Maureen Gubia incluye elementos autobiográficos. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Las nuevas obras de Maureen Gubia evocan las sensaciones de incertidumbre en torno a la crisis financiera de marzo de 1999 y la subsecuente dolarización de enero del 2000.
La artista visual guayaquileña vuelca a la pintura al óleo las memorias de amargura, caos y depresión de una época, y las relaciona con una revisión de su propia biografía, desde esos años convulsos de su adolescencia hasta la actualidad.
“‘Es una reflexión sobre el descontento que quedó en el aire tras la crisis del 99, hace 20 años, que se puede encadenar con las protestas de este octubre en Ecuador. Es un momento que puede tener consecuencias culturales hasta ahora”, indica Gubia.
La exposición ‘Sucre pastel’, abierta hasta esta semana en el Centro de Arte de Guayaquil, reúne seis pinturas de gran formato; y 30 de mediano y pequeño formatos, en las que la artista transforma “bocetos otrora inmaduros” en recientes composiciones desde su característico estilo.
Una estética de lo siniestro, aunado en esta ocasión a un sentido de la deformidad, contrasta con “la dulzura” de una gama de colores pasteles.
“Tengo recuerdos claros de lo que era utilizar sucres, me acuerdo de cuando cambió todo y que fue un caos. Como adolescentes nos tuvimos que acoplar a esta moneda anglosajona, símbolo de una cultura, de un imperio, asimilarlo a tu manera porque nadie te va decir cómo. Todo eso fue ya un ‘shock’ y luego vinieron las diásporas…”, dice Maureen.
El ‘Sucre’ del titulo de la muestra alude a la moneda ecuatoriana, pero también al azúcar, que es el significado de ese mismo vocablo en francés, explica la artista.
El juego semiótico, la “jugarreta polisémica”, le vale para “empalagar el dolor de la crisis” con los suaves y tranquilizantes efectos de su engañosa paleta de colores de tonalidades pastel -propios de las tortas- que marcan sus obras.
“El color pastel aplicado a lo siniestro siempre está presente en mi obra, tanto como lo acechante de fondo. Es un pastel más chillón que de costumbre, mucho color artificial, quizás hasta de ‘mal gusto’, entre comillas”, dice la guayaquileña, consultada.
Eugenio Espejo, prócer de la Independencia ecuatoriana, también aparece retratado. Se lo puede observar en pastel en un billete de 500, parte de una serie de pequeño formato sobre los antiguos billetes ecuatorianos. Las obras también insisten en una noción de comunidad y familia, la institución más golpeada por la crisis del 99, según la artista.
La pieza de mayor tamaño, de 150 por 150 centímetros, titulada ‘Melcocha.org’ es como una revuelta o mosaico de caras -entre ellas las trenzas de una indígena- en un billete de 500 sucres, como si en esa mezcla de rostros femeninos estuvieran cifradas las víctimas de esa transición económica.
Los rostros a menudo lucen con ciertas deformaciones. Maureen Gubia lo atribuye a “dejos” de sus primeras influencias en la pintura, entre las que están el movimiento expresionista alemán o artistas como Edvard Munch y Francis Bacon.
Aunque esas deformidades, que pueden ir de lo imperceptible hasta rozar incluso lo grotesco, tienen también una razón de fondo. “Más que retratos son apariciones, aproximaciones -explica- a lo que podría ser una persona”.