La exposición ‘El caos invisible’ reúne una treintena de recientes obras del artista ecuatoriano. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Jaime Zapata tiene claro que su vida está dividida en dos mundos: el caos y el orden. En el primero está su vida personal a la que nunca se ha adaptado del todo; en el segundo está la pintura, ese refugio al que acude de forma peregrina, desde hace 40 años, para encontrar a través de la figura la belleza y la armonía.
Durante los últimos 30 años, el caos y el orden que acompañan la vida de Zapata se han movido entre Francia y Ecuador, a donde regresa cada año para montar una nueva exposición. La que inaugura hoy, 6 de junio del 2018, en la Alianza Francesa, lleva por nombre ‘El caos invisible’ y reúne una treintena de lienzos de los 60 que trajo de Europa.
En los cuadros de pequeño, mediano y gran formato que son parte de esta muestra, persiste su empeño por explorar la figura humana. La mayoría de personajes que aparecen siguen siendo personas cercanas a su entorno, como las estudiantes asiáticas con las que convivió en Montpellier.
Esta faceta más íntima de su obra, en donde no ha perdido su interés por el detalle y los pequeños objetos que acompañan a las figuras humanas, está acompañada de su permanente visión crítica de la sociedad. Confiesa que aunque vive en Francia, siempre está al tanto de lo que sucede en el país, sobre todo, de lo que ocurre en el ámbito cultural.
Por eso, como actividades paralelas a la muestra, ha preparado una charla y una clase magistral. La primera se realizará el 19 de junio y la segunda el 20 de junio. En la primera hablará sobre su visión de la cultura en el país, un sector que, a su criterio, se ha mantenido estancado durante la última década.
¿Hacer cultura? o ¿ser cultura? A través de estas interrogantes, espera abrir un debate cuyo norte será su idea de que la cultura “es algo que se construye sola siempre y cuando se generen las condiciones necesarias”.
En la clase magistral mostrará su proceso de trabajo. Cómo cada uno de sus cuadros tiene detrás de la imagen que se exhibe varias historias. Confiesa que, hasta ahora, una de las cosas que más le cuesta es dar por terminado un cuadro. “La mayoría de obras que traje son piezas que ya no las quiero ver porque si me quedo con ellas voy a seguir modificándolas”.
Estas actividades, a las que se puede acceder previa inscripción a través de la página web de la Alianza Francesa, son la oportunidad de conocer el trabajo de un artista que se resiste a hablar de su obra por la ferviente creencia de que a la pintura hay que mirarla. “Entre uno menos hable, se abren más posibilidades de que la gente se acerque a la obra de la forma que quiera”, dice.
Lo que busca es que las personas que vean sus obras se encuentren con ese pequeño instante donde el caos del mundo se elimina para que frente a sus ojos aparezca el orden, ese mundo de lo sublime que suele estar escondido en una mirada o en un gesto de las manos.