La independencia colectiva no existe

Javier Cercas estuvo de paso por Quito hace una semana para presentar su más reciente novela: ‘El monarca de las sombras’. Con la agenda a tope, igual se dio tiempo para pensar la independencia. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.

Javier Cercas estuvo de paso por Quito hace una semana para presentar su más reciente novela: ‘El monarca de las sombras’. Con la agenda a tope, igual se dio tiempo para pensar la independencia. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.

Javier Cercas estuvo de paso por Quito hace una semana para presentar su más reciente novela: ‘El monarca de las sombras’. Con la agenda a tope, igual se dio tiempo para pensar la independencia. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.

En un punto de la entrevista, Javier Cercas habla de los “millones” de significados que tienen las palabras; significados, niveles, contextos... O sea que no siempre significan lo mismo. Esta idea la aplica aquí con la palabra independencia. Y esta conversación ocurre echando mano de algunos de esos millones de significados y en distintos niveles.

Aparte del conflicto catalán-español, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza si escuchas la palabra independencia?

Que la independencia individual es una aspiración y que la independencia colectiva no existe.

Para ti, ¿qué significa ser independiente?

Significa llegar a ser quien soy, ¿no? Que es lo que dice el oráculo de Delfos: “Llega a ser quien eres”.

¿Y qué significa llegar a ser quien uno es?

No ser lo que los otros quieren que seas. Eso para empezar. Pero eso es una tarea de toda la vida, eh... Yo creo que escribo para eso, para llegar a ser quien soy y eso es algo que todavía no sé, que voy averiguando a medida que vivo. Lo que normalmente uno es, es lo que los otros quieren que seas, lo que la realidad te impulsa a ser, hay montones de condicionantes que trabajan para que no llegues a ser quien eres.

¿En ese sentido entonces no eres completamente independiente?

Es que completamente independiente quizá no hay nadie. Por eso te he dicho que es una aspiración. “Soy independiente” es un eslogan publicitario, no es una realidad. Eso es para vender motos, para vender coches, para vender gaseosas: “¡Sé independiente!”, dicen, pero eso es una estupidez. Nadie es independiente. Y por supuesto que no soy independiente. Además ser independiente en cierto sentido puede ser muy malo. Yo dependo de mi hijo, por ejemplo; yo dependo de mi mujer.

¿En qué sentido?

Mi hijo existe y yo no voy a tomar una decisión que sea perjudicial para él. Si lo que yo quiero y lo que él quiere es incompatible, intentaremos encontrar un equilibrio. Nadie es independiente en este sentido.

Es decir que es imposible.

Yo no soy independiente de las personas que me rodean, no puedo tomar decisiones que perjudican a esas personas, es injusto. Como en todas las cosas, hay que encontrar ese equilibrio; como con la libertad, como con la justicia. La justicia absoluta, por ejemplo, puede ser la peor de las injusticias. Y la libertad absoluta puede ser la esclavitud de otro. No existen valores absolutos.

¿Ni colectiva ni personalmente es posible vivir una independencia al 100%?

No, no es posible. Ni, en este sentido en el que estamos hablando, es deseable. Tú vives con otra gente. Por ejemplo, socialmente quizá solo pueda ser independiente absolutamente un tirano absoluto.

Que no rinde cuentas.

Como Stalin, que no daba cuentas a nadie. Empezamos a entrar en un valor de la independencia un poquito más interesante que el valor meramente de los anuncios publicitarios, que es una tontería.

¿En qué se parecen independencia y autarquía?

Bueno, pero la autarquía es un concepto político que significa que yo me mantengo solo con lo que tengo; es una catástrofe la autarquía… (me pide que le deje pensar un rato). La independencia puede llevar a la autarquía, pero allí ya estamos en el sentido colectivo, y en ese sentido la independencia no existe, y menos hoy.

Claro, el mundo está super conectado.

Tú dices que no quieres que hablemos de Cataluña, pues yo voy a hablar de Cataluña.

Bueno, hablemos.

Yo soy partidario de que España no sea independiente; España, ya no Cataluña. España está dentro de la Unión Europea y la Unión Europea está dentro de un mundo. Yo soy partidario de menos independencia para España.

