El debate sobre la conveniencia de la legalización de las sustancias adictivas crece en el mundo, con diversos matices. Dos posturas se sitúan en los extremos y son citadas en las discusiones. Aquí están englobados los argumentos del presidente estadounidense Donald Trump y del economista neoliberal Milton Friedman.
Donald Trump, tan radical que incluso pide la pena de muerte
El presidente estadounidense Donald Trump ha radicalizado su discurso sobre el combate en contra de las drogas y se ha colocado en una orilla totalmente opuesta de quienes plantean que la legalización del consumo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes es la solución para superar las consecuencias sociales del narcotráfico.
El Gobierno Federal estadounidense aún considera ilegal el consumo recreativo de marihuana o cannabis, a pesar de que nueve estados y el distrito de Columbia ya han aprobado su despenalización.
El último estado en sumarse a esta tendencia fue Vermont, en enero, con dos datos significativos: fue el primero en legalizarla marihuana para usos no medicinales siguiendo el proceso legislativo, y quien firmó la histórica ley fue Phil Scott, gobernador republicano y aliado de Trump.El Presidente, no obstante, no aprueba estas legalizaciones.
Trump sorprendió, en marzo de este año, cuando además de criticar el consumo legal habló de la pena de muerte para los narcotraficantes. Esto fue recogido por la prensa internacional el 19 de marzo, cuando Trump presentó su plan para combatir la adicción a los opiáceos. Lo hizo en un discurso en Manchester, New Hampshire, el tercer estado con la proporción por sobredosis de opiáceos más alta del país, por detrás de West Virginia y Ohio.
“Los traficantes de drogas matan a miles de nuestros ciudadanos cada año. Por eso, mi Departamento de Justicia buscará penas mucho más severas de las que jamás hemos tenido. Y me enfocaré en la pena de muerte para los grandes traficantes, los que realmente están matando a tantos estadounidenses.
“Si no nos ponemos duros con los traficantes de drogas, estamos perdiendo el tiempo, y esa dureza incluye la pena de muerte. Otros países en los que rige la pena capital para narcotraficantes me dijeron que no tienen ningún problema con las drogas.
“También tenemos que reducir la oferta, ya que son increíblemente adictivos. La adicción no es nuestro futuro. Criaremos a una generación libre de drogas”.
El tema migratorio, recurrente en Trump, también apareció en el discurso de Manchester, quizás la intervención más sistemática del Mandatario sobre las adicciones desde que asumió el poder y que guarda coherencia con sus declaraciones del pasado: “Vamos a construir el muro para mantener afuera a los traficantes de drogas”.
No era la primera vez que Trump arremetía en contra de su vecino del sur, ya que el 5 de marzo escribió esto en Twitter: “México debe hacer mucho más para que las drogas no lleguen a Estados Unidos. No han hecho su trabajo. Hay millones de personas adictas y moribundas”.
El 19 de octubre del 2016, Trump ya daba pistas sobre su visión de los opiáceos y la inmigración para justificar el muro: “Las drogas están llegando a este país. Si no tenemos frontera, no tenemos país”. Prácticamente dijo lo mismo el 25 de marzo de este año: “Construir una gran muralla fronteriza, con drogas (veneno) y combatientes enemigos entrando a nuestro país, tiene que ver con la Defensa Nacional”.
De regreso al discurso en New Hampshire, Trump también insistió en que el problema de las sustancias ilícitas tenía relación con las llamadas ‘ciudades santuario’, las urbes que limitan su colaboración con las autoridades federales de inmigración:
“Según un reciente estudio de Dartmouth, la ciudad-santuario de Lawrence (estado de Massachusetts), es una de las principales fuentes de fentanilo (narcótico sintético opioide) en seis condados de New Hampshire. Ponerles fin a las ciudades-santuario es crucial para poner fin a la crisis de las drogas”.
Friedman fue partidario de la liberación total de las drogas
Aunque han pasado casi tres décadas desde sus postulados, la tesis de la absoluta despenalización de las drogas de Milton Friedman continúa como la más citada por parte de los defensores de esa radical medida.
Friedman (Nueva York, 1912, San Francisco, 2006) ganó el Premio Nobel de Economía en 1976 y se le considera el líder de la escuela económica monetarista de Chicago, es decir, del neoliberalismo. También era republicano, como Donald Trump, pero sus estudios sobre el consumo, que le merecieron el Nobel, le hicieron pensar que la solución no está en el combate armado a los narcos.
Los siguientes textos están tomados de dos célebres entrevistas que Friedman ofreció entre 1991 y 1993 sobre la despenalización de las drogas, recogidas en ‘Schaffer Library on Drug Policy’ y en la revista Semana:
“Con la legalización de las drogas, pienso que Estados Unidos tendría la mitad de prisiones, la mitad de reclusos, diez mil homicidios menos al año, barrios urbanos en los que habría una oportunidad para gente pobre que viviría sin temer por sus vidas, ciudadanos que podrían ser respetables que son ahora adictos, no convirtiéndose en criminales para obtener su droga, pudiendo obtenerla con garantías de calidad. Ahora ocurre lo mismo que bajo la prohibición del alcohol.
“Bajo la prohibición del alcohol, las muertes por envenenamiento alcohólico, por cosas que se mezclaban con el alcohol de contrabando, aumentaron bruscamente. Igualmente, bajo la prohibición de las drogas han aumentado las muertes por sobredosis, por adulteración o por sustancias adulteradas.
“El principal efecto adverso que podría tener la legalización sería que muy posiblemente habría más gente tomando drogas. Aunque esto no está claro en modo alguno, pues si se legalizan, se destruiría el mercado negro y el precio bajaría drásticamente. Como economista, sé que precios más bajos tienden a generar mayor demanda. Sin embargo, esto hay que tomarlo con grandes reservas.
“El efecto de la criminalización: de hacer ilegales las drogas, es conducir a la gente de las drogas blandas a las duras. La marihuana es una sustancia pesada y voluminosa y, por tanto, relativamente fácil de interceptar. Los agentes antidroga han tenido más éxito apresando marihuana que, por ejemplo, cocaína. Así, los precios de la marihuana han subido, es más difícil obtenerla. Ha habido un incentivo para cultivar marihuana más potente y la gente se ha dirigido de la marihuana a la heroína, la cocaína o el crack.
“La gente que lleva el tráfico de drogas no son distintos del resto de empresarios, excepto en que tienen más iniciativa empresarial y menos preocupación por dañar a otros. En ese sentido, son más irresponsables. Pero tienen un negocio y tratan de obtener tanto como pueden.
“Supongamos que legalizamos el crack. Bajo las circunstancias actuales, una madre adicta al crack tendría miedo de someterse a un tratamiento prenatal, porque se ha convertido en una delincuente, está amenazada con ir a la cárcel. Con las drogas legalizadas, ese temor desaparecería. Y, sabe usted, incluso las madres adictas al crack tienen un sentimiento de responsabilidad para con sus hijos.
“En un libre mercado normal hay miles de importadores y exportadores. Cualquiera pueda entrar en el negocio de las papas. Pero es muy difícil que un pequeño empresario pueda dedicarse al negocio de importación de drogas, porque nuestros esfuerzos por impedirlo esencialmente lo hacen enormemente costoso. Así que la única gente que puede sobrevivir en ese negocio son como el cartel de Medellín, que tiene suficiente dinero como para tener flotas de aviones”.