Hitos modernos de las balsas manteñas, en una exposición

Guaras o timones originales al pie de una vitrina con una réplica de una balsa manteña. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO.

Guaras o timones originales al pie de una vitrina con una réplica de una balsa manteña. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO.

Guaras o timones originales al pie de una vitrina con una réplica de una balsa manteña. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO.

Entre 1966 y 1973, el explorador español Vital Alsar organizó la construcción de cinco balsas manteño-guancavilcas y a lo largo de esos años emprendió junto a diversos tripulantes tres expediciones a través del Pacífico, que tenían por objeto confirmar la viabilidad de la navegación prehispánica.

Una exposición sobre esas hazañas –dos de las expediciones alcanzaron territorio australiano tras un promedio de 5 meses de travesía- se abrió este julio del 2018 en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil.

La muestra ‘Expediciones Transoceánicas Contemporáneas con la balsa Manteño –Guancavilca’ llama la atención sobre los conocimientos navales de los antiguos pobladores de la Costa ecuatoriana. Y sobre la posibilidad de que los manteños hayan podido llevar sus balsas a vela, caracterizadas por sistemas de guaras, a través de las corrientes transpacíficas.

La exhibición incluye fotografías con la secuencia de la construcción de las embarcaciones en el mismo sitio del Malecón donde ahora está ubicado el Museo, mapas de trayecto y detalles de cada una de las expediciones en una proyección, una pequeña réplica de las balsas manteñas y dos de las guaras o timones originales. También dos álbumes del arqueólogo danés-ecuatoriano Olaf Holm en los que se basa la muestra, una serie de recortes de prensa, fotografías y apuntes del propio investigador, que están digitalizados y pueden ser revisados en una pantalla táctil.

“Teníamos un sistema de navegación equiparable al de los galeones europeos”, dice la arqueóloga Mariela García, curadora de la muestra, a cargo de la investigación de los fondos culturales del MAAC. Los expedicionarios españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa sostuvieron ya en el siglo XVIII que “otra hubiera sido la historia de la navegación europea si llegaba a descubrirse con anterioridad” el sistema de timones múltiples o guaras, que dotaban de gran estabilidad a las embarcaciones, según destaca García.

Un video sobre la primera expedición de La Pacífica (1966) incluye información inserta sobre los materiales que se usaron en la construcción: palo de balsa del bosque seco tropical, algodón cuyo uso está documentado desde época prehispánica, lianas o bejucos, caña guadúa para la caseta y techos de bijao o cade. Esa primera expedición naufragó tras 143 días de navegación cuando la balsa comenzó a desintegrarse en la isla de Cocos frente a Costa Rica, destruida por teredos (moluscos que comen madera).

Bartolomé Ruiz, conquistador español y cronista de indias, deja constancia en uno de los textos de la muestra de su asombro cuando en costas de Manabí divisó una “vela latina” y una balsa indígena que transportaban “tejidos de lana y algodón con hermosos tintes de variados colores, vasos y objetos de oro y plata y hasta una balanza para pesar oro”.

Los recortes de prensa de la época, que son proyectados en otras de las paredes, dan cuenta del drama que supuso en esos años la desaparición de las balsas y sus tripulantes, con los que se perdía contacto durante la travesía.

La segunda balsa zarpó el 29 de mayo de 1970 con cuatro tripulantes, entre ellos Vital Alsar. Y atracó en Mooloolaba, Australia, 160 días después. El 27 de mayo de 1973 zarparon en cambio tres balsas con cuatro tripulantes cada una, que llegaron a Mooloolaba (20 de noviembre de 1973), tras casi 6 meses de viaje en una travesía de 400 millas náuticas.

En su libro ‘El viaje más largo de la historia’, Vital Alsar destaca que la característica más ventajosa de la balsa son sus guaras: nueve tablas de quilla verticales de unos cuatro centímetros de grueso, 35 centímetros de ancho y 1,80 metros a 2,40 m de largo. “Estaban hechas de una madera blanda y flexible llamada Figueroa, que se da con gran abundancia en el Ecuador (...) Bajándolas o subiéndolas unos pocos centímetros, podíamos mantener nuestra embarcación, tan poco hidrodinámica, en un curso bastante seguro… ¡era un milagro náutico!”, apunta.

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