Comunidades de Chimborazo incursionan en la pesca

Tres comunidades indígenas emprenden en el negocio de la pesca deportiva. También ofrecen varios servicios. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Tres comunidades indígenas emprenden en el negocio de la pesca deportiva. También ofrecen varios servicios. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Tres comunidades indígenas emprenden en el negocio de la pesca deportiva. También ofrecen varios servicios. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

La pesca deportiva en las comunidades indígenas situadas en los páramos y orillas de los ríos, a diversas altitudes, son la nueva opción para los turistas en Chimborazo. Tres comunidades emprendieron negocios para los amantes de la pesca y la aventura.

Las aguas cristalinas del río Daldal, en Pungalá, albergan truchas de buena calidad y sabor. Eso motivó a la familia Aisalla a fundar un emprendimiento donde no solo se crían truchas para comercializar en ferias artesanales y restaurantes, sino que también cuentan con toda una gama de servicios para los que prefieren pescar sus propios peces.

El negocio está en la vía que conecta al cantón Chambo con la parroquia Pungalá, a 4 kilómetros del desvío a las aguas termales de Guallabamba. El negocio se llama Aguas Cristalinas Daldal, en honor a la calidad del río.

Allí, la familia alquila cañas de pescar con anzuelos y carnada y acompaña a los turistas a recorrer el río. Ellos conocen los mejores lugares para pescar, y además la caminata es parte de la aventura.

“Aquí nadie se va sin truchas. Si el turista no tuvo suerte en el río o prefiere no caminar, tenemos nuestros propios tanques con 25 000 truchas de diversos tamaños para que la gente escoja y pesque”, cuenta Washington Aisalla. La pesca cuesta entre USD 1,50 y 3, por cada trucha, según el tamaño.

Él y su familia construyeron en el río 11 piscinas de piedra, donde se crían las truchas. Han invertido en el emprendimiento al menos USD 35 000.

En un inicio se dedicaban solo a la venta de los peces en la feria de emprendimientos del Gobierno Provincial, y a varios restaurantes que demandan el producto por el sabor natural de estas truchas.

Pero luego notaron que los visitantes se interesaban por conocer los tanques donde se criaban las truchas, y así surgió otro modelo de negocio. Aisalla mejoró el sendero de 300 metros que conduce hasta el río, colocó señalética, flores y otros adornos.

Además, junto al río construyó una cabaña equipada con una cocina de leña y otra convencional, mesas de descanso, puentes y jardines. Allí, su esposa Norma Toaquiza ofrece un servicio adicional.

Ella prepara deliciosos platos con las truchas que los visitantes pescan en las piscinas. Los platos cuestan entre USD 3 y 5 e incluyen una porción de papas, ensalada, arroz y un jugo preparado con las frutas que se cosechan en la misma zona.

El valor de los platos también depende del tamaño del pez elegido por el turista. “Nos esforzamos porque se sientan cómodos y disfruten de la pesca y la comida fresca”, dice Aisalla. Además, el sitio se alquila para campamentos.

Otro sitio ideal para la pesca deportiva es Rumipamba, en Colta, y Juval, en Alausí. Allí los emprendimientos están en su fase inicial y actualmente el fuerte es la comercialización de las truchas en las ferias.

Sin embargo, también abren sus puertas a los visitantes. Para pescar allí, los turistas deben llevar su equipo propio.

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