Johnny Depp y Amber Heard fueron ‘escracheados’, por violencia doméstica. La escritora británica J.K. Rowling fue cancelada por comentarios considerados transfóbicos. Fotos: Archivo
En una sociedad llena de incertidumbres por la pandemia y convulsionada por varios acontecimientos, una acción o comentario desatinado de un ‘famoso’, sea este cantante, presentador de TV, actor o escritor, puede terminar con el trabajo de toda su vida gracias a la cultura de la cancelación.
A eso hay que añadirle las secuelas psicológicas que quedan luego de lidiar -a diario- con el acoso en redes, donde proliferan desde insultos hasta amenazas de muerte.
El término, que proviene del inglés ‘cancelling’, resucitó con el ascenso del movimiento feminista #MeToo, en el 2017, y desde ese momento el mundo mira, a diario, cómo algunas celebridades son borradas del mapa.
El accionar de la cultura de la cancelación es tan antigua como la de ley del hielo o el descole que se practicaba en la escuela, colegio y hasta con algunos integrantes de la familia.
La gran diferencia con nuestros días es que esta tendencia tiene repercusiones a nivel global que pueden destruir, literalmente, la vida de estas personas. Y ese es el centro de la controversia, pues los que la practican no buscan una sanción en la justicia ordinaria para el supuesto acosador, por ejemplo, proporcional a los actos que hubiere cometido. Buscan acabar con la reputación del acusado, sin proceso de defensa alguno.
De esa destrucción se hizo eco el periodista Jon Ronson en su libro ‘Humillación en las redes’. Allí narra una serie de historias personales sobre cómo muchos usuarios de Twitter han acabado con la vida y carrera de mucha gente.
Según la Real Academia Española, cancelar significa “borrar de la memoria, abolir o derogar algo”. También se utiliza la expresión ‘escrachar en las redes’, derivada del escrache físico, es decir, de las agresivas visitas de grupos de activistas al domicilio o al lugar de trabajo de la persona contra la cual desean manifestarse.
Sofía Cabrera, docente investigadora de la Universidad Tecnológica Equinoccial, apunta que actualmente esa cancelación resulta tan efectiva por el alcance de las redes sociales, sobre todo de Twitter, en donde se ha popularizado dicha tendencia, considerada “perversa” por la escritora británica Joanne Kathleen Rowling, autora de los libros de ‘Harry Potter’.
Rowling, precisamente, sufrió en el 2020 ataques por sus comentarios considerados transfóbicos. Ha recibido insultos y enfrentado campañas de cancelación.
Ese acoso mediático la motivó, a finales del año pasado, a respaldar un documento contra lo que considera una “restricción del debate” en la cultura actual.
La carta contó también con la firma de 152 intelectuales, académicos y activistas reivindicando el derecho a discrepar y condenando “el clima de intolerancia”.
Entre sus firmantes, se destaca el diario La Vanguardia, en su página web, hay hombres y mujeres, blancos y negros, judíos y musulmanes, personalidades tan dispares como el lingüista Noam Chomsky, izquierdista, o estrellas del universo conservador como David Frum, autor de la expresión “eje del mal”, o el politólogo Francis Fukuyama.
En Ecuador, un músico y un periodista deportivo sufrieron escrache en redes.
¿Es justo cancelar el trabajo de una persona por incurrir en una acción o comentario desatinado? Cabrera considera injusto ese ataque masivo, así como la obstinación de los líderes de la opinión pública -periodistas, ‘influencers’ y más- por ‘obligar’ a las masas a pensar en blanco o en negro, cuando lo ideal sería contar con pensamientos de distintos tonos y mejor si son críticos.
“Vivimos en un mundo tan polarizado, que somos incapaces de llegar a acuerdos. Es importante saber quién está detrás de esa cultura de la cancelación, porque muchas veces puede ser un tema muy personal. La gente se une a la tendencia en masa, sin cuestionar”, reflexiona Cabrera.