La reforestación con frutales se realiza en las cercanías del nevado El Altar. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Tres comunidades de Chimborazo se unieron para recuperar sus suelos erosionados. Los árboles frutales y cercas rompevientos hechas con arbustos son parte de la estrategia que implementa el Gobierno de esa provincia como medida de conservación ambiental y protección de la frontera agrícola en la zona cercana al nevado El Altar.
En ese sitio, los terrenos son áridos y arenosos debido a que antaño hubo eucaliptos y pino que degradaron la tierra. Además, el agua era escasa.
Hoy la gente cuenta con un sistema de riego y la meta es recuperar la productividad en la parte baja de la montaña para así impedir que la siembra de cultivos y la ganadería avanzaran a las partes altas y rebasaran la frontera agrícola.
Otro objetivo del proyecto es optimizar al máximo el agua que llega hasta los huertos familiares, con cultivos que economizan ese recurso.
“El agua es la posesión más preciada en estas zonas donde siempre ha sido escasa. Los frutales ayudan a que el riego sea focalizado”, explica Julio Logroño, técnico de la Unidad de Gestión Ambiental.
Según él, la ventaja de reforestar los suelos con plantas frutales es superior debido a que atraen la lluvia y son útiles para la gente. Además, oxigenan el suelo y el aire.
“Hemos tenido mucha suerte con nuestros frutales. No nos imaginábamos que el suelo podía cambiar tanto con los árboles”, dice Bertha Gusqui.
En su terreno solo se sembraban vegetales de ciclo corto para el consumo familiar, y alfalfa para los animales. Pero con la llegada del agua de riego, los frutales empezaron a prosperar. Hoy en su huerto hay duraznos, mandarinas y limones, que sembró hace unos cinco años, cuando el proyecto de restauración ambiental se iniciaba en esa zona.
En San Gerardo, en cambio, las frutas dejaron de sembrarse hace cerca de una década. Los vecinos no conocen con seguridad por qué se quitaron los árboles, pero sí recuerdan cómo cambió el panorama en el barrio La Libertad.
“La mayoría optó por maíz y otros productos que se cosechaban en un menor tiempo, pero el suelo cada vez era más seco”, dice Julio Arévalo.
Allí, 28 familias se unieron al plan de reforestación. Ellos recibieron capacitaciones de los técnicos del Gobierno Provincial para aprender sobre el manejo de los frutales.
“Empezamos a reforestar hace cinco meses y las plantas apenas crecieron. Esperamos iniciar con las cosechas de los frutos en un par de años”, dice Angélica Guananga.
El proyecto también se implementó en La Candelaria, un sitio que acoge a 36 familias que fueron evacuadas de las faldas del volcán Tungurahua.
“Estábamos acostumbrados a sembrar frutas en Puela. Cuando llegamos aquí, vimos que el terreno era bueno pero necesitaba trabajo”, cuenta Ángel Medina, un comunero.
Allí se sembraron también cortinas rompevientos con arbustos y árboles nativos para proteger los cultivos.
“Los frutales tienen varias funcionalidades. Evitan la erosión y protegen los cultivos de los vientos fuertes y las heladas, actúan como una especie de cortina”, dice Daniela Zavala, técnica ambiental.
En Chimborazo, los frutales se entregaron también en comunidades que requerían linderos naturales y protección en las vertientes. El proyecto se inició en el 2013 y en total se invirtieron unos USD 60 000 en la compra de plantas.