Biocomercio es una alternativa al tráfico ilegal

Los investigadores evalúan a las ranas de Wikiri para controlar su salud. Foto: cortesía Wikiri

Los investigadores evalúan a las ranas de Wikiri para controlar su salud. Foto: cortesía Wikiri

Los investigadores evalúan a las ranas de Wikiri para controlar su salud. Foto: cortesía Wikiri

El tráfico ilegal de especies ha sido asociado con el surgimiento de las enfermedades zoonóticas en los últimos años. Además de afectar a los animales silvestres, este se ha convertido en una amenaza para la salud de las personas y los ecosistemas. Pero, ¿qué ocurre con el biocomercio?

Luis Baquero, investigador de la Universidad de las Américas, explica que este término es utilizado para referirse a la comercialización legal de animales y plantas. Para que sea considerado como responsable, debe contar con un manejo sostenible de las especies y estar respaldado por investigaciones.

El biocomercio legal implica contar con estudios sobre la reproducción de las especies, el estado de sus poblaciones y sus enfermedades. En estos casos, el proceso por lo general empieza con la recolección de una pareja en su hábitat. Después, los especímenes son llevados a un laboratorio para que se reproduzcan bajo vigilancia de los especialistas.

Las siguientes generaciones ya nacidas en cautiverio pueden ser comercializadas, cumpliendo ciertos parámetros.

Para Baquero, si se obedece las leyes internacionales y locales, es una actividad que permite obtener ingresos, mientras se conserva a las especies.

Este investigador publicó un artículo que evalúa las implicaciones éticas de este comercio.

En este documento se expone al biocomercio responsable como una de las alternativas para combatir el tráfico ilegal.

María Dolores Guarderas, coordinadora de Wikiri, dice que un biocomercio adecuado debe contar con la participación de científicos y veterinarios especializados que conozcan sobre los animales.

Wikiri es una empresa que comercializa ranas nacidas y manejadas en laboratorio. Con los ingresos generados por la venta de estos especímenes, en Ecuador y en el extranjero, se financian las actividades de investigación y conservación del Centro Jambatu.

Guarderas explica que estos animales son evaluados constantemente para evitar que puedan convertirse en fuentes de enfermedades. En este centro hay una sala de veterinaria dedicada al cuidado permanente de los anfibios.

Cada vez que se va a comercializar a una de estas ranas se realizan tratamientos preventivos contra el hongo quítrido y bacterias, que podrían afectarlas. En el caso del tráfico ilegal, los animales son extraídos directamente de la naturaleza, afectando el equilibrio de los ecosistemas, y no se hace un control de los virus que estos pueden tener.

Además, para exportarlas se debe pasar por varios controles. Guarderas cuenta que se debe obtener autorizaciones del Ministerio del Ambiente y de Agrocalidad, quienes aseguran que los animales no tengan enfermedades.

La crianza de animales en estas condiciones implica años de trabajo y estudios. Por eso, Guarderas no está de acuerdo con que ciertos países de la región permitan cuotas de captura para tomar animales de la naturaleza y venderlos, sin antes haber estudiado a las poblaciones en sus hábitats.

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