305 millonesde personas perderían su empleo, según la OIT. Foto: INGIMAGE/ FOTOMONTAJE / AS
Nada mejor que una pandemia para darse cuenta de la importancia de poner dinero en el bolsillo de la población para mantener funcionando el aparato productivo.
Hasta el año pasado, el miedo a perder la fuente de ingresos estaba relacionado con el desempleo provocado por la robotización o la inteligencia artificial. Ahora, el temor es la pandemia por el covid-19, que ha sido capaz de paralizar a media humanidad y amenazar a 305 millones de puestos de trabajo, según la OIT.
La vacuna contra el covid-19 demorará unos 18 meses, un tiempo que los más pobres no tienen. Para ellos, la vacuna ya fue descubierta, pero requiere de medidas económicas poco convencionales y a gran escala, que evitarán que el aislamiento se traduzca en una profunda recesión mundial.
¿La solución? Entregar una mínima cantidad de dinero a todo el mundo para que pueda vivir sin preocuparse de si tendrá o no trabajo.
Se trata de la Renta Básica Universal (RBU), una propuesta que se ha planteado años atrás, a manera de experimento, en algunos poblados de Kenya, EE.UU., Canadá, Brasil, Finlandia y Alemania.
Con la aparición del covid–19, la renta básica ha despertado el interés de varios gobiernos alrededor del mundo. Esta semana, por ejemplo, el primer ministro de Escocia, Nicola Sturgeon, describió a la RBU como una posible solución a la devastación económica causada por la pandemia. “Ha llegado el momento de considerar seriamente el ingreso básico universal para los escoceses”.
La propuesta original de la RBU es garantizar a toda persona un monto de dinero para cubrir sus necesidades mínimas, sin importar su nivel socioeconómico, género o color de piel o afinidad religiosa.
Con la explosión de la pandemia del covid–19, los gobiernos comenzaron a adoptar los postulados de la RBU, de manera focalizada y temporal.
EE.UU., España, Alemania, Francia, España o Dinamarca están inyectando miles de millones de dólares y euros en los bolsillos de las personas de menores ingresos, pero también de aquellos que sí tenían un empleo y debieron quedarse en casa por la cuarentena.
Francia, por ejemplo, ofrece a los trabajadores independientes hasta USD 1 600; en Hong Kong, el Gobierno pagará el 50% de los salarios de los trabajadores durante seis meses, y Dinamarca pagará del 75% al 90% de los salarios de los trabajadores en nombre de los empleadores, siempre y cuando los trabajadores no sean despedidos, según información de Business Insider
“Ahora está bastante claro que prácticamente todos en la sociedad tienen un profundo interés en que las personas de bajos ingresos tengan el poder adquisitivo para comprar alimentos y pagar su renta”, dijo el politólogo Ron Hikel a la cadena de noticias CBC, de Canadá. En ese país, más de siete millones de personas han solicitado un beneficio que ofrece el Gobierno desde el 6 de abril para enfrentar la emergencia,
En la década de 1970, Hikel era el director ejecutivo de un experimento de RBU en la ciudad canadiense de Mauphin. Ahí, un 30% de la población recibió un nivel mínimo de ingresos por cinco años.
En ese entonces ya se temía que nadie quisiera trabajar si recibía dinero gratis. Sin embargo, el impacto en la oferta laboral fue “pequeño”, menor al 10%, explicó Hikel.
En cambio, las tasas de violencia doméstica se desplomaron, la salud mental mejoró y los que no volvieron al trabajo utilizaron su tiempo personal de manera más productiva, desde el cuidado de los niños hasta la capacitación. “Entonces, si se piensa en todos los costos de atención por mala salud mental, creo que un ingreso básico tiene algunos efectos bastante importantes en la sociedad”, sostiene Evelyn Forget, economista de la Universidad de Manitoba, en Canadá.
Pero incluso Hikel advierte que un programa de transferencia de efectivo necesitaría ser cuidadosamente construido. Los gobiernos tendrían que encontrar el punto óptimo para no pagar en exceso a quienes no necesitan el dinero y pagar menos a quienes sí lo necesitan. “Soy un creyente, un fuerte creyente, de que hay grandes desventajas en el modelo universal, en el que todos reciben una cantidad fija”, dijo.
En cualquier caso, la pregunta es cómo se financia ese pago mínimo, sobre todo en los países en desarrollo, donde la capacidad económica de los gobiernos es más limitada.
Una primera respuesta la dio la secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), Alicia Bárcena. El mes pasado llamó, al igual que el Secretario General de las Naciones Unidas, a paralizar el cobro de la deuda a todos los países, especialmente los de renta media, porque la mayoría no tiene hoy capacidad para enfrentarla.
Con esos recursos se puede construir un futuro civilizatorio pospandemia, para que los países aseguren a la gente un ingreso básico universal que, si fuera equivalente a una línea de la pobreza extrema, no costaría más del 2% del PIB. Y si se apunta un poco más alto y se piensa en un ingreso equivalente a una línea de pobreza, el costo alcanzaría a 4,7% del PIB, dijo Bárcena. Esa cifra es menor al 6,3% del PIB que representa la evasión fiscal en los países latinoamericanos.
Si los países se ponen de acuerdo, la RBU puede evitar que la crisis actual se convierta en una catástrofe futura.