El director Ron Howard completa una trilogía de misterios, con la sobrepoblación mundial como telón de fondo. Foto: Captura
Con ‘Inferno’, el estadounidense Ron Howard suma su tercera adaptación cinematográfica de una novela de su compatriota Dan Brown. En el 2006 lo hizo con ‘El código Da Vinci’ y en el 2009 sucedió con ‘Ángeles y demonios’.
Ahora, siete años más tarde, Howard vuelve a reencontrarse con el experto en simbología Robert Langdon, interpretado una vez más por el ganador del Oscar Tom Hanks. En esta producción, Langdon vuelve a ser la clave para resolver un nuevo y complejo rompecabezas, que aborda el tema de la sobrepoblación mundial como escenario de una maquiavélica conspiración. Un plan puesto en marcha por una brillante pero desquiciada mente, obsesionada con la obra de Dante Alighieri.
De regreso a Europa, específicamente a Italia, Langdon se despierta en la cama de un hospital con una severa amnesia y un conjunto de oscuras imágenes oníricas como única pista. Ese vacío de recuerdos recientes será el primer misterio que tendrá que resolver, tras salir del hospital ayudado por la doctora Sienna Brooks (Felicity Jones) y escapando al ataque de una asesina profesional que lo tiene en la mira.
Tras este confuso inicio, la acción y el suspenso empiezan a tomar forma a partir de las conexiones que se establecen entre distintos personajes y una serie de pistas que se van descubriendo en una tensa pero emocionante travesía, en locaciones como Florencia, Venecia o Estambul.
Con un creativo registro de personajes, locaciones y paisajes, Howard hace gala de un buen control de la fotografía, que luego es aprovechada en un montaje lo suficientemente dinámico, como para no dejar que la tensión decaiga a lo largo de la cinta.
Mientras que Tom Hanks luce agotado y limitado por la ausencia de recuerdos que se irán aclarando con el tiempo, Felicity Jones se va desprendiendo de su recato profesional para revelarse como una intrépida mujer en busca de respuestas.
La amenaza global va tomando forma y rostro con cada pieza que engrana en este rompecabezas cinematográfico. Relegado a un segundo plano aparece un excéntrico Bertrand Zobrist (Ben Foster), un hombre obsesionado con los presuntos secretos que guarda la obra de Dante Alighieri.
“La humanidad es el cáncer de su propio cuerpo”, asegura el villano que ha encontrado la forma de resolver el problema del agotamiento de recursos, la inequidad social o el modelo de consumo masivo que expone al planeta a una inminente catástrofe. Una realidad que se ve reflejada en la reiteración de locaciones que lucen abarrotadas, dejando una sensación de agobio y excesos.
Pese a la eficacia de sus protagonistas y al impacto visual de sus entornos, la historia se repite por tercera ocasión, sin novedades narrativas.