Imagen referencial. En el 2016, un grupo de científicos creó una vacuna que combatía el Síndrome Respiratorio Agudo, un brote que mató a 774 personas entre el 2002 y 2003. Foto: AFP
Los ojos del mundo se posan sobre la comunidad científica con una esperanza: el anuncio de una vacuna contra la pandemia del covid-19.
Decenas de médicos e investigadores trabajan contra reloj para desarrollarla, pero probablemente no esté lista hasta dentro de 12 y 18 meses. Mientras los laboratorios se mantienen abiertos sin descanso, los expertos miran al pasado y cuestionan que -de haber entendido los alcances de las patologías– el mundo no habría perdido la oportunidad de tener una vacuna lista.
Es importante mirar al pasado: el ser humano ha sobrevivido a diversas epidemias y pandemias que avivaron el impulso de la ciencia por hallar una vacuna que evite muertes.
En el 2002, Cantón -una de las provincias chinas con más flujo humano de la nación oriental- se convirtió en el epicentro del virus que provocó el Síndrome Respiratorio Agudo (SARS, por sus siglas en inglés). Este tipo de coronavirus se propagó en 37 naciones, infectó a cerca de 8 000 personas y causó la muerte de 774 pacientes en menos de un año, desde noviembre de 2002 hasta julio de 2003.
De acuerdo con la cadena informativa internacional BBC Mundo, en aquella época existió un pedido general por el desarrollo de una vacuna. Investigadores de Asia, Estados Unidos y Europa activaron sus laboratorios; experimentaron y diseñaron varias pruebas para consolidar la inoculación. Sin embargo, cuando se anunció el control de la epidemia, los esfuerzos para continuar con los ensayos de una posible vacuna cesaron.
En el 2012, ocurrió un ‘abandono’ similar. El Síndrome Respiratorio por coronavirus de Oriente Medio (MERS, por sus siglas en inglés) brotó a partir del contagio de camellos a humanos. Científicos insistieron en la necesidad de crear una inoculación contra el patógeno, aunque no hubo resultados.
Aunque varios investigadores desertaron, un equipo científico estadounidense continuó explorando y, en el 2016, consolidó una vacuna contra el coronavirus que originó el SARS.
La científica María Elena Bottazi creó -junto a su equipo- una vacuna que combatía al SARS, el brote que surgió en el 2002 en China. Foto: Web Baylor College of Medicine
En diálogo con la BBC, la médica María Elena Bottazi -quien funge como codirectora del Centro para Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas (Estados Unidos)- fue parte de la investigación. “Habíamos terminado los ensayos y habíamos pasado por el aspecto crítico de crear un proceso de producción de la vacuna a escala piloto”, recuerda.
Sin embargo, cuando el equipo investigador acudió a las oficinas de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU recibieron una respuesta desconcertante: “Ahorita no estamos interesados”, les dijeron.
Bottazi dice que la falta de apoyo debilitó a intento por crear una vacuna poderosa, una situación que se replicó con decenas de científicos a escala mundial.
Susan Wiess, reconocida microbióloga de la Universidad de Pensilvania, cita otro factor que influyó en las investigaciones. Según su testimonio, difundido por BBC Mundo, cuando culminó la epidemia tanto los gobiernos como la industria farmaceútica perdieron interés en el análisis de los coronavirus.
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“Advertencias increíbles”. Así definen expertos a los brotes, como señales que vaticinaban la necesidad de una vacuna contra el coronavirus. Si bien la vacuna ideada por Bottazi prevenía el SARS, el consolidarla podría haber incidido en la actualidad para combatir al covid-19. “Si no hubiéramos abandonado el programa de investigación de vacunas de SARS, hubiésemos tenido listo muchos más fundamentos para trabajar en este nuevo virus que está cercanamente relacionado” dijo Jason Schwartz, colega de Bottazi.
La investigadora afirma que el SARS y el covid-19 son “genéticamente 80% similiares“. Por lo tanto, dice, de haber sido aprobada su vacuna, se hubiese podido adaptar de forma rápida al covid-19: “ya hubiéramos podido tener un perfil de seguridad en humanos”, añadió.
Bottazi enfatiza en que uno de los grandes huecos en la investigación es el financiamiento. Su equipo apenas pidió USD 4 millones, pero la industria y el Gobierno no lo apoyó. No había mercado ni intención política.
El médico Peter Kolchinsky, virólogo y director de la compañía de biotecnología RA capital, reflexiona ante la falta de acción y afirma a la BBC que el Gobierno de Estados Unidos debió haber invertido. “Si esto hubiera sido una prioridad no tengo dudas de que las agencias gubernamentales hubieran financiado el continuo desarrollo de una vacuna para SARS”.
El equipo de Botazzi no se rinde y actualiza la vacuna que creó en el 2016 y una nueva para luchar contra el covid-19. Apenas han recibido USD 400 000 de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. Se siente frustrada: el virus sigue matando y este jueves, 94 807 personas han perdido la vida.