¿Cuba va hacia el capitalismo?

Unos turistas pasan en uno de los característicos coches cubanos frente a un crucero en el malecón de La Habana, Cuba. 2019. Foto: REUTERS

Unos turistas pasan en uno de los característicos coches cubanos frente a un crucero en el malecón de La Habana, Cuba. 2019. Foto: REUTERS

Unos turistas pasan en uno de los característicos coches cubanos frente a un crucero en el malecón de La Habana, Cuba. 2019. Foto: REUTERS

La lista de actividades que en forma privada pueden ejercer los cubanos pasará dentro de muy poco de las actuales 127 a las 2 000. Así, los trabajos “cuentapropistas”, actividades incluidas en el Clasificador Nacional de Actividades Económicas (CNAE), se multiplicarán por casi 16 veces.

En el año 2010, había en Cuba 157 000 trabajadores por cuenta propia; en el 2014, la cifra de autónomos cubanos era ya de 478 000, y ahora son más de 600 000 (el 13% de la población activa) los que tienen licencia para ejercer los 127 trabajos autorizados. Además, está la economía informal y sin permiso oficial que abarca a un número no establecido de personas. Pero cualquiera que haya ido a Cuba sabe que son muchos. Hay que analizar las dos situaciones.

Esta decisión del Gobierno del presidente Miguel Díaz Canel de multiplicar de manera exponencial el trabajo autónomo privado, reduciendo el papel del Estado, se produce en un momento delicadísimo en la isla, con una compleja reforma monetaria en marcha, que unificó las monedas, desapareciendo el ECU, con un desabastecimiento terrible, sin turismo ni liquidez ni perspectivas de mejora en el horizonte -con la caída del PIB en 2020 del 11%-, debido a la epidemia de coronavirus, el recrudecimiento del embargo estadounidense con Donald Trump y la ineficiencia del sistema productivo estatal.

El impacto de esta situación a nivel social, aunque no hay indicadores públicos oficiales, es terrible, dando un ulterior impulso a la emigración, que también podemos ver en Uruguay, con cientos de cubanos llegando al país.

La reforma monetaria disparó la inflación y redujo drásticamente la capacidad de compra de los cubanos. Esta reforma de privatizar 1 873 nuevos sectores de actividad es no solo una respuesta circunstancial, no tendrá marcha atrás e implica un análisis crítico de la marcha del “sistema” que en su momento, copiando el modelo soviético, hizo que absolutamente todas las actividades estuvieran en manos del Estado. Es una expresión del absoluto fracaso de ese modelo, aunque nadie lo diga expresamente. Tampoco lo dirán en nuestro país los partidarios de cualquier cosa que haga Cuba, incluso una privatización de estas dimensiones. La mayoría guardará silencio.

Lo que tienen claro los economistas cubanos y la gente común es que el sector privado cada día será más importante. Y seguirá creciendo. Todavía la normativa explícita, los textos oficiales no se han hecho públicos, pero es el tema de conversación en toda Cuba. Todos esperan leerla completa y sobre todo la “letra chica”.

Lo que es notorio es que esta medida tuvo que haber surgido luego de un debate muy duro en la dirección del gobierno y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, porque las posiciones contrarias nunca fueron pocas. Solo una gran necesidad y un impacto devastador de la caída de la economía puede haber saldado el debate a favor de los reformistas. Me imagino por estas latitudes cuántos ortodoxos estarán distraídos o mascando bronca, porque son más partidarios y sensibles a las verdades divinas de la teoría deformada, que a la vida de la gente real.

En cuanto a antecedentes, no olvidemos las marchas y contramarchas de los llamados “mercados campesinos”, donde los productores podían llegar directamente al público consumidor. Nacieron, fueron prohibidos y volvieron a nacer.

Sin conocer el documento oficial se da por descontado que el sector privado no podrá acceder, porque el Estado las considera de su exclusiva incumbencia, a ciertos asuntos, por ser prioritarios o de seguridad nacional, como la medicina, la educación, la defensa o la explotación de recursos naturales. Una de las claves es saber cuál será la regulación para los profesionales (arquitectos, abogados, ingenieros, etcétera), que hasta el momento no pueden ejercer de forma privada. Con la enorme crisis de financiación que afronta Cuba se deberá analizar cómo queda el “reajuste impositivo, su relación (de los trabajadores por cuenta propia) con contratistas, clientes extranjeros y con otros sectores de la economía”, o cuál será el acceso de los autónomos a fuentes de financiación, el listado “negativo” de las actividades excluidas y también las condiciones para la creación de pymes y cooperativas.

Pero también quedará abierta la duda sobre cómo se aplicarán estas medidas, considerando que esto implicará la contratación privada de trabajadores, la generación de ganancias y, por lo tanto, la generación de plusvalía y cuáles serán los límites impuestos. Y los impuestos.

Cuando en un país, cientos de miles o millones de personas deben recurrir al mundo subterráneo, paralelo de la economía, para poder sobrevivir, se está minando la moral del conjunto de la sociedad. ¿De dónde se obtienen esos recursos básicos? De un mercado paralelo enorme, cada día más difícil porque a pesar de la creciente necesidad y avidez, hay cada vez menos recursos. Pero el daño es tremendo, es obligar a la gente a vivir al margen de la ley. Y lo saben y conocen todos, en primer lugar el poder, con su enorme capacidad de vigilancia y control.

A este proceso económico se unen las tensiones crecientes de diversos sectores de la sociedad por la falta de libertades democráticas. Son recientes las manifestaciones callejeras y las declaraciones de figuras de la cultura reclamando libertades. Y no son temas separados; es difícil, por no decir imposible, que se libere la actividad económica para 2 000 actividades y se pretenda mantener el control férreo y unipartidario sobre la política, la información y las expresiones culturales de la sociedad. Las fricciones serán crecientes.

Cuba comienza un camino que han emprendido otros países, como China y Vietnam. Lo hace más tarde, con el fanatismo del control milimétrico de todo lo que se mueve en la isla, y con un desprestigio creciente del Gobierno y de los dirigentes políticos. No hay encuestas, pero tengo decenas de amigos que eran fanáticos defensores del sistema y hoy ellos o sus hijos están en el exterior, o protestan abiertamente. Algunos se quejan porque se les fue la vida. 62 años.

Una pregunta abrumadora: ¿se puede construir empresas privadas, acumulación de riqueza, generar plusvalía por millones de trabajadores y seguir siendo socialismo simplemente por gobernar un Partido Comunista?

La otra pregunta que muchos se formularán -yo también- es si este cambio económico en Cuba es un escalón hacia el capitalismo común y silvestre o se podrán encontrar mecanismos donde la economía, la política, la sociedad puedan convivir con los avances en algunos sectores claves, sin pagar el costo de un régimen y un sistema que ha fracasado en el desarrollo armonioso del conjunto del país, tanto desde el punto de vista material como espiritual y con el más amplio sentido humano, de humanidad.

Por ahora no lo ha logrado, aunque mucha gente le tenga simpatía. Sobre todo a la distancia y mientras no le toque vivir allí, admiran en general a lo cubano y a los cubanos. Gente realmente maravillosa, que se merece una vida mucho mejor, aun con todos los peligros y desafíos.

*Periodista, escritor, columnista de Wall Street Internacional Magazine y de Other News

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