Organismos como la Cepal e investigaciones científicas destacan que una buena nutrición repercute en el desarrollo económico de los países. Foto: Archivo EL COMERCIO
Sin recurso humano no hay desarrollo. Los países desarrollados, tras superar grandes crisis, han apostado por acciones concretas para dejar esa condición y sus estrategias se han concentrado en la nutrición de los niños y su escolarización. Mientras que en los países emergentes se busca el desarrollo, pero sin tener una base sólida en el talento humano, sustentada en mejores patrones alimenticios y educativos.
En el informe ‘Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019’, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Unicef, el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial de la Salud, se destaca que más de 149 millones de niños padecen retrasos de crecimiento por efectos de la desnutrición, en medio de un frágil estado de la economía mundial.
“La epidemia mundial de retraso en el crecimiento infantil representa una de las amenazas más graves para la humanidad (…). Los niños que padecen retraso en el crecimiento tienen hasta un 40% menos de volumen cerebral una vez que han cumplido sus primeros 1 000 días de vida”. Ese es el criterio de Jim Yong, titular del Banco Mundial.
La desnutrición socava el crecimiento físico y perjudica el desarrollo del cerebro. Y al producirse este efecto en los seres humanos, los índices de productividad también lo sienten. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), un efecto de la desnutrición es la pérdida de capital humano.
La fuerza laboral de los países puede perder productividad, por la menor calificación que alcanza la población que sobrevive a la desnutrición infantil, resultante de su mayor probabilidad de deserción del sistema escolar, dice la Cepal.
Especialistas sostienen que un desarrollo inadecuado en los primeros cinco años de vida, no se puede compensar posteriormente.
En marzo de este año, el pediatra argentino Abel Albino visitó el Ecuador y en una de sus conferencias ratificó esta tesis: “Si no se cuida a los niños en los mil primeros días, sus cerebros quedarán dañados irreversiblemente”. Dijo que en la región hay muchos niños con el “cerebro dañado”, a causa de la mala alimentación. “América Latina no sale de su atraso crónico porque nuestro intelecto está dañado”.
Ecuador no está ajeno a esa realidad, a pesar de que hace tres décadas asumió el compromiso de eliminar la desnutrición crónica. Las provincias más afectadas y que registran una cifra superior al promedio nacional siguen siendo Bolívar, Santa Elena y Chimborazo. En esas localidades, principalmente en sus zonas rurales, se evidencia que hay al menos tres factores que no permiten avanzar en su reducción: pobreza, mala calidad del agua e inadecuada alimentación. La última encuesta de referencia nacional del país es del 2012-2014 y ahí se estableció que 24 de cada 100 niños menores de cinco años presentan retardo en su talla. Además, 400 000 están con desnutrición.
Los niños con desnutrición no aprenden de la misma manera. Por ejemplo, un infante saludable aprende divisiones en tres o cuatro clases; quienes tienen desnutrición crónica demoran hasta un año.
Los casos de Chile y Perú
Una de las iniciativas que más se destacan en la región, relacionadas con la lucha contra la desnutrición y su relación con el crecimiento económico y la productividad está en Chile, de la mano de Fernando Mönckeberg. Hace 50 años este médico chileno impulsó un plan que arrancó con un rigurosos control nutricional a las madres embarazadas y sus hijos; además, lideró la ejecución de programas de saneamiento (agua potable, alcantarillado).
Luego, hizo estudios neurológicos. El resultado: “En un niño desnutrido, las ramificaciones de las neuronas están atrofiadas. El cerebro queda lesionado para el resto de la vida”. Eso tiene consecuencias económicas: los daños producidos constituyen un obstáculo para la incorporación de las personas a la economía.
Gracias a sus estudios y a la creación de un instituto de investigación, además del compromiso de los diferentes gobiernos (derecha, izquierda y dictadura), la mortalidad infantil chilena en el primer año de vida pasó de 180 niños cada mil a tan solo 7 en el último medio siglo.
Los resultados económicos, según Mönckeberg, están allí: el PIB per cápita pasó de USD 300 en 1950, a 18 345 en el 2012.
La experiencia peruana, destacada por el Banco Mundial, muestra que entre los años 2005 y 2016 la tasa de desnutrición crónica en ese país se redujo del 28% al 13%.
¿En qué consistió la receta de Perú? Durante las sucesivas campañas electorales en ese período, la sociedad civil llevó a cabo actividades de promoción y logró convencer a los candidatos presidenciales de que el retraso en el crecimiento tenía graves consecuencias (no solo económicas), por lo cual era vital adoptar medidas. Los gobernantes peruanos (Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski) asumieron el compromiso y se llevaron a cabo programas sostenidos de control y atención a madres embarazadas y niños. Uno de ellos, la estrategia ‘5 por 5 por 5’ (reducir en cinco puntos porcentuales el retraso en el crecimiento de los niños menores de 5 años, en el plazo de cinco años).
“Lo importante es hacer entender a los políticos que los réditos económicos y políticos de acciones como estas se darán en los próximos 30 años”, opina Christian Wahli, presidente de la Asociación de Fabricantes de Alimentos.
Chile y Perú no son los únicos países que han realizado grandes avances en esta esfera. Vietnam, Bangladesh, Senegal y Etiopía son algunos de los otros países que han logrado acelerar el ritmo de reducción del retraso en el crecimiento y mejoran en su economía.