Los funerales de los yumbos se recrean para revivir su cultura

En el museo de Tulipe un grupo de actores hizo una representación fúnebre de los yumbos. Jenny Navarro/El Comercio

En el museo de Tulipe un grupo de actores hizo una representación fúnebre de los yumbos. Jenny Navarro/El Comercio

En el museo de Tulipe un grupo de actores hizo una representación fúnebre de los yumbos. Jenny Navarro/El Comercio

Pachamama recibe a este hermano de nosotros. Taita Inti cuídale en su viaje”, esos eran los últimos rezos que los yumbos, una civilización anterior a los incas y que se asentó 800 años después de Cristo en el noroccidente de Quito, decían cuando uno de los integrantes de su comunidad fallecía.

El ritual funerario empezaba en el centro del pueblo. Hasta ese lugar, los familiares más cercanos del difunto, llevaban el cuerpo que reposaba en una camilla hecha de caña bambú y tejida con hojas de palma (productos de la zona).

Una vez que todos los comuneros estaban reunidos, el anciano de la localidad era el encargado de dirigir una procesión que recorría la zona y llegaba al lecho preparado para realizar el entierro.

Es mediodía, los rayos de sol iluminan y abrigan todo el centro ceremonial del museo de sitio de Tulipe, a 76 kilómetros de la capital. Ese es el lugar elegido para que un grupo de actores recree el rito funerario de los yumbos.

Vestidos de blanco, luciendo artesanías locales en sus cuellos y sosteniendo una especie de bastón de caña con su mano derecha, camina el anciano de la comunidad junto al cacique. Detrás de ellos van las mujeres y los familiares del fallecido.

El cacique, representado por Ismael Chaquinga, integrante del grupo de teatro Eclipse Solar, hace sonar el tambor y los comuneros inician con sus cantos y lamentos.

Bernarda Ycaza, coordinadora de Sitios Arqueológicos del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), mira atenta la representación y explica que un grupo de expertos reunió el material histórico necesario para elaborar un guión del rito.

“Tenía que ser a las 12:00, porque los yumbos creían en las deidades. A esa hora el sol se muestra con más fuerza, por eso todos los entierros se realizaban a esta hora. El cuerpo era ofrecido a ese astro”.

Después de un recorrido simbólico, el grupo llega a un amplio nicho. Bajan el cadáver y con esa acción inician las ofrendas. Uno a uno van colocando objetos y alimentos que fueron del agrado del occiso.

En esa recreación quien falleció fue una niña. Por ello, entre las ofrecimientos se ven algunos juguetes, productos de la zona y chicha de yuca.

Al terminar el homenaje, las mujeres se encargan de cubrir el cuerpo con las amplias hojas de palma y la tierra empieza a caer sobre el cadáver envuelto de vegetación.

Mientras dura el entierro, los cantos no paran. Alrededor de la recreación hay cerca de 50 visitantes que miran el rito.
Lourdes Artiaga es una de ellas. Con la cámara de fotos de su celular graba el funeral.

La mujer de 43 años es docente de la Escuela Nacional 10 de Agosto, ubicada en el Centro Histórico de Quito.

Ella usará el video para graficar una de sus clases de Ciencias Sociales. “Es una pena que mis alumnos no puedan presenciar las costumbres que tenía uno de los pueblos ancestrales más importantes del país. Sin embargo, mi registro servirá”, explica.

El antropólogo y sociólogo Dimitri Peñasco señala que los yumbos creían en la vida después de la muerte, por eso enterraban a sus muertos acostados con la cara hacia arriba, los brazos cruzados sobre su pecho y su cabeza orientada hacia el centro de la ceremonia.

Eran enterrados por toda la comunidad al compás de la música y la danza.

Los cantos no paran e incluso llegan a contagiar a los asistentes que tararean los lamentos que se escuchan con fuerza.

Rodrigo Cunaleta, director escénico de la representación, cuenta que les tardó cuatro semanas montar ‘Cantos y lamentos funerarios’, como llamaron a la obra.

El artista indica que la musicalidad de la puesta en escena es una mezcla del pueblo Tsáchila y los indígenas que habitan en la Amazonía del país.

Los ensayos se realizaron tres días a la semana, de los nueve participantes, solo uno, quien interpretó el papel del anciano no es actor, sino chamán.

Cuando el nicho es cubierto en su totalidad por tierra, los comuneros recogen la camilla y la procesión empieza su recorrido de vuelta al centro del pueblo. Desde ahí, cada integrante se dirige a su casa.

Datos de la Fundación Ecológica Amigos del Bosque Nublado, basados en el libro ‘Tulipe y la cultura yumbo del arqueólogo Hólguer Jara, indican que los yumbos “fue un pueblo de paz, autónomo, independiente, maduro y abierto a las relaciones exteriores”.

Al parecer, esa civilización fue aniquilada por las epidemias introducidas por los conquistadores españoles. Se estima que 15 000 habrían muerto entre 1560 y 1570. A eso se le sumaron las guerras locales, y la erupción del Pichincha (1660) que cubrió Tulipe entre 20-25 cm (8-10 pulgadas) de ceniza.

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