El mayor porcentaje de alimentos desperdiciados corresponde a los hogares, seguido de restaurantes y comercios. Foto: Reuters
Más de 13 litros de agua se usan para producir un solo tomate y 70 litros,
para una manzana. Al llegar a supermercados u hogares son desechados si están golpeados o si su forma no es la deseada. Esos productos, aptos para el consumo, terminan en la basura solo por su aspecto, lo que representa un gasto innecesario de recursos y contribuye a la contaminación.
Manzanas y tomates forman parte de los 931 millones de toneladas de desperdicios de alimentos que se produjeron en el 2019 todo el mundo. Se necesitarían 23 millones de camiones para transportar toda esta comida, que es la que generalmente se bota porque los comercios no logran venderla, porque su fecha de caducidad estaba próxima a cumplirse, porque su aspecto no era el esperado o son los restos de alguna cena familiar.
Esta cifra -17% de todos los alimentos disponibles a nivel del consumidor- fue presentada en el ‘Índice sobre desperdicio de comida 2021’, del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (Pnuma). Este estudio complementa a los reportes que hace normalmente la FAO sobre la pérdida de alimentos, los cuales se enfocan en la primera etapa de la vida de un producto.
El índice del Pnuma analiza en qué lugares se genera el mayor desperdicio de comida a nivel del consumidor. Los datos revelan que, en el 2019, los hogares aportaron el 61% de los 931 millones de toneladas desperdiciadas. A estos les siguen los lugares de venta de alimentos, como restaurantes y comedores (26%) y los comercios minoristas (13%).
En informes previos se registraba que en los países desarrollados hay un mayor desperdicio y, por otro lado, en los que están en vías de desarrollo una mayor pérdida. Este nuevo documento muestra que el desecho de alimentos en la etapa del consumidor es relevante en todos los países.
Catalina Lemos, fundadora de la iniciativa Quito Desperdicios Cero, explica que al modificar pequeñas acciones en los hogares o al implementar ciertos hábitos a la hora de comer, se pueden lograr grandes cambios. Comprar solo lo necesario, conservar adecuadamente los productos o compartir lo sobrante con amigos, familiares o vecinos son algunos de los consejos.
Antes de la pandemia, Lemos participaba, junto con otros grupos, en la recuperación de alimentos en negocios, tiendas y mercados. Ahora impulsan campañas educativas para que las personas realicen estas actividades en sus barrios.
Lemos recomienda ir a las fruterías, panaderías o tiendas cercanas a los hogares y preguntar qué día se botan los alimentos que no se venden. La idea es que se explique a los propietarios sobre esta problemática, para que se unan.
Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma, dice que es necesario que los gobiernos, empresas y todos los ciudadanos se involucren en esta problemática, ya que mejoraría la disponibilidad de alimentos, reduciría el el hambre y ahorraría dinero a los países.
Varias iniciativas se han transportado a las plataformas digitales. Lemos maneja el grupo de Facebook Quito Desperdicios Cero, donde las personas dan a conocer sus productos y así otros que lo necesiten pueden coordinar la recolección. Este mismo grupo ha sido adaptado para otras 10 ciudades del país y funciona como un punto de encuentro donde se intercambian consejos sobre temas de sostenibilidad.
Otra iniciativa es Food Sharing Quito, que tiene una página en Facebook para coordinar el intercambio de alimentos o anunciar recolecciones. Idónea, que es un proyecto gastronómico contra el desperdicio, también tiene sus redes habilitadas para que las personas se contacten y entreguen sus productos, con los que después se preparan otras comidas.
Estas acciones permiten reducir la cantidad de ingredientes desechados en la fase del consumidor. Según datos de la FAO, se estima que en Ecuador se desperdician alrededor de 46 655 toneladas de alimentos cada año y se pierden 939 000 toneladas (3,63% de la producción nacional bruta).