Christine Lagarde nació el 1 de enero de 1956 en París. Cuando era adolescente integró el equipo francés de nado sincronizado. Estudió Leyes y tiene un máster en Ciencias Políticas. Encabeza el FMI desde el 2011, y ahora está nominada a dirigir el BCE. Foto: AFP
Sería buena idea que los candidatos a comandar el Fondo Monetario Internacional (FMI) a partir del 12 de septiembre, cuando se vuelva efectiva la renuncia de su actual directora gerente Christine Lagarde, lean el artículo publicado por Avery Blank en la versión electrónica de revista Forbes hace un par de semanas.
Esta consultora invita ahí a sus lectores a fijarse en la historia de Lagarde para entender “por qué la gente exitosa sigue subiendo”. Una trayectoria profesional distinta a sus antecesores que la volvieron única para el puesto, su capacidad de apreciar el bosque y no el árbol en temas de política y economía globales, y su extraordinaria capacidad de relacionarse con gente poderosa alrededor del mundo.
Es difícil encontrar en el material publicado en los últimos cinco años muchas referencias a su implicación en el caso de estafa organizada por el cual fue juzgado el millonario francés Bernard Tapie, cuando ella era en el 2008 ministra de Finanzas de Nicolás Sarkozy (2007-2012). Fue sobreseída en ese proceso en el 2016 en virtud de su “reputación nacional e internacional”.
En ese momento la prensa gala reaccionó con fuerza. Diario Le Monde calificó esta decisión judicial como “incomprensible”, y habló en su editorial de “un momento de cólera en Francia en el que se exige a las instituciones inteligibilidad y a ser posible justicia, este proceso tambaleante, revela las causas del fracaso”. Pero de ahí nada más pasó.
En cambio, se multiplican las afirmaciones de que, si en octubre se concreta su nombramiento para encabezar el Banco Central Europeo (BCE), este solo sería otro de los cargos en que trascenderá como pionera de su género al ser la primera mujer en alcanzarlo.
Ya fue la primera en dirigir la prestigiosa firma estadounidense de abogados Baker y McKenzie, y después en manejar la economía de su país. Ese mismo membrete marcó su llegada al FMI en el 2011.Es común encontrar junto a su nombre calificativos como “equilibrada, chic y con un inglés fluido”, incluso en perfiles publicados por la sobria cadena británica BBC, y declaraciones obtenidas por el también británico diario The Guardian que rezan que “irradia encanto” y “rezuma respeto”.
De hecho, dicen que le bastó un almuerzo con el director del Banco Central chino para convencer a Pekín de darle su voto, cuando China junto a otras economías emergentes llevaba semanas quejándose de que siempre fuera un europeo quien dirigiera el Fondo.
Más allá de cualquier subjetividad, a lo mejor una de las cosas que más va a trascender es que no sale por la puerta de atrás, como ocurrió con sus dos inmediatos antecesores.
El español Rodrigo Rato (2004-2007) renunció intempestivamente aduciendo “motivos personales”, pero dos días después reconoció ante la firma auditora Waterhouse Coopers que estaba vinculado con tres empresas que fueron presuntamente usadas para blanqueo de capitales.
Luego llegó el también francés Dominique Strauss–Khan, quien a punto de catapultarse al Elíseo tuvo que dimitir del organismo multilateral y posteriormente de su candidatura luego de que una camarera de un hotel de Nueva York lo acusara de violación.
Lo que le espera a quien se siente en su silla
En una entrevista para la organización The Female Lead, Lagarde cuenta que para ella dirigir es algo que le viene casi desde la cuna, porque cuando tenía cuatro años y su mamá la ponía a cuidar a sus hermanos menores siempre le decía que ella era “la jefa”.
Y es precisamente su “habilidad y valentía para liderar” la cualidad que el diario Financial Times considera prácticamente imprescindible para quien llegue a ocupar su oficina en Washington. El Fondo cumplirá 75 años en diciembre del próximo año intentando defender el principio de cooperación internacional que marcó su fundación, en un momento de “presiones a menudo contradictorias de poderes económicos existentes y emergentes”, dice ese Diario en su editorial del 7 de julio.
También es muy posible que deba darse de frente con el desafío de mantener el peso global del FMI, que en más de una ocasión ya ha sido criticado por no mantener el ritmo en un momento de crisis que se desarrollan a un ritmo vertiginoso.
La intervención de Lagarde en el rescate a Grecia, con el polémico “que los griegos paguen sus impuestos” incluido, y sus controvertidas declaraciones respecto al peso que tendrán los jubilados en la economía mundial conforme aumenta la expectativa de vida, quedan en el terreno de la anécdota frente al panorama que se ve venir.
Europa ya busca un candidato de consenso que represente al bloque de votos más importante, que a su vez tenga credibilidad en EE.UU. Pero está latente la posibilidad de que China intente crear su propio rector monetario mundial, en momentos en que sus tensiones comerciales con Washington ya han resentido el crecimiento.
Cualquiera que gane la elección y resulte director -o directora- gerente tendrá el desafío de defender una economía mundial abierta, cuando las relaciones con la Casa Blanca no son las mejores y la cosa pudiera ir a peor si Donald Trump obtiene la buscada reelección en el 2020.
Y para rematar y no menos complicado, trabajará a la sombra de una figura a la que casi no le falta ningún apelativo. Una de las mujeres más poderosas del planeta, la mejor vestida… Una ‘rock star’ de la política internacional.