Auguste y Louis Lumière fueron científicos e investigadores.
Los Lumière hicieron honor a su apellido. Se convirtieron en la luz del cine en el mundo, que este mes cumple 125 años de existencia.
Louis y Auguste Lumière nacieron en 1864 y 1862, en una época en la que Francia estaba ensombrecida por la invasión prusiana de 1870, que se profundizó con la sangrienta revolución de la Comuna de París. Sus padres, Antoine Lumière y Jeanne-Joséphine Costille, emprendieron el viaje desde Besançon para asentarse en Lyon, Ahí crecerían como una clase de emprendedores de élite, para la cual la formación y la ciencia eran los pilares. Desde pequeños, Louis y Auguste se formaron bajo los ideales de las figuras señeras de la literatura. Julio Verne fue la inspiración de todo lo que ellos crearían en sus vidas.
Su pasión por la imagen nació de su padre, Antoine, retratista que abrió un estudio fotográfico en el centro de Lyon, donde ganó clientela. Sus obras estaban exhibidas en un escaparate que llamaba la atención de todos, hasta de sus hijos que soñaban con darle movimiento a esas miles de imágenes estáticas.
Auguste y Louis ingresaron en 1877 a la escuela técnica de La Martinière, donde se educaban los futuros empresarios de la industria francesa. Mientras Auguste mostraba interés por la medicina y la biología, Louis compaginaba su aprendizaje de física y química con su afición al piano, recibiendo clases en el conservatorio. Esta formación combinaba lo mejor de la ciencia con el arte y la cultura.
En 1881, Louis había hecho algunas pruebas para detener el movimiento en las fotos. Había logrado captar a su hermano lanzando un cubo de agua, saltando sobre una silla o arrojando un palo al perro de la casa. Así, entre prueba y prueba inventó la instantánea que captaba el instante y su luz fugaz. Ya no se necesitaba que las personas o los objetos estuvieran quietos para poder tomar la imagen.
El descubrimiento puso en movimiento un emprendimiento que traería grandes réditos económicos para la familia Lumière. En 1882 Louis creó las ‘plaques etiquette bleue’, unas placas que permitían la producción a gran escala de las instantáneas. Llegaron a una producción anual de más de un millón y medio de placas al cabo de tres años, lo que se convertiría en la mayor fábrica de fotografía de Europa, con lo cual los jóvenes podían dedicarse a la investigación.
El siguiente objetivo era lograr las ‘fotografías animadas’, que cobró fuerza en 1894 cuando su padre les llevó de París el kinetoscopio que había inventado Thomas Edison en 1889. Este dispositivo permitía la visión individual de bandas de imágenes continuas pero sin la posibilidad de proyectarse en una pantalla. Para utilizarlo se debía poner el ojo en un visor.
Los hermanos pensaron entonces de inmediato en la manera de proyectar esas imágenes en una pantalla. Louis Lumière encontró la solución: el cinematógrafo. El aparato consistía en una caja de madera con un objetivo y una película perforada de 35 milímetros. Ésta se hacía rodar mediante una manivela para mostrar las fotografías instantáneas que componían la secuencia (que no duraba más de un minuto); se podía proyectar la filmación sobre una pantalla.
Desde principios de 1894, Louis empezó a rodar con él las primeras películas, de una longitud de 17 metros, cada una que era la máxima capacidad que permitía la máquina.
Plantaron la nueva cámara en la entrada principal de su propia fábrica, trataron de retratar con su manivela el fin de la jornada laboral. De manera que de la película ‘Salida de los obreros de la fábrica Lumière’ realizaron tres versiones.
Con esta película, el cinematógrafo fue presentado el 22 de marzo de 1895 a los asistentes a una conferencia sobre el nuevo invento, organizada en la Sociedad de Impulso a la Industria Nacional, en París.
El cinematógrafo empezó a ganar fama y era momento de presentarlo al público. Los hermanos Lumière alquilaron en París un local grande y espacioso, el Salon Indien, situado en los sótanos del Grand Café, muy cerca de la Ópera. El 28 de diciembre de 1895 se inauguró la primera sala de cine.
La entrada costaba un franco y el show duraba media hora. Allí se proyectarían ‘La llegada de un tren a la estación’ y ‘El regador regado’, los dos mejores filmes de Louis, y otras 10 películas. El éxito fue inmediato. La noticia recorrió la ciudad y, tres semanas después, 3 000 personas asistían a las funciones de cine cada día.
En esa sesión inaugural estaba el hábil prestidigitador francés Georges Méliès, que al ver las películas se dedicó de lleno a la cinematografía, pero con un fin diferente. Méliès se enfocó en crear fantasía y dio origen a la ciencia ficción. Dos de sus películas más famosas son ‘Viaje a la Luna’ (1902) y ‘Viaje a través de lo imposible’ (1904), que relatan viajes surreales inspirados por las obras de Julio Verne.
La carrera por desarrollar el cine fue intensa. Los alemanes Max y Emil Skladanowsky crearon en 1895 el ‘bioskop’, que utilizaba dos películas de 48 imágenes cada una y permitía una proyección de hasta 10 segundos. Ellos aseguraron ser los pioneros en la técnica. No obstante, el cinematógrafo de los Lumière era más preciso y eficiente que el bioskop.
En este ambiente de competencia, se empezaron a buscar formas de hacer más atractivo al cine, que pasó de lo silencioso a lo sonoro y del blanco y negro al color. La sofisticación ha permitido no solo construir escenarios sino recrearlos por medios digitales, rejuvenecer actores e incluso revivirlos. Y pensar que todo nació de una caja de madera, hace 125 años.