Las 20 familias que forman la cooperativa Jima estarán a cargo de la administración y manejo de las actividades en Tambillo, ubicado en Morona Santiago.
El bosque protector Tambillo se convirtió a inicios de este mes en la primera área protegida comunitaria del Ecuador. Aunque la participación de las poblaciones locales en la conservación no es nueva, esta es la primera vez que se reconoce este modelo dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP).
Con la integración de Tambillo al SNAP, ahora son 56 las áreas protegidas que suman 4 855 850 hectáreas y corresponden al 19,6% de la superficie terrestre del país.
José Rubén Zhunio, representante legal de la Cooperativa Jima, cuenta que desde 1973 la cooperativa adquirió este predio como área comunitaria. En un inicio, la idea era poner a funcionar fincas para los socios, pero se dieron cuenta de que las condiciones del clima y del suelo no eran las mejores para esta actividad.
Las 20 familias que conforman esta comunidad se volcaron hacia la conservación de la zona. Empezaron con la rehabilitación de algunos espacios, actividades de prueba enfocadas en la reforestación y las investigaciones junto con Organizaciones No Gubernamentales.
Hace alrededor de dos años empezaron con los esfuerzos para ingresar al SNAP. “Logramos el techo más alto de la categoría de conservación en nuestro medio”, dice Zhunio y espera que su caso sea un ejemplo para otras comunidades.
Según el Ministerio del Ambiente del Ecuador (MAE), la coordinación de las actividades con la comunidad será “muy estrecha” ya que, si bien el grupo se encargará de la administración y manejo del área protegida, el MAE es el ente rector de estos sitios a escala nacional. Por eso, explican, brindarán el asesoramiento técnico para que las decisiones estén acorde con las políticas del Estado.
Este es un camino nuevo, dice Zhunio. Su idea es crear espacios de investigación, laboratorios, terminar de construir un centro de interpretación, crear planes para atraer a visitantes y en el futuro lograr producir productos, como cosméticos, con base en el uso de las plantas medicinales. La propuesta es generar ingresos para la sostenibilidad de esta área.
Manuel Peralvo, coordinador de Investigación del Programa Bosques Andinos del Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina (Condesan), considera que el involucramiento de las comunidades en la conservación se entiende como “una de las figuras más deseables”. En este modelo, las poblaciones locales conocen más su territorio y están mejor preparadas para responder a los retos de manejo que se presentan.
Para lograr que esto funcione, dice, se deben cumplir ciertos elementos como una fuerte organización, experiencia previa en gestión de recursos naturales y una repartición equitativa de la gestión y de los beneficios de estas áreas. Para Peralvo, es importante que se haya incluido a esta zona en una red nacional.
Socio Bosque es otro de los programas de conservación que se continúa aplicando. Este busca la protección de bosques y páramos nativos a través de la entrega de incentivos económicos a campesinos y comunidades indígenas que se comprometen voluntariamente al cuidado de su vegetación nativa.
Actualmente existen 1 607 441,72 hectáreas de bosques y páramos, y 22 267,02 hectáreas de manglar bajo este tipo de conservación.