¿Cuál es el Impacto psicológico de la covid-19 en profesionales de primera línea?

Un trabajador médico camina en la unidad de cuidados intensivos para pacientes con covid-19 en el hospital Maggiore en Cremona, Italia, el 25 de febrero de 2021. Foto: EFE

Un trabajador médico camina en la unidad de cuidados intensivos para pacientes con covid-19 en el hospital Maggiore en Cremona, Italia, el 25 de febrero de 2021. Foto: EFE

Un trabajador médico camina en la unidad de cuidados intensivos para pacientes con covid-19 en el hospital Maggiore en Cremona, Italia, el 25 de febrero de 2021. Foto: EFE

El impacto a nivel emocional de la covid-19 en los profesionales sanitarios que trabajan en primera línea es innegable. Los estudios realizados señalan un mayor riesgo de malestar emocional. Más concretamente, indican el desarrollo de síntomas y manifestaciones de estrés, ansiedad, estado de ánimo bajo y traumatización secundaria.

Todavía es pronto para determinar consecuencias a largo plazo a nivel de salud mental. Esto es así porque se desconoce realmente cuál puede ser el impacto real, teniendo en cuenta que la pandemia no ha terminado. No obstante, se estima que su repercusión puede ser similar a la que se produce ante situaciones de catástrofes.

Es decir, se espera que la mayoría de los profesionales puedan presentar reacciones de estrés, especialmente en los momentos más agudos de la pandemia o aquellos que generen mayor sobrecarga. También se prevé que hasta un 20 % de ellos se vea afectado y que desarrollen algún tipo de trastorno psicológico (de tipo ansioso, depresivo o traumático).

No obstante, la mayoría se recuperará en un plazo aproximado de unos seis meses y cerca de un 5 % podría llegar a tener una afectación más allá de este periodo. Una vez más, ello demuestra la capacidad de adaptación que tenemos como especie.

¿Quién se verá más afectado?

Tal como señalan algunos estudios, el perfil de profesionales que presentan un mayor riesgo en su salud mental es, en primer lugar, el de los trabajadores que atienden en primera línea a pacientes covid-19 (fase de emergencia o posteriores), por su exposición a las peores consecuencias de la pandemia.

También, los profesionales más jóvenes (de 18 a 29 años), aquellos con poca experiencia y los de menor formación. Debido a que pueden tener una percepción de baja autoeficacia.

Por otro lado, tienen un riesgo elevado aquellos que tienen antecedentes psicológicos previos, lo que supone cierta vulnerabilidad, al igual que aquellos a los que les ha afectado directamente una cuarentena o aislamiento.

Por último, los sanitarios que dispongan de menos recursos de apoyo sociales e individuales también corren un riesgo elevado.

Razones de la afectación emocional

Según las observaciones de la autora del artículo, basadas en su experiencia profesional como psicóloga de emergencias, algunas de las razones o factores que pueden estar en la base de este mayor riesgo para los profesionales sanitarios están relacionados con la carga o sobrecarga asistencial. Puede ser, bien cuantitativa (colapso de las UCI y resto de servicios), o bien cualitativa (falta de preparación y formación para una situación extrema como esta, lo que puede conllevar en ocasiones percepción de falta de competencia profesional).

En relación con lo anterior, algunos profesionales (medicina, enfermería, auxiliares, etc.) han tenido que abordar un cambio de paradigma respecto a la salud y la enfermedad. La mayor parte de su experiencia profesional se había centrado en intervenciones orientadas a salvar vidas y la curación, y no en abordar una pérdida tras otra. Ello genera, en ocasiones, sentimientos de ineficacia profesional y falta de preparación emocional.

Por otro lado, son importantes también la generalización del temor y el riesgo de contagio a cualquier ámbito más allá del profesional (sentimientos de culpa, responsabilidad y miedo por poner en riesgo a su familia o implicaciones en las relaciones con los demás).

Es decir, se trata de una afectación generalizada en toda la sociedad (que se extiende más allá del ámbito laboral y que afecta también a nivel personal, familiar, comunitario, etc.).

Otro factor importante es la soledad, en relación con la información de que disponen y que otros desconocemos, afectaciones y avances de la enfermedad o de las medidas para abordarla.

Por último, las expectativas propias y ajenas respecto a la función y rol de cuidador repercuten de nuevo en la percepción de estrés sostenido y dificultad para cuidarse. Especialmente, cuando ellos mismos se han contagiado con covid-19, y por un período no han podido seguir desempeñando su función, o ante la posibilidad de pedir ayuda por malestar emocional.

La importancia del apoyo continuado

Según los estudios mencionados, el impacto que todo ello puede tener en la salud mental no se limita a la fase de alarma. Todo lo contrario, los efectos son sostenidos en el tiempo durante toda la crisis derivada por la covid-19. Incluso pueden ir más allá, por lo que deben establecerse mecanismos de ayuda y apoyo a lo largo de todo el período y no solo en momentos críticos.

Precisamente, los periodos que se dan “entre olas”, o interepisodios de la pandemia, permiten una mayor conciencia y un menor nivel de activación. Esto puede favorecer la petición de ayuda, por lo que los apoyos y cuidados a los profesionales deben estar disponibles de forma continuada.

La realidad es que se desconoce realmente cuál puede ser el impacto a largo plazo en la salud mental de los ciudadanos en general y de los profesionales sanitarios en particular.

Todavía no existen precedentes o estudios sobre las consecuencias que conlleva una pandemia mundial de estas características. Se está dando un elevado número de fallecidos, hay un miedo sostenido a un posible contagio propio o a contagiar a familiares, se dan cambios en las rutinas (confinamiento, aislamiento, distancia física, restricción de movimientos y de sistemas de apoyo natural, problemas económicos y sociales derivados, etc.).

Además, la situación de pandemia y, con ello, el estrés asociado a la misma, todavía no ha terminado, de forma que es precipitado aún hablar de consecuencias irreversibles o secuelas en los diferentes colectivos que se están viendo más directamente afectados.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.

*John Kinnear es Director de la Escuela de Medicina de la Universidad Anglia Ruskin, Reino Unido.

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