Cultura, accesorios y vestimenta se muestran en el área natural de la provincia. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
Las artesanías, ponchos, abrigos, guantes, bolsos de lana y otros se comercializan en el ingreso sur del Parque Nacional Cotopaxi. Las indígenas de las comunidades Tigua, Quilotoa y Zumbahua son las encargadas de venderlas a los visitantes nacionales y extranjeros.
A pesar del frío en la zona, ellas visten su tradicional falda de gamuza, blusa de seda bordada, zapatos de tacón, medias de nailon y grandes chalinas bordadas a mano.
Los sombreros de gamuza de colores complementan el atuendo con características ancestrales. Los hombres visten su pantalón de lana, suéter de lana y sombrero de ala corta.
En los pequeños espacios de madera están colgadas las máscaras de diablo huma, guantes, medias de lana y ponchos de lana para el intenso frío y ventarrones que hay en los sectores de la laguna de Limpiopungo, La Rinconada, El Chasqui y el refugio José Ribas, al pie del volcán.
Martha Vega es una de las artesanas oriunda de la parroquia Zumbahua, a 30 minutos de Pujilí. La indígena, de 43 años, indica que las prendas son elaboradas con lanas de borrego, llama, alpaca y sintética. Se comercializan desde los USD 3 hasta los 25. Algunas de las prendas de vestir son elaboradas por los artesanos de Zumbahua y de Otavalo.
“Los turistas nacionales son los que más adquieren los ponchos, gorros y guantes. Aunque regatean un poquito nos compran para traer nuevos modelos”, asegura Vega.
En un espacio de los locales se exponen los tallados, máscaras hechas con madera y cuadros elaborados en cuero de oveja que se usan en varias fiestas de las comunidades de Cotopaxi. Estas pinturas son elaboradas por hábiles manos de las artesanas que tienen pequeños talleres familiares que funcionan en las salas o patios de sus viviendas.
Las caretas tienen forma de perro, lobo, leopardo, colibrí, mono y el tradicional diablo huma. A estas se suman los payasos, demonios o calaveras.
Edison Vega, oriundo de la comunidad Tigua, explica que en las pinturas se plasmaron las leyendas que contaron sus abuelos. Una de estas historias es sobre el cóndor que secuestró a una joven mujer.
“El visitante puede disfrutar del arte antes de emprender su aventura al volcán. Cotopaxi tiene mucho por mostrar a los visitantes”, indicó Vega.
Los artesanos también son los encargados de mantener limpia y forestada la zona de ingreso al área protegida así como el almacén. “El negocio es rentable y logró recuperarse luego del cierre del parque por el volcán”, dijo Vega.