¿Más Unión Europea?

¡Sí! Yo soy partidario de la disolución de los Estados europeos en un Estado federal que se llame la Europa Unida. A eso aspiro yo, y creo que ese el proyecto más ambicioso del siglo XXI. Entonces a lo mejor una menor independencia política equivale a más independencia personal, que es la única que cuenta.

¿Cómo?

Es la posibilidad de hacer lo que queremos, de vivir una vida próspera… quizá la independencia política es un impedimento para la independencia personal. Porque cuanto menos independencia tengan los Estados en Europa, cuanto más dependan de un Estado conjunto, más independiente será la gente.

¿Qué ganamos como individuos cuando aceptamos que no somos independientes?

Bueno, ese es el principio de realidad; no está mal aceptar que la realidad existe, ¿verdad? La independencia empieza por aceptar que la realidad existe y que yo tengo un hijo y que puedo decidir que prescindo de mi hijo, pero yo no quiero prescindir de él porque lo quiero. Aceptar la realidad siempre es bueno. Y tú trabajas en los límites que te da la realidad. Para romper esos límites está la literatura, el cine, la música, el amor si quieres, que es una forma de salir de ti mismo. Porque si no, dañas a la gente. Tú no estás solo en el mundo.

¿Lo primero que hiciste tú con tu independencia?

Es que yo no soy independiente todavía (risas). Bueno, ahora rebajemos el tono entonces. Si te refieres a la independencia de mis padres, pues sí hay una cosa que se llama “independencia de tus padres”. O un inicio de independencia, porque cuando te vas de tu casa no te independizas de tus padres.

¿Si no?

Bueno, un poquito. ¿Qué hice yo? Ponerme a escribir; me encerré en un piso de Barcelona a escribir, con un dinero que me dio mi padre, por cierto. Por tanto, tan independiente no era. Esa (la escritura) es la forma de libertad y de independencia que yo conozco. ¿Sabes por qué?

¿Por qué?

Porque las palabras crean el mundo, y el escritor es aquel que controla las palabras. Y para ser independientes lo primero que tienes que hacer es controlar las palabras. Por eso la literatura es fundamental no sé si para ser independiente pero sí para ser libre.
¿Cómo estás viviendo la independencia de tu hijo? Porque una cosa es independizarse uno, y otra, que se independicen de uno.
La relación entre padres e hijos es esencialmente trágica.

¿Por qué?

¿Sabes lo que es una tragedia? Una tragedia es una pelea en la cual los dos que se pelean tienen la razón. Y los hijos tienen razón al querer llevar su vida, y nosotros tenemos razón al querer protegerlos. Y esa es la tragedia esencial y hay que convivir con ella.

¿Cómo la estás llevando?

Muy bien, creo… Bueno, no, lo llevo mal. Antes mi hijo quería viajar conmigo y ahora ya prefiere viajar con su novia.

Aparte de tu mujer y tu hijo, ¿de qué dependes?

De montones de cosas, de mi madre, de mis amigos, de mis conciudadanos. Dependemos de muchas cosas y no es malo depender, siempre y cuando encuentres un equilibrio para ser quien eres y hacer lo que quieres, sin dañar a los demás.

¿De qué no quisieras depender?

Bueno, de montones de cosas. Y de muchas prescindo, sencillamente.

¿Como cuáles?

Cada vez prescindo más de la aprobación de los demás, por ejemplo. La verdadera independencia consiste en prescindir de la opinión de los demás. Pero claro que me importa la opinión de los demás.

Si sacas un libro hay gente que va a opinar sobre él.

Sí, gente que me va a llamar: “fascista, cabrón, hijo de puta”. Eso hay que saberlo. Y si la portera me dice que no le ha gustado mi libro, pues lo lamentaré, claro. Y además tampoco hay que prescindir del todo de la opinión de los demás, porque los demás también pueden tener una parte de razón. Hay que escuchar y hacer lo que uno considera. No hay valores absolutos. La puta independencia, perdona, no es un valor absoluto.

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