“Veo que en Ecuador están pasando cosas musicales que son de las más importantes del continente”, asegura el cantautor. Foto: Cortesía Jorge Drexler
Jorge Drexler es un gran conversador. Los 10 minutos asignados para hacer una entrevista vía telefónica entre Madrid y Quito no son suficientes para hablar de temas en los que él está muy interesado, como la migración o los músicos ecuatorianos.
El cantante uruguayo vino a Ecuador para presentar su último álbum, ‘Salvavidas de Hielo’, en Cuenca, Guayaquil y Quito; el 12, 14 y 15 de septiembre del 2018, respectivamente. El disco fue grabado sólo con voz y con la guitarra como única fuente de música. La idea minimalista de Drexler recibió una importante contribución de un músico ecuatoriano, como lo cuenta a continuación.
¿Cómo fue la exploración para componer la percusión de Salvavidas de Hielo?
Me encanta que me preguntes desde Ecuador, porque Ecuador participó en el disco. Hubo una colaboración con Nicola Cruz.
Más que nunca me parece a mí importantísimo hacer una limitación de las fuentes de trabajo, ante esa sobre abundancia y sobre estimulación en la que vivimos.
Lo que hice fue llamar a cinco percusionistas y pedirles que me enviaran archivos grabados solo con guitarra. Cuando llegaron los archivos de Nicola (desde Ecuador) tenían un nivel rítmico y sonoro de altísimo nivel, que nos hizo cambiar el rumbo del disco.
No quiero ponerme muy técnico, pero estábamos trabajando con sonidos aislados, ensamblados en la computadora. Él nos mandó una serie de archivos: los sonidos de la guitarra estaban tocados en vivo, directamente.
Eso le aporta una humanidad a toda la percusión. Él es un gran percusionista, además de ser mi músico electrónico favorito. Decidimos desandar todo el camino y volver a grabar de la misma manera de la que había grabado Nicola. Hasta usamos efectos parecidos de los que él había usado. Fue muy inspirador.
Entonces, ¿todo el álbum está marcado por esta colaboración con Nicola Cruz?
Yo te diría que sí, el rumbo general del álbum. Él no estaba en Madrid, así que no pudo participar del proceso de grabarlo todo de vuelta. Tenemos dos percusionistas en Madrid y los hicimos tocar en vivo sobre la guitarra. Donde mejor escuchas ese resultado, de alguien tocando en vivo, es en Silencio y en Quimera.
Cambiando de tema, tú te has pronunciado mucho sobre la migración. ¿Hace falta migrar para ponerse del lado del refugiado o del migrante?
Evidentemente se entiende muchísimo más la migración cuando alguien la ha experimentado en carne propia o en su familia. Soy consciente del drama venezolano que se está derramando sobre Ecuador, es uno de los países que más recibe inmigrantes venezolanos.
Quiero decirles a los ecuatorianos que yo, personalmente, le debo mucho a Venezuela. La mitad de mi familia uruguaya se exilió durante la dictadura. Fue recibida por Venezuela con los brazos abiertos, en la época de la bonanza.
La historia es rápida y reiterativa. Mi padre que nació en Alemania fue recibido por Bolivia, en el año 39; luego los bolivianos intentan entrar a Alemania y no pueden.
Hay que recibir a los venezolanos con los brazos abiertos. Están sufriendo una situación humanitaria derivada de la situación política terrible que hay. Tengo familia en Venezuela y lo sé de primera mano. Me angustia enormemente el problema de Venezuela; tenemos que ser generosos.
Además, tenemos que recordar otra cosa, la inmigración venezolana en Uruguay, que ha llegado en los últimos años, ha llenado a Uruguay de color, nuevas comidas, nuevos bailes, nuevos acentos, ganas de trabajar y conocimientos en muchas áreas.
Todos ganamos con el movimiento, entonces…
No se puede hablar a la ligera de un tema tan grave como la migración. Yo no me animo a decir que todos los casos migratorios son positivos.
Es un hecho muy traumático, hasta la migración hecha de la manera más privilegiada, que es mi caso. Me fui de Uruguay, porque quería, no me he ido huyendo de nada, me fui para desarrollar un modelo de vida y una profesión.
Llevo 23 años en España. No sé a dónde pertenezco. Mis hijos tienen un pie aquí y otro allá. Cuando pasa algo con algún familiar, uno está lejos y es muy triste estar lejos.
Desde tu visión de médico y de cantante, ¿crees que la música sana? ¿te han dicho que tu música sana?
La verdad es que sí me lo han dicho. Me considero muy afortunado porque la gente deposite ese cariño. Mis canciones son escritas básicamente para que me sirvan a mí, con la convicción de que como me siento un igual a las otras personas, si me sirven a mí, le podrán servir a otro.
Has hablado del reguetón y de los procesos de la industria en ocasiones anteriores. En este sentido, ¿ves a la maquinaria del entretenimiento como un monstruo vaciador de propuestas?
La industria musical como un monstruo; desde luego no. Los monstruos son los que fabrican las minas antipersonas, son los que llenan el océano de plástico.
La industria musical es una industria que se puede hacer, como cualquier comercio, con mayor o con menor ética. Yo conozco gente maravillosa y gente que no me gusta lo que hace en la industria musical. Es decir, tengo mis gustos musicales.
Me gusta más Fernando Cabrera de Uruguay y me gusta más Nicola Cruz o Mateo Kingman (músicos ecuatorianos) que Maluma. Maluma no es mi enemigo. Es un colega que hace canciones muy diferentes a las que hago yo. No es nada personal, no es un juicio de valor.
¡Estás muy informado de los músicos ecuatorianos!
Intento informarme. Veo que en Ecuador están pasando cosas musicales que son de las más importantes del continente.
¿Te gustaría colaborar, para una producción tuya, con algún cantante ecuatoriano?
Hice una colaboración para un trabajo con Nicola (un yumbo todavía no publicado), tengo muchas ganas de verlo cuando vaya. Yo estoy abierto a hacer colaboraciones, la única condición es que me vaya a enamorar lo que otra persona haga y lo que hace Nicola me enamora.