la gran preocupación que tiene esa agencia por el impacto del cambio climático en la seguridad alimentaria.
El recalentamiento planetario tienen un impacto enorme en la producción de alimentos y en la seguridad alimentaria. “Los cambios de clima pueden causar un aumento de los desastres naturales como sequías, inundaciones o huracanes, que pueden afectar a todos los niveles de la producción de alimentos”, señala el documento de la FAO.
La FAO remarca que las legumbres tienen una vasta diversidad genética, de las que se pueden seleccionar variedades mejoradas para cultivar. Esa característica es particularmente importante porque se pueden desarrollar cepas más resistentes a la variabilidad climática, para usar en áreas propensas a inundaciones, a sequías y a otros eventos climáticos extremos.
Además de lo anterior, “los sistemas agroforestales que incluyen legumbres, como el guandú, con otros cultivos, ayudan a mantener la seguridad alimentaria de los agricultores, ayudándoles a diversificar sus fuentes de ingresos”, indica la FAO.
La FAO creó una lista de datos concretos: “Las legumbres son un tipo de leguminosas que se cosechan únicamente para obtener la semilla seca”. Añade que “los fréjoles secos, lentejas y guisantes son los tipos de legumbres más comúnmente conocidos
y consumidos”.
Las legumbres son bajas en grasa y ricas en fibra soluble, capaces de reducir el colesterol y ayudar a controlar el azúcar en la sangre. Debido a estas cualidades, son recomendadas por las organizaciones sanitarias para hacer frente a enfermedades no transmisibles, como la diabetes y las dolencias cardíacas. También se ha demostrado que ayudan a combatir la obesidad.
Las legumbres son un cultivo importante para los agricultores, porque pueden venderlas y también consumirlas a nivel familiar. Tener la opción de comer y vender las legumbres que producen ayuda a los campesinos a mantener la seguridad alimentaria.