Lina Meruane presentó el año pasado en la Feria del Libro de Guayaquil sus novelas ‘Fruta podrida’ y ‘Sangre en el ojo’. Foto: Archivo/ EL COMERCIO
¿El covid-19 magnifica el concepto de la enfermedad, al punto que lo enfermo parece todo el sistema y la propia sociedad?
Sí, de hecho. Entramos en una situación en la que somos todos enfermos, reales, potenciales, sintomáticos o asintomáticos, sin distinción…
Usted lo sostenía incluso antes de la pandemia. ¿Por qué decía que todos somos enfermos?
Es una cuestión que fui elaborando en mis novelas en realidad, mientras escribía sobre todo mi última novela, ‘Sistema nervioso’, en la que pensé que la distinción entre sano y enfermo es ilusoria, porque la concepción de salud implica contraponer la enfermedad. Más bien somos enfermos reales o potenciales, nuestras vidas implican una constante negociación con las posibilidades de deterioro corporal, pero también con todo tipo de agentes infecciosos a nuestro alrededor, al punto que nuestro cuerpo necesita de estos huéspedes para funcionar, como las bacterias del sistema digestivo.
Como especie, ¿a qué nos aboca ahora la enfermedad?
La enfermedad genérica no necesariamente nos va a destruir, al menos nos puede hacer más fuertes. El tema de la pandemia es más delicado, pues aparece en un momento de enorme desprotección de la ciudadanía más vulnerable, los viejos y quienes tienen enfermedades preexistentes, donde la población más pobre también está más expuesta.
En un tema que aborda en su literatura, ¿qué le hace la enfermedad a las familias?
En ‘Sistema nervioso’ indagaba en las formas en las que la enfermedad es capaz en muchos casos de intensificar y reordenar los vínculos familiares, de mantener unida a una familia y renovar sus relaciones, cuando todo se organiza alrededor del cuidado de la persona enferma.
¿Qué pasa con los lazos familiares cuando la enfermedad acecha a toda una familia?
Uno pensaría que se estrechan en una situación así, que la solidaridad y los afectos aumentan. Creo que contra lo que se dice de la distancia social, muchas redes se han fortalecido porque las situaciones de crisis nos recuerdan que hay otros que están solos y que no solamente se pueden enfermar físicamente sino también a nivel psíquico y emocional.
También hay un debate sobre si esta crisis nos devolverá más humanos. ¿Qué cree usted?
Siempre ha existido un discurso apocalíptico de la destrucción del tejido social y otros discursos que son los que manejan más las mujeres que piensan también en el cuidado, en el afecto, en la compañía. Entonces, en esas dos visiones de cómo vamos a salir parados de esta crisis incluso ambas son posibles: habrá gente que encuentre en su individualismo y en su egoísmo una manera de sobrevivir y otra gente que empuje justo por lo contrario. Son discursos mesiánicos y apocalípticos, pero siempre ha existido el bien y el mal, son extremos y dentro de ellos hay de todo, como es la vida, nomás. No estoy siendo tan pesimista con la salida de esta crisis (…) Un virus no va a vencer a la especie humana… pero ya veremos.
En ‘Sistema nervioso’ aborda cómo nos volvemos pequeños expertos en la enfermedad que padecemos. ¿Eso puede cambiar la relación médico-paciente?
Pasamos ese tiempo en el que el médico era una especie de todopoderoso que dictaba lo que el paciente debía hacer y el paciente obedecía porque no tenía conocimiento. Eso dejaba a los enfermos expuestos a esta visión única de un cuidado que podía funcionar o ser ineficaz. El médico no es dios, la medicina también titubea y tiene limitaciones y también es ideológica. También es un saber aproximativo, todos esos síntomas tienen que ser leídos, descifrados y a veces son mucho más opacos. La crisis del sida en los años 80 demostró que los médicos tenían su ideología sobre la homosexualidad y descuidaron o se negaron a cuidar a los enfermos, los culparon de su enfermedad y se demoraron al menos una década en buscar una medicación. Y lo hicieron solo cuando las mujeres, los niños y poblaciones vulnerables se empezaron a enfermar; eso genera una situación de desconfianza.
¿Siente que la fe en los sistemas médicos se está socavando?
En la medida en que la ciudadanía desconfía en los políticos o en su sistema de salud no se atiende, no hace caso ni responde a las medidas y la ética del cuidado como debería. Y las sociedades neoliberales piensan desde la validación del sistema económico y menos desde el cuidado al ciudadano. En el caso del sida se generó una cuestión interesante, que es el activismo del paciente, el enfermo que decide informarse sobre su enfermedad y a veces incluso autotratarse. Hay un movimiento de pacientes de diversas enfermedades que se empiezan a asociar, a tomar el control, a hablar de sus síntomas, y le exigen al gobierno y al ‘establishment’ médico que se pongan las pilas, por decirlo de modo crudo.
Lina Meruane
Santiago de Chile, 1970. Escritora y docente chilena residente en Nueva York (EE.UU.). Su obra escrita en español ha sido traducida al inglés, italiano, portugués, alemán y francés. En el 2011 ganó el Premio Anna Seghers a la calidad literaria; y en el 2012, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.