En abril del 2018 se realizaron las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Los delegados se citaron en la sede del FMI, en Washington. Foto: AFP
El Gobierno gastaba más de lo que tenía, los déficits se financiaban con deuda, los precios de los principales productos de exportación caían, había problemas de balanza de pagos, altas tasas de informalidad, un débil aparato productivo, entre otros problemas.
Esa era la radiografía de la economía ecuatoriana en 1961, cuando el país era básicamente agrícola, las calles eran empedradas, había pocos vehículos circulando, la población rondaba los 4,5 millones de habitantes y la esperanza de vida llegaba a los 53 años.
Ecuador era un país pobre, con un Producto Interno Bruto que bordeaba los USD 2 000 millones en 1960.
Un año más tarde, debido a la crisis, cayó a
1 754 millones (ver gráfico).
Los desequilibrios en el sector externo llevaron a las autoridades económicas a firmar en 1961 el primer acuerdo ‘Stand by’ con el Fondo Monetario Internacional (FMI), un organismo que nació en Bretton Woods, en el Estado de New Hampshire, EE.UU., tras la Segunda Guerra Mundial.
El convenio que dio origen al FMI entró en vigencia el 27 de diciembre de 1945 y Ecuador fue uno de los 44 países fundadores. Las autoridades de ese entonces vieron que formar parte del FMI tenía ventajas, ya que podían acceder a recursos en caso de necesitar corregir problemas de balanza de pagos, como ocurrió más tarde.
El FMI no generó ningún rechazo por parte de los políticos nacionales.
El historiador Juan Pazmiño cuenta que incluso Manuel Agustín Aguirre, fundador del Partido Socialista, fue uno de los congresistas que votó a favor de la incorporación del Ecuador al FMI. “La figura del Fondo en esa época era inocua, pues no había experiencia del país con una entidad cuya misión era ayudar a los países que atravesaban desajustes monetarios. Esa misión era bien vista, al punto que una Asamblea revolucionaria, como se denominó a la de 1945, aprobó el ingreso del Ecuador al FMI sin reparos”.
Las autoridades económicas habían dado previamente su visto bueno para formar parte del FMI, porque este nuevo ente era parte de los organismos que se crearon en el mundo para evitar nuevos conflictos bélicos. Y la Segunda Guerra Mundial había afectado al aparato productivo nacional. “El país se vio privado de los elementos necesarios para su normal evolución, ya que faltaron maquinarias y repuestos agrícolas e industriales, con lo que se debilitó nuestra producción y se dificultó la movilización de artículos de consumo interno”, señaló el Banco Central en su memoria de 1945.
Desde que Ecuador formó parte del FMI, técnicos de este organismo visitaron el país cada año, no solo para realizar evaluaciones periódicas de la economía, sino para acompañar en la programación monetaria del instituto emisor. Incluso tenían una oficina permanente, recuerda el exministro de Finanzas, Rodrigo Espinosa, quien trabajó en el área de investigaciones del Banco Central en la década de 1960.
A lo largo de los años 50, la economía nacional funcionó con normalidad e incluso se benefició del auge bananero, el cual dio síntomas de agotamiento a finales de esa década. En 1961 se complicaron los problemas por la caída de los precios del café y del cacao, que junto al banano eran los principales productos de exportación del Ecuador.
Asimismo, el menor ingreso de capitales extranjeros de largo plazo, el ligero aumento de las importaciones y la fuga creciente de capitales del sector privado afectaron la balanza de pagos.
En 1961, Ecuador pidió apoyo al FMI para corregir sus problemas externos. José Ceballos Carrión, ministro de Economía, y Nicolás Fuentes Avellán, gerente del Banco Central del Ecuador, firmaron el primer acuerdo ‘Stand By’ con el FMI el 31 de mayo de 1961, por 10 millones de dólares.
En la solicitud de crédito, dirigida a Per Jacobson, director del Fondo, las autoridades señalaron que Ecuador experimentó serias dificultades externas. “Desde septiembre de 1960 hasta fines de abril de 1961, el Banco Central perdió cerca de la mitad de las reservas netas de divisas”.
El presidente en aquella época era Velasco Ibarra, quien había comenzado su cuarto mandato en junio de 1960.
El 7 de noviembre de 1961 salió abruptamente del poder.
La situación económica del país demandaba de una política de austeridad, sin embargo, el Presidente no se caracterizaba por un manejo prudente de los recursos públicos. Puso en marcha grandes proyectos que requerían una fuerte inversión, presionó al Banco Central por recursos y decretó una devaluación monetaria que provocó la protesta y el descontento popular.
Para Espinosa, los acuerdos con el FMI en la década de los 60 eran una estrategia del Banco Central para limitar el crédito a los gobernantes de turno, quienes le exijan dinero para financiar el gasto público, lo que implicaba una mayor inflación. “A inicios de cada año el Banco Central le daba un anticipo al Gobierno, pero con los acuerdos con el FMI se ponía límites, por precaución”.
En el primer acuerdo de 1961, Ceballos y Avellán acordaron con el FMI un programa de estabilización que fue expuesto en una carta con siete puntos. Las autoridades se comprometieron, por ejemplo, a evitar una depreciación excesiva del tipo de cambio. También pusieron límites al financiamiento del Gobierno con el Banco Central; se fijaron requerimientos de reservas legales para los bancos comerciales, entre otros puntos. El avance del programa de estabilización debía ser reportado periódicamente al FMI.
Las condiciones del FMI para firmar el acuerdo en 1961 se centraron en medidas de política macroeconómica. Esos requisitos se mantuvieron en ocho acuerdos firmados hasta 1972. Pero entre 1983 y el 2003, cuando el país firmó diez acuerdos, el Fondo pidió cambios más estructurales